Disraeli atribuye a Mark Twain aquello de "mentiras, grandes mentiras y estadísticas" ("There are three kinds of lies: lies, damned lies, and statistics.") Pienso que resulta más ajustado a la realidad de las cosas lo que dice Flannery O'Connor, en la columna de la izquierda en este blog:
"There is a certain embarrassment about being a storyteller in these times when stories are considered not quite as satisfying as statements and statements not quite as satisfying as statistics; but in the long run, a people is known, not by its statements or its statistics, but by the stories it tells." (Mystery and Manners)
Es fácil comprender que las estadísticas, en muy buena parte, son instrumentos de argumentación retórica. Aunque no son necesariamente argumentos sofísticos, a veces presuponen que la realidad es -de hecho- lo que se construye, en buena parte, precisamente a golpe de estadísticas.
Tal cosa sucede cuando se acepta con Nietzsche -por ejemplo, y muchas veces sin saberlo- que ya no hay "sucesos", "eventos" ni "acontecimientos", sino solo "interpretaciones", es decir, "fabricaciones". No se trata ahora de repasar lo dicho por Peter Berger y Thomas Luckmann en The Social Construction of Reality, ni referirnos a Karl Mannheim.
Tampoco hay que volver a estudiar a Max McCombs cuando habla de la influencia de las noticias sobre nuestra manera de ver el mundo, ni por tanto del papel de "agenda-setting" o de "framing" de los medios. Ni plantear la "renovación de los imaginarios sociales" intercambiando los mecanismos de argumentación por los de estricta tecnocracia de seducción. Ni siquiera atender con Habermas la desintegración de lo “público” y lo “privado” por el creciente sometimiento uniformizante al mercado.
A golpe de estadísticas construye (ayer) el diario El País una realidad española, según la cual, este es el ranking de las "instituciones fiables":
"La televisión y la Iglesia son las dos instituciones en las que menos confían los españoles, según una encuesta elaborada por el CIS simultáneamente con 17 países latinoamericanos para poder comparar las opiniones en todos ellos. La televisión despierta poca o ninguna confianza al 68,2% de los encuestados y la Iglesia al 61,5%. El tercer lugar en desconfianza queda para los sindicatos (57,7%). A cambio, las instituciones en las que más confían los españoles son la policía (63,8%) y las Fuerzas Armadas (49,7%).
(...) Aunque la Iglesia es, tras la televisión, la institución en la que menos confían los ciudadanos, el 73,7% se declaran católicos. Sólo el 19,6% se define como "una persona no religiosa" y el 0,6% se confiesa "ateo o agnóstico". Las restantes religiones tienen una filiación inferior en todos los casos al 1% de los encuestados. Por ejemplo, sólo el 0,1% dice ser de religión musulmana.
Aunque tres de cada cuatro encuestados se califican como católicos, también dicen que mayoritariamente (un 57,4%) son poco o nada practicantes de su credo. El 23,1%, a cambio, afirma ser "practicante o muy practicante" de su religión."
Por su parte, casualmente o no, el diario La Razón publica (ayer también) el resultado de un sondeo según el cual la imagen es contradictoria con la anterior:
"El último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas de septiembre no incluye intención de voto ni valoración de líderes políticos, pero sí aporta datos interesantes sobre algunos asuntos de actualidad política. En plena reflexión sobre las relaciones Iglesia-Estado y ante la pregunta «qué institución le merece mucha confianza», los españoles eligen, por este orden, a la Policía, las Fuerzas Armadas, la Iglesia y el Gobierno. Otro dato: el 84 por ciento de los encuestados se declara «muy o bastante orgulloso» de ser español y el 75 por ciento reconoce ser católico.
(...) Los resultados del CIS se recogieron entre el 8 y el 23 de septiembre, tras la realización de 2.500 entrevistas y en pleno debate sobre las relaciones entre la Iglesia Católica y el Gobierno. El 74 por ciento de los encuestados reconoció que su religión es la católica, aunque la mayoría dijo no ser practicante. Agnóstico sólo se declara el 0,3 por ciento de los encuestados, el mismo porcentaje que los ateos. Musulmanes y ortodoxos representan sólo el 0,1. Quizá algo tuvo que ver la intervención del presidente del Gobierno ayer sobre la financiación de la Iglesia con estos resultados. Y es que, ante la pregunta qué grupo o institución le inspira más confianza, la respuesta de «mucha» sitúa a la Policía (19 por ciento), las Fuerzas Armadas (11,6) y la Iglesia (10.5) se sitúan por encima del Gobierno (7,5). Si se suman las respuesta «mucha» y «alguna» confianza, el orden coloca al Gobierno por delante de la Iglesia, pero mantiene a la Policía y el Ejército a la cabeza de la mejor valoración."
Para ser coherente con los dicho por Flannery O'Connor, parece que conviene arrimarse mejor a las historias que a las proposiciones, si queremos saber acerca de la soceidad española. Y arrimarse más a la proposiciones mejor que a los estrictos datos estadísticos de las encuestas.
En este caso, entiendo que lo presentado por el diario El País tiene mucho de "statement", de proposición ideológica interesada (en dejar fuera de juego social a la Iglesia católica), con lo cual queda más lejos de ser reflejo de la realidad del pueblo español que el panorama presentado con su "story" por el diario La Razón.
Lo que este último aparece tiene menos elementos de la rotundidad tumbativa de un "statement" y más elementos de la verosimilitud de una "story". De un relato, quizá aparentemente ficticio, pero que a fin de cuentas parece acordarse con la realidad de un estado de cosas. En todo caso, lo presentado por La Razón tiene menos que ver con un razonamiento como el de El País, que no solo no prejuzga un estado de cosas real y efectivo (no admite la estabilidad efectiva de una realidad común), sino que se dedica a "construirlo" con su "statement".
Es cierto que el asunto en juego no es para reír. Pero no todos los días tenemos ocasión de sonreír al menos, ante tan solemnes cuestiones, al ver al mismo tiempo al El País esforzado en insistir en "la razón" de su construcción de la realidad, y a La Razón esforzándose en que su relato sea un reflejo de la realidad de "el país".
Coda final
A fin de cuentas, y en este mismo ámbito de cuestiones tratadas por esos periódicos, queda en pie la cuestión de Flannery O'Connor: ¿qué historias -qué ficciones- nacen y se cuentan entre las gentes españolas? O lo que viene a ser hoy dia semejante: ¿de qué asuntos tratan y qué mencionan y valoran sobre tales asuntos las ficciones que se escriben y publican hoy en ese país? O incluso, más interesante: ¿qué ficciones resultan, no sólo escritas y publicadas, sino leídas y -sobre todo- releídas o apreciadas (más allá del marketing editorial) entre las gentes de esa nación? Sean o no ficciones autóctonas.
Es éste un termómetro que habla de la temperatura, no sólo literaria, sino sobre todo vital, de una sociedad. Un termómetro que no por desconcertante resulta menos verdadero. Y es desde luego un asunto demasiado grande para ser tratado en un simple blog, nacido de la coincidencia circunstancial de dos periódicos.
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