Es de justicia para con los lectores traer a esta posición de "post", un texto que se encuentra entre los "comments" de este mismo weblog, porque quizá ahí podía pasar inadvertido a un lector apresurado. Responde a una pregunta formulada por Carmen Sofía Brenes a Alejandro Llano, a propósito de un aspecto mencionado en "Cuatro días de ira". Y lo hace enviando un email a la autora de la pregunta, mencionado su "incompetencia técnica" en el manejo del sistema del weblog... Esta es la pregunta:
"Agradezco mucho haber tenido acceso a este análisis, sobre todo porque en estos tiempos, en los que mientras yo escribo aquí, hay alguien no sé dónde planeando otro atentado, es muy saludable y necesario pararse a pensar. Y muchas veces esto sólo es posible, si se escucha a otros que saben de lo que hablan. Y me parece que éste es el caso.
"Me gustaría saber algo más sobre esa “conspiración leal” de la que se habla: ¿quién, cómo, en torno a qué temas?
"Ah, y si es posible, una pista sobre por dónde puede empezar un ciudadano de a pie a “pararse a pensar con profundidad y rigor” que se recomienda."
Y esta es la respuesta ofrecida por Alejandro Llano:
1) La expresión "conspiración leal" se sitúa en el contexto teórico de lo que podríamos llamar "republicanismo" o "humanismo cívico". Se trata de que los ciudadanos asuman la responsabilidad que les compete en la promoción del bien común, frente al estatismo y al mercantilismo, es decir, frente al monopolio del Estado y del mercado, que manejan los dos medios de intercambio simbólico circulante aparentemente más poderosos en la actualidad: el poder y el dinero. La actual situación produce, casi inevitablemente, la marginación de la gente normal y corriente, que carece de información relevante y de influencia, para hacer viable su aportación a la cosa pública. Porque, además, los "mass media" están, a su vez, en manos de monopolios blindados, en los que muchas veces se entreveran las terminales del Estado y del mercado.
Si se procura intervenir de manera sencilla y "cándida", no se consigue nada; o, mejor, lo que se logra es recibir un fuerte varapalo de los poderosos, a quines nada molesta más que la interferencia de agentes no acreditados por ellos mismos.
La única solución es, entonces, conspirar (en el sentido etimológico de 'cum spirare', respirar juntos, pensar juntos, actuar en colaboración). Como lo que se busca es el bien de la república y no el propio interés -lo cual resulta increíble para las fuertes dominantes, y muy sospechoso- la conspiración es leal y no perversa. Pero precisamente por ello resulta incluso más arriesgada, porque desconcierta y provoca una especie de metasuspicacias. De ahí que hayan de actuar pequeños grupos sin que su vinculación sea necesariamente conocida, aunque tampoco se pueda calificar de secreta: todo lo contrario, los únicos autéticos secretos son los de los poderosos/ricos. Todo esto puede parecer una ingenuidad y, sin embargo, la historia está llena de ejemplos importantísimos, en los que grandes cambios se han producido por la intervención de muy pocas personas. El caso más claro es el de la Revolución Francesa, obra de clubs a cuyos miembros se le conocía como "les philosophes", es decir, que no eran ni políticos, ni aristócratas, ni personas adineradas. Y cambiaron un país y un continente. 2) La manera de introducir estos cambios es fundamentalmente la cultura. El medio simbólico circulante más poderoso no es el dinero ni el poder, sino el significado. Si se cambian los significados, si se transforma el sentido, se pueden producir auténticos vuelcos. No hay nada más explosivo que el pensamiento. Por eso se persigue con más energía que la goma-2. Por de pronto, ya se ha logrado erradicarlo casi En el contexto de que se trataba, habría que pensar seriamente en las raíces históricas del terrorismo, en la situación del Islam, en los enfoques del fundamentalismo protestante, en el problema que plantea a los musulmanes el Estado de Israel, en la desmoralización de las sociedades occidentales, en el riesgo de "contragolpe" que lleva consigo la globalización, en la consagración de la violencia en las sociedades occidentales, etc. Todos estos temas están prácticamente ausentes del debate intelectual hoy; sólo se tratan de manera muy superficial y sesgada en los medios de comunicación. Entre tanto, el terrorismo está iniciando un ataque global a los países occidentales, en los que no se tiene ni idea (o, si se tiene, se oculta) de qué va la cosa. De momento, hacer este tipo de afirmaciones es como predicar en el desierto, porque no a nadie parece agradarle la verdad amarga. No es políticamente correcto decir tales cosas. Las consecuencias de hacerlo son bastante desagradables, como he podido comprobar repetidas veces, algunas de ellas muy recientes. Pero considero que se trata de una responsabilidad moral de primer orden, en cuyo ejercicio que hay que partir de que uno puede estar equivocado, y admitir las rectificaciones sensatas, pero no la imposición de silencio. [Written by Alejandro Llano] |
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