Alejandro Llano acaba de publicar el libro "Deseo, violencia, sacrificio. El secreto del mito según René Girard" (Eunsa, 212 pp., €14). Alejandro Llano, atento siempre a las cuestiones más inquietantes de nuestro tiempo, nos dice que vivimos en una época de deseos desbordados. Pero lo que apetecemos no son los objetos de uso y consumo: deseamos ser como las personas que los poseen. El "otro" se convierte a la vez en modelo y rival. Frente al simplismo antropológico, resulta que el amor es triangular. Esto genera una violencia latente o explosiva que celebra su triunfo en el terrorismo internacional.
La violencia generalizada hunde sus raíces en los mitos de las culturas primitivas y está en el origen de las religiones ancestrales. Alejandro llano nos presenta a René Girard como el pensador más penetrante y provocativo de la hora presente, que ha mostrado que el secreto del mito se desvela en la Pasión de Cristo. Como advierte en la contraportada, este libro habla de los temas sobre los que está prohibido hablar.
El pasado 1 de marzo 2004, Alejandro Llano participó en el "Seminario Interdisciplinare Permanente di Poetica & Cristianesimo", que tengo el honor y el gusto de dirigir, en la Facoltà di Comunicazione Sociale Istituzionale de la Pontificia Università della Santa Croce, en Roma. En su Ponencia habló de "La antropología de la religión según René Girard", haciendo explícita mención de las cuestiones que figuran en el título del libro que acaba de publicarse. Un libro que -desde luego- merece la pena leer.
A continuación figuran unos párrafos iniciales de la mencionada Ponencia, que permiten situar la figura de este humanista contemporáneo [para el texto completo en español e italiano, ver al final de estos párrafos]:
Girard, católico declarado, está convencido de que la inteligencia cristiana no puede prescindir de la antropología cultural, escasamente tenida en cuenta hasta ahora, incluso tras el giro antropocéntrico de la teología desde el segundo tercio del siglo XX. Además de poseer un impresionante conocimiento de las culturas primitivas y de la mitología primitiva o clásica, le impresionan sobre todo las figuras de Sigmund Freud y de Claude Lévi-Strauss, que tan decisivamente han influido en el actual panorama francés de las ideas, al que Girard pertenece y del que se nutre, aunque haya transcurrido la mayor parte de su carrera académica en Estados Unidos, especialmente en las Universidades John Hopkins y Standford, donde ahora sigue investigando a pleno rendimiento. |
Una circunstancia biográfica contribuirá de manera poderosa a conferir a Girard un perfil peculiar e inconfundible. No es un científico social, ni se ha formado en las ciencias humanas, sino que su temple corresponde a un “hombre de letras”: historiador y teórico de la literatura. Está convencido de que las humanidades contribuyen a la comprensión del hombre en una medida mucho mayor que las ciencias sociales. Nada menos que Hannah Arendt había atribuido la decadencia intelectual de las universidades norteamericanas al predominio de estos estudios de lo humano que pretenden imitar el tipo de certeza característico de las ciencias físico-matemáticas y biológicas. Girard, en cambio, nos advierte de que –además de una actitud de arrogancia- tal sesgo epistemológico suele llevar consigo una constitutiva ceguera para la iluminación de las dimensiones trascendentes de la persona y de su apertura a Dios. Con su característica ausencia de “corrección política”, llega a decir en su obra Je vois Satan tomber comme l’eclair (1999), que “las modernas ciencias sociales son esencialmente antirreligiosas”. Afirmación que –por lo demás no tiene nada de radical ni de simplista, como se puede advertir en la finura y complejidad de los análisis metodológicos incluidos en su colección de ensayos publicada en Estados Unidos y titulada The Double Business Bound (1978). Isaiah Berlin atribuye al poeta griego Arquíloco el aforismo según el cual hay dos clases de personas: la del tipo zorro y la del tipo puercoespín; el zorro sabe muchas cosas, mientras que el puercoespín sabe una sola. Girard es de esta segunda especie. Por eso fascina e irrita. En una época como la nuestra, empapada de escepticismo, ha podido decir que su tarea intelectual se ha dirigido a contrarrestar el relativismo antropológico imperante, con una teoría que sea a la vez seriamente científica y pueda abarcar todos los fenómenos clave de la conducta religiosa y cultural del hombre y de las comunidades humanas. A esta única cosa que sabe la denomina teoría mimética. Está centrada en un tema capital para nuestro tiempo: el deseo desbordado, que nos lleva a querer precisamente aquello que otros quieren, como demuestran los fenómenos de la publicidad y el consumismo. Lo cual conduce a la violencia generalizada, tanto en las sociedades tradicionales como en las que hoy habitamos. Y la solución a la violencia se busca en el sacrificio, en la inmolación de algún individuo o grupo que desempeña el papel de “chivo expiatorio”. Girard resulta, así, un excelente interlocutor cultural, porque aborda a pecho descubierto cuestiones centrales de nuestra época de las que casi nadie se atreve a hablar. De una honradez intelectual a toda prueba, ha motivado que las antropologías al uso aparezcan como ingenuas, lo cual no se le perdona, de manera que –según ha señalado Amalia Quevedo- a él mismo se le trata como un “chivo expiatorio”. |
Es un balsamo encontrar algo escrito sobre Girard en español, ya era hora de que en el mundo hispano descubriesemos al Hegel cristiano, al Durkheim revitalizado desde el catolicismo. Sigo a Girard con urgencia , creo que es imprescindible para la supervivencia de la humanidad.¿ No creen ustedes?
Publicado por: Jose Luis Mira Torres | 16 julio 2004 en 01:45 p.m.