Tres simples evidencias
Es evidente que “El código Da Vinci” ha hecho gala de su categoría editorial de “best seller”: un año largo como inusitado primero en la lista de ventas, antes de pasar a la edición de bolsillo. Tan evidente como la contundencia de la crítica a la hora de valorar su escaso o nulo valor literario, dentro de la misma categoría de “best seller”. También es evidente la denuncia y el fuerte rechazo intelectual que ha producido entre profesionales de la historia en general y de la Iglesia en particular, incluyendo a los expertos en contenidos dogmáticos y morales de la teología católica. Por eso se entiende bien que algunos criticos, como Sandra Miesel entre muchos otros, y la misma Iglesia y sus instituciones [Véase, por ejemplo, Catholic Answers Special Report, o bien, "The Da Vinci Code, the Catholic Church and Opus Dei"] hayan optado por desautorizar los errores y falsedades de bulto que contiene.
Algunos han sido ya referidos aquí, en Scriptor.org, con Introvigne. Pienso que no está de más razonar que se trata de tergiversaciones históricas y teológicas que -bañadas en gnosticismo, y burla burlando el juego de la "ficción"- esta obra incorpora a la sensibilidad o a la imaginación de los lectores, al pretender estar basada en hechos reales. Cualquier lector debería estar en condiciones de saber que no es -como pretende- una inocentre "ficción histórica", sino una desdichada o perversa "ficción seudo-histórica".
“To put the matter succinctly, "The Da Vinci Code" by Dan Brown is overwritten (454 pages), overplotted and overdrawn.
“And Christians are likely to find it offensive, although it is exceptionally clever in an intellectu
al way. It distorts church history while putting a modern dress on the hoary Arian heresy, weaving historical and pseudo-historical threads through a contemporary mystery that is set in motion by the murder in the Louvre of the famous museum's curator.
“Brown's novel, his second featuring the Harvard symbologist Robert Langdon, has also been overbought and overpraised, due at least in part to a marketing ploy which found Doubleday distributing 10,000 free advance copies to the media. This, according to The New York Times, was more copies than any of his previous books sold.”
(Joseph R. Thomas - CNS, 06 June 2003)
Una “ficción seudo-histórica”
El código Da Vinci” es una ficción, y se vende y se justifica en principio como tal. Aunque los sutiles juegos argumentativos del “marketing” han logrado presentarla de hecho como una "ficción histórica", y no como una “ficción seudo-histórica”, que es lo que realmente es. Porque pretender ser pura y simple "ficción literaria o poética" (es decir, "literatura"), es algo que nadie -ni siquiera su autor- pretende. El caso es que como “ficción histórica” ha sido obedientemente recibida por los lectores, sin éstos darse cuenta del travestimento. No en vano Dan Brown ha repetido, en las pocas entrevistas que ha concedido, que la historia reflejada en su libro "is accurate". En la declaración inicial de la novela, una página titulada “Fact”, dice textualmente: "all descriptions of artwork, architecture, documents and secret rituals in this novel are accurate."
Basta navegar un poco por internet para comprobar cómo esta pretensión de “accuracy”, de exactitud y fiabilidad, incluye las valoraciones y juicios contenidos en el libro sobre las cuestiones doctrinales e históricas de la Iglesia. Que es algo que va mucho más allá de lo planteado con la referencia a “la arquitectura, los documentos y los rituales secretos”. Siguiendo el planteamiento que Dan Brown pretende para su obra, en Internet hay innumerables textos y citas sobre cuestiones históricas y de doctrina religiosa, tomadas del libro, que son presentadas como afirmaciones "accurate", es decir, exactas y dignas de fiar. Y que no son ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Un ejemplo de lo dicho, en un comentario tomado de internet, casi al azar:
"I finished reading The Da Vinci Code, by Dan Brown last week and I must say it has given me a whole new outlook on Christianity and the Catholic Church. Much of his writing was fiction, this I realize, but much of it was based on actual facts. I began doing a little research, and without giving away the secret of the book and it's ending, I must say that the story has ALOT of credibility. Thanks Dan Brown for your exciting, intelligent, and thought provoking novel!!" ("Reality check", by Michael, Cincinnati, Ohio)
Es innegable, por tanto, la confusión que el libro está sembrando en lectores de escasa preparación cultural, o con imaginación y conciencia débil y perezosa, es decir, imaginaciones abiertas a absorber sustanciales manipulaciones fantasiosas de la realidad histórica. Y todo, para que funcione la trama de ficción de las pesquisas y andanzas de Robert Langdon, el protagonista. Que por supuesto trabaja en Harvard, y se dedica al “simbologismo”. Aunque se parece tanto a Indiana Jones ("Harrison Ford in Harris tweed", pretende el autor) como Brown se pueda parecer a Umberto Eco. Todo un ejercicio de “quiero y no puedo”, incluso cuando el modelo de referencia (el Umberto Eco de “El nombre de la rosa”) es precisamente conocido por sus bromas eruditas, algunas de poco gusto, en la poderosa operación de trasvase de datos y de categorías desde nues¬tros días al siglo XIV. Por no entrar en detalles: no es de fiar cultural e históricamente una obra en la que se llama “Da Vinci” a quien hasta ahora era universalmente conocido como Leonardo, o en la que se pone en solfa la identidad de Mona Lisa. Como queda demostrado por Giuseppe Pallanti, no era ninguna cortesana ni amante de Leonardo, sino simplemente Lisa Gherardini, noble de Chianti y esposa de un amigo de la familia de Leonardo, comerciante en sedas.
“The immunity of fiction to factual correction is undermined by two things about Brown's book. One is that readers believe some of the novelistic assertions of the narrative's truth. The other is the surprising ease of selling as the basis for a story the judgment that the Catholic Church is a monster of deception. Will it come within the terms of David Blunkett's law against incitement to religious hatred?
“The most obvious fantasy in the novel is making Opus Dei a kind of training school for assassins. In truth, the Pope declared the founder of Opus Dei a saint, at a crowded ceremony in St Peter's Square in 2002, the year before The Da Vinci Code came out. If the Pope is Antichrist, of course, that is the sort of thing you might expect.”
Christopher Howse, “I've cracked the code: it's rubbish”
(Telegraph.co.uk: 06/08/2004)
El tabú de lo “políticamente correcto”
Algunos dicen que el libro de Brown tiene la cualidad de atrapar la atención y la imaginación del lector. Pero el caso es que hay además algo más en juego, que tiene que ver con los elementos históricos sobre los que trabaja la trama ficticia: no es lo mismo "atacar" al Cristianismo y la Iglesia católica que atacar a la democracia. Ser "antidemocrático" resulta hoy imperdonable, por inadmisible. Ser "anticristiano" parece que es admisibre y en cualquier caso, "perdonable": atreverse a presentar como inmorales a personas e instituciones de la Iglesia, y a la misma Iglesia y a Jesucristo, parece que aún tiene el morbo de "atacar" un tabú que es preciso "desenmascarar", o algo así, sabiendo que está admitido por la corrección política hoy en boga. Y por eso se dedica a hacer ver que lo que parecía, cuando menos, una respetable "band of brothers", es en realidad una execrable "band of criminals".
Si (por ejemplo) alguien escribiera un thriller tan perfectamente estructurado en su trama principal como algunos dicen que sucede con el de Brown, de modo que los lectores no pudieran compulsivamente dejar de leer, al modo en que los perrillos del Dr. Pavlov no dejaban de salivar cuando tocaba la campanilla, pero su premisa planteara (por ejemplo), con datos "científicos y reales", que la democracia es, no ya en sus orígenes griegos, sino desde siempre, y desde luego tras la revolución francesa y sus masonerías, y sobre todo, precisamente hoy, un engaño perverso como sistema de convivencia política. Si alguien nos hiciera ver que en realidad la democracia (y no como un posible caso aislado de un país, o una época, sino en sí misma considerada) es por naturaleza algo que sirve de tapadera a los intereses de unos pocos oligarcas (una pretendida y respetable "band of brothers", que es en realidad una execrable "band of criminals"), ese thriller no tendría futuro. Sobre todo porque parecería inverosímil, incluso aunque las pesquisas del héroe que pone de manifiesto que "la democracia es un engaño criminal", estuvieran hábilmente sazonadas, por supuesto (y además de la acción física, las muertes y las efusiones sentimentales), con las recomendables dosis que aporta el feminismo, el pensiero debole y el new-ageism.
Si, por tanto, ese hipotético relato cumpliera formalmente con los requisitos de un thriller conspiratorio, pero pusiera en tela de juicio (de la mano del protagonista "bueno", no solo por parte de los "malos") la genuina naturaleza de la vida democrática, aun sabiendo que se trata sólo de una novela de ficción, esa historia no llegaría muy lejos, ni en su andadura editorial, ni –caso de publicarse- en las listas de ventas. No porque fuera absurdo (que lo es, y mucho), sino porque sería inverosímil. Supondría un grave quebranto, no ya para el sentido común, o para quienes saben algo de historia. Ni siquiera para la masonería; sería una falta grave, un acto demonizable y fácilmente calificable (por ejemplo) de “nazi”, porque sería un atentado contra “la democracia”. Que es el tabú de lo “políticamente correcto”: el único referente públicamente aceptado como “sagrado”, como intocable, en una cultura relativista como la nuestra. Sin embargo, no deja de causar patética admiración cuando se observa que no son pocos los que aceptan sin problemas las barbaridades históricas del libro de Brown, acerca del cristianismo.
Lo políticamente correcto hoy incluye como “democrático” la apertura de la veda para que el catolicismo en general pueda ser objeto de burla y hasta de “caza de brujas”: por algo será –pensará más de un laicista, inconsciente de serlo- que el laicismo democrático de algunos gobernantes europeos ha impuesto que no figure en la constitución europea una referencia a sus innegables y evidentes raíces históricas cristianas. ¿Por qué esto es al menos tolerado como parte del juego “democrático” o políticamente correcto, y sin embargo muchos políticos y hombres de cultura (y periódicos, como Le Monde, El País, Repubblica, NYT, etc.) saltarían heridos en su dignidad de defensores de los valores de la modernidad, si algo semejante a la ficción de Brown se planteara –en vez del entorno explícitamente católico- en el entorno del judaísmo, del budismo o del mahometismo? No parece necesario traer a colación lo sucedido recientemente en la opinión pública con la película “The Passion” de Mel Gibson, acosado durante los meses previos a su estreno por la acusación de ofrecer una presunta imagen “inaccurate” de algunos sumos sacerdotes y fariseos contemporáneos de Jesucristo.
El "frisson" del escándalo religioso
“Mr Brown's growing legion of critics claim that he has not played fair with his sources. His emphasis on gnostic texts and the so-called "lost teachings" of Christ, found in later works such as the recently discovered Gospel of Thomas, are to be fiercely repudiated.
“Amy Welborn, the author of De-Coding Da Vinci, believes that the novel is wilfully deceptive. "Dan Brown presents many assertions about history, religion and art," said Ms Welborn. "He presents them as truth, not as part of his fictional world."
“Mr Brown is refusing to give interviews as he works on another book. On his website, he says: "Each reader must make the choice whether to agree or disagree with the characters' viewpoints. My hope was that the ideas in the novel would serve as a springboard for people to discuss the important topics of faith, religion, and history."
(Telegraph.co.uk: “America's Christians launch assault on The Da Vinci Code”, 02/05/2004)
Quizá el éxito popular de la historia que cuenta el libro tiene que ver con su estructura mixta de verosimilitud formal -siguiendo las normas del género "thriller conspiratorio"- y de una provocadora (por escandalosa, no sólo heterodoxa) apuesta temática. Porque el relato pretende jugar a la ficción y al tiempo "desmontar" al modo racionalista gnóstico (equivalente populista de la "déconstruction", moda intelectual ya pasada) cuestiones fácticas de historia, efectivamente innegables, y cuestiones de teología con sólidos y patentes fundamentos racionales, filosóficos y de hermenéutica escriturística.
Parece que su éxito editorial tiene que ver con su capacidad de producir, en lectores inocentes, benevolentes y sobre todo ignorantes, el "frisson" del escándalo religioso como si sólo fuera un "frisson" propio del "thriller" como género literario, cuando en realidad es el triste "frisson" de sentirse confirmado en la cómoda pseudo-certeza gnóstica de que realmente no hay nada sobrenatural ni trascendente, porque nunca lo ha habido, a pesar de las “oscuras maniobras” de la Iglesia. El motor del éxito editorial debe funcionar alimentado por la relativa tranquilidad que produce saber que no hay nada trascendente, más allá de lo “políticamente correcto”, que es lo que podemos manejar y controlar con seguridad y certeza. Y hoy lo políticamente correcto pasa por buscar nuestras raíces culturales en una peculiar Florencia de los Medici, laicista, en la que las raíces llegan a los siglos anteriores a Cristo, sin tener en cuenta el cristianismo:
"Botticelli's combination of lucid form and riddling content speaks of initiation into higher truths about humanity and civility, truths rooted in the traditions of Greece and Rome at the dawn of Western civilization, and transmitted secretly down the centuries. (...)
"Christianity, another essential component of Western civilization, appears in a more ambiguous light. The Da Vinci Code centers on a secret cache of documents, guarded by a secret sect of adepts, that, if revealed, would bring down the Church--in this novel meaning Roman Catholicism--by documenting that Jesus had not died on the cross and been resurrected from the dead, but instead had moved to France with his wife Mary Magdalene to found the Merovingian dynasty of French kings and to keep alive a series of pagan mysteries that included ritual sex and cultivation of what the book's characters call, with striking pedantry, "the sacred feminine." (This complex of beliefs seems to consist of the Mutterrecht of the nineteenth-century mythographer Bachofen strained through the sieve of the present-day New Age goddess cult)."
(Ingrid D. Rowland - "Leonardo Da Vinci at the beach. Pop Esoterica!", The New Republic, August 11, 2004)
La entera y sustancial dimensión sobrenatural que una cultura cristiana incluye, resulta que ha sido y es pura invención y mera conspiración a lo largo de la historia. El lector más o menos inocente y distraído puede sentirse ahora, incluso, aliviado de tal posible engaño: ya no debe tener ninguna mala conciencia si no vive según las exigencias de su fe, o la fe que le enseñaron sus padres o sus abuelos. Ellos estaban engañados, no estaban al corriente de lo que ahora “ya” sabemos. Ese lector ya es ahora, gracias a Dan Brown, una persona de una calidad humana muy superior a esa panda de tarados mentales y morales que circulan por el libro, hecha de emperadores romanos antifeministas y papas contemporáneos que contratan en Nueva York, en la esquina de Lexington con la Calle 34, asesinos albinos e imbéciles del Opus Dei, entre otras lindezas.
Puede resultar muy gratificante para el ego del lector comprobar que Leonardo (“Da Vinci”) quizá era casi tan listo como nosotros, porque nosotros ya hemos descubierto con certeza que los primeros cristianos no creían en la divinidad de Jesucristo (mero ciudadano judío a quien dio descendencia Magdalena, su mujer), que le Resurrección nunca tuvo lugar, que la Biblia es un invento de Constantino. Y por eso -entre otras menudencias- no hay que tomar en cuenta los cuatro Evangelios que hasta ahora todos conocíamos como tales Evangelios, porque el único que merece la pena histórica y doctrinalmente (el “evangelio de Tomás”), lo "descubrimos" gracias al brillante trabajo del "Harrison Ford in Harris tweed" que protagoniza el libro de Brown.
Eso, al menos, es lo que "va de soi" si queremos ser coherentes con el secretismo gnóstico que permite el "frisson" del trhiller que lo desvela, una vez que -por supuesto- también sabemos que es un mero "thriller", pero que deja su poso... Es decir, desvela el presunto y fantasioso secretismo de la historia, al precio de que aceptemos la premisa gnóstica. Un precio realmente de ganga para nuestra endeble dotación cultural relativista.
Aceptando la premisa gnóstica, pasamos a ser detentadores de un "secreto" acerca del "secretismo" que nos ha sido desvelado al oído, en voz baja, a nosotros, privilegiados lectores de un "trhiller" que en realidad es un libro de "ficción histórica" que nos asoma a la “verdadera historia” a través del ojo de la cerradura de la puerta que hasta ahora era celosa y criminalmente custodiada por los inventores y mantenedores de esa ficción perversa llamada cristianismo, y en concreto, religión católica.
Somos entonces “conocedores auténticos”, gnósticos, parte de una excepción exclusiva, que -gracias al experto Brown y a Robert Langdon, su trasunto en el texto- ya sabemos lo que los demás aún no saben... A no ser que compren también el libro, que es de lo que se trata, en esta sociedad de consumo: cuanto antes, en tapas duras, porque así el libro parece más serio, y por eso cuesta más que en la edición popular de bolsillo.
Una cuarta simple evidencia
Puesto que la trayectoria de este “best seller” continúa, habrá ocasión de volver sobre otros aspectos del asunto. Quizá cuando se estabilicen las noticias acerca de su versión cinematográfica. Por el momento, lo que ahora se puede decir es lo que publica Thezreview:
"Huge stars George Clooney, Russell Crowe, Tom Hanks and Hugh Jackman are all possible contenders for the lead in the adaptation of the bestselling book The Da Vinci Code by Dan Brown. Ron Howard is already signed on to direct, Brian Grazer to produce and Akiva Goldsman pens the screenplay, the same lot who did "A Beautiful Mind". The story centers on one of the greatest mysteries of humankind, a 2000 year-old conspiracy, clues to which are encoded in the paintings of Leonardo Da Vinci."
Es el mismo equipo creativo que con "A Beautiful Mind" edulcoró --tomándose algunas licencias poéticas, según propósitos y criterios moralmente bondadosos y políticamente correctos-- la atormentada biografía histórica de John Forbes Nash Jr., esquizofrénico y genio matemático dedicado a la criptografía. Como se dice en el comentario que publica imdb, "this movie purports to be a true story. It isn't. They make Nash into a saint-like character. In real life he cheated on his wife (with women and men), was addicted to drugs and divorced her. All this is left out of the movie to make him more acceptable for mainstream audiences. Basically though, they're lying."
Sin anticipar juicios que pueden resultar injustos, es sin embargo evidente que cualquier cosa puede suceder en este caso. Esperemos que los criterios morales del equipo creativo no se reduzcan a lo políticamente correcto, lo aceptable para las "mainstream audiences" (que, como hemos visto, sería sin lugar a dudas una adaptación literal del libro). ¿Serán capaces esta vez de tomar un buen puñado de "licencias poéticas" respecto del texto de Brown y así atenerse a la realidad histórica, y -de paso- no herir la sensibilidad de al menos unos mil millones de personas, más o menos conscientes de lo que es el cristianismo?.
Ahora ya no está en juego moralizar con benevolencia sobre la imagen de un científico estrafalario y enfermo, sino respetar la verdad de "one of the greatest mysteries of humankind", que en cuanto alude a la Iglesia, desde luego no es -como pretende el proyecto de adaptación cinematográfica, siguiendo a Brown- "a 2000 year-old conspiracy".
Puesto que no hay una "Anti-Defamation League" (como la que sigue los intereses judaicos) que se ocupe de asuntos históricos cristianos, ¿no habrá por ahí alguien con dos dedos de frente, algún historiador, algún cristiano, que conozca un poco a Ron Howard, Brian Grazer, Akiva Goldsman o a algún alto ejecutivo de producción de la Sony Pictures (desde Michael Lynton, Amy Pascal -al frente de Columbia Pictures, que posee los derechos del libro, dentro de Sony Corp.- o Jeff Blake hacia abajo) y que les pueda decir algo medianamente sensato al respecto?
El anti-cristianismo como último "prejuicio socialmente aceptable" ya se está acabando, y -a lo peor- se pueden encontrar con un movimiento popular de espectadores semejante -aunque de sentido opuesto- al que hemos presenciado a propósito del estreno de "The Passion".
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>> Puede leerse en el blog Arguments, un amplio resumen en castellano del libro Descodificando a Da Vinci, de Amy Welborn.
>> En IglesiaDigital puede leerse una reseña del libro de José Antonio Ullate Fabo, La verdad sobre el Código da Vinci, escrita por Fernando José Vaquero Oroquieta.
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