La publicidad comercial de tecnología médica, como se observa en el banner del equipo Ultrasound 3D de Philips, menciona la posibilidad de recordar, no sólo las primeras palabras (a los 17 meses de nacer), ni sólo algo más antiguo, como los primeros pasos (a los once meses de nacer), sino también recordar la primera sonrisa (tres meses antes de nacer).

El documento no es perfecto, pero la sonrisa se ve. Lo mismo que se ve el movimiento del hijo en el seno de su madre, en este cortometraje de 30'' [1 MB, QuickTime]. Algo que hace unos meses, no se podía ver.
No trato hacer publicidad de Philips. Supongo que esto es leído por gente inteligente, que pensarán que trato de poner de manifiesto la extensión de vida natural de las personas. Algo que desde luego otras personas pueden interrumpir en algún momento. Si ese momento se encuentra entre el nacimiento y la muerte natural, se llama homicidio u otras cosas. En los márgenes nos topamos -entre otras cosas- con el aborto y la eutanasia.
Esto viene a cuento por si ayuda reflexionar sobre algunas de las cosas -más bien extrañas- que leo acerca de la campaña oficial del gobierno español en pro de la laicización de la sociedad española (y mundial, si pudiera). Ya va siendo tiempo de disponer de un mínimo de madurez cultural pública y saber que la laicidad y el laicismo no son una y la misma cosa**. Ni que hay, o puede, o debe, haber una guerra de incompatibilidades entre ideologías políticas y conciencia religiosa. O que conviene equiparar el dogma y la moral de una religión con una ideología política. Es decir, equiparar a la Iglesia Católica con un partido político más del abanico español. O bien expulsar de la vida pública el contenido de ideas y el ideal de vida digna que trae consigo el dogma y la moral cristianos, como si fuera un cuerpo extraño y además, dañino.
La ciencia y la técnica dejan hoy ver como sonríe una persona aún no nacida. Una sonrisa que se puede fotografiar, para conservar el recuerdo del momento. Y se trata de una sonrisa humana, personal, aunque algunos -sobre todo ignorantes- le o la consideren como un simple amasijo de células que, en caso de que su nacimiento resulte molesto, pueden tirarse al cubo de los desperdicios. Y es un alguien, no un algo, quien sonríe. Es una sonrisa en un rostro, caramba. No es siquiera la mueca de un macaco. Una sonrisa que si se ve, resulta difícil de concebir que alguien piense interrumpir por eliminación. Hoy vemos la sonrisa de -3 meses. Mañana veremos probablemente sonrisas mucho más antiguas en el tiempo de vida de las personas. ¿O prohibimos a Philips que siga investigando estas cosas, no vaya a ser que luego nos permitan ver mejor la realidad? Hoy por hoy, cuando es difícil que la cabeza asienta tras un razonamiento adecuado, nos fiamos más del corazón que siente. Y para que el corazón sienta, el ojo tiene que ver.
Adelante con la laicidad de las sonrisas de los aún no nacidos. Y ya puestos, quizá mejor no jugar a imponer el laicismo como religión oficial de Estado. Primero, porque eso es un claro tipo de fundamentalismo: aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y luego porque es una ridiculez. Y por dejar la cosa sin ir a mayores razonamientos, parece que es mejor no imponer este fundamentalismo, porque por ese camino nos quedamos sin una cultura digna que ofrecer al nonato o a la nonata que nos sonríe desde esa pantalla tres meses antes de ver la luz del día, que es lo que -en principio- hace su madre al dar a luz.
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** Por si ayuda a entender la distinción, estas palabras -precisamente de Juan Pablo II al cuerpo diplomático- resultan esclarecedoras:
"Se invoca a menudo el principio de la laicidad, de por sí legítimo, si se entiende como la distinción entre la comunidad política y las religiones (cf. Gaudium et spes, 76). Sin embargo, distinción no quiere decir ignorancia. Laicidad no es laicismo [secularity is not secularism!]. Es únicamente el respeto de todas las creencias por parte del Estado, que asegura el libre ejercicio de las actividades del culto, espirituales, culturales y caritativas de las comunidades de creyentes. En una sociedad pluralista, la laicidad es un lugar de comunicación entre las diversas tradiciones espirituales y la nación. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado, por el contrario, pueden y deben llevar a un diálogo respetuoso, portador de experiencias y valores fecundos para el futuro de una nación. Un sano diálogo entre el Estado y las Iglesias -que no son adversarios sino interlocutores- puede, sin duda, favorecer el desarrollo integral de la persona humana y la armonía de la sociedad."
>> El texto completo del discurso ante el cuerpo diplomático, el lunes 12 de enero de 2004, se puede encontrar aquí (en español), o aquí (en inglés).
>> Puede interesar leer el texto de Aceprensa, "Laicidad no es laicismo", que comienza diciendo: "La autonomía política de los católicos supone que existe una separación entre los ámbitos civil y eclesiástico, pero no una desconexión con la esfera moral. No se puede confundir laicidad con laicismo. Existen aspectos que para un católico no son “negociables”: los que se derivan de la dignidad de la persona, que son además la base de la democracia."
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