No se trata de pedir chivos expiatorios ni de curiosidad morbosa acerca de las medidas internas tomadas en El País a raíz del “asunto del anuncio de las torres gemelas”. El caso es que decepciona mucho y hace daño a la credibilidad y transparencia del periódico lo que éste dice hoy, 22 días después del inicio de este “asunto”.
“Para nosotros el tema de la campaña ya está zanjado”, afirma la directora de comunicación de Prisa, Patricia Gómez, que confirma que “la investigación está concluida”. Y añade: “Una cosa es que se concluya y presenten el informe y otra que nosotros vayamos a cebarnos con las personas que han sido relegadas”; una actitud que, dice, “no es estilo de esta casa el corte de cabezas, y menos aún en la plaza pública”.
Está muy bien saber que para “ellos” el tema está zanjado, sin “cebarnos con las personas”, sin canibalismos, puesto que no ha habido “corte de cabezas”, y menos a la luz pública. Desde luego que cada cual es muy dueño de hacer en su casa lo que quiera. Y explicarlo públicamente con los símiles que le plazca. Pero cuando se trata de una casa que es una muy poderosa institución pública, y siéndolo de comunicación, como lo es Prisacom y el Grupo en que se integra, parecería mejor hacer las cosas a la luz del día. Aunque hacerlo a la luz del día sea visto por Patricia Gómez como hacerlo “en la plaza pública”. Y en este caso, la mención de la plaza pública, junto a los decapitamientos, viene a sugerir que una explicación pública del asunto sería algo de muy mal gusto. Un cuasi-lapsus freudiano, listo para ser adoptado como propio por parte del lector.
Está mejor, sin embargo, lo que plantea Periodistadigital.com al sacar a colación el caso del NYT y la publicación del tratamiento interno de las consecuencias sacadas del análisis del “Jason Blair affair”. Quizá al mencionar a Mario Tascón, Director General de Contenidos de Prisacom, están pensando en las dimisiones de Howell Raines como Executive Editor y de Gerald Boyd como Managing Editor. Quizá esto fuera efecto del consecuencialismo reinante aquí y allí (las acciones de por sí resultan indiferentes, sólo cuentan las valoraciones de los resultados: “si robo y no me cogen, en realidad no he robado; sólo si me cogen seré un ladrón”), quizá allí fuera efecto también de tomar en serio la conciencia profesional.
Entiendo que pueda pensarse, en el caso que nos ocupa, algo semejante a lo dicho por Richard C. Wald en la CJR:
“So the case of Jayson Blair is overblown, right? Wrong. It hurt the Times, which is a shame; it hurts journalism, though we'll get over it; but it hurts society in ways that are hardly remarked upon and need some discussion. What is at stake, oddly, is what was not said.”
Y entiendo que también pueda pensarse algo semejante a lo dicho por Pam Johnson, profesora de Leadership & Management en el Poynter Institute:
"Executive Editor Howell Raines said a staff committee would identify lessons learned.
I don't want scapegoats, either. But what was said just wasn't enough for me -- a regular reader of The Times. This is severe. The questions are many, and here are just a few that I hope are part of the internal agenda:
* How clear are The Times' journalistic standards and how regularly are those standards discussed and put into context in the newsroom?
* How clearly are new staff members informed about those standards? How are values, standards and ethics discussions incorporated when applicants are interviewed?
* What's the integrity of the editing process? Are the voices of line editors strong? What kinds of development do they get to help them grow as content editors?
* If they have a problem reporter, what kind of advice and resources are available to deal with the issues? How much are they involved in personnel issues, promotion and hiring decisions?
* What kinds of steps will help newsroom communications? What other processes, procedures and policies might be evaluated in light of what happened?
* How are decisions made in the newsroom? Do editors have authority to act on the responsibilities they are given?
Entiendo, en todo caso, que el New York Times haya encargado su nueva sede en forma de torre al arquitecto italiano Renzo Piano, que ha diseñado un edificio prácticamente transparente, como símbolo emblemático de la imagen del periódico de cara a sus lectores.
No entiendo que El País niegue a sus lectores los resultados razonados de la investigación interna acerca del “asunto del anuncio de las torres gemelas”.