Lo que sigue viene a cuento de que una pequeña noticia del comienzo del rodaje de la versión cinematográfica del Da Vinci Code puede ayudar a poner algunas cosas en su sitio respecto del contacto de este best seller con la realidad histórica. Pero antes de ir al detalle, no está de más mencionar un par de ideas, por otra parte ya conocidas.
La primera idea tiene rasgos ecológicos y es ésta: que, lo mismo que suele decirse que "la naturaleza, antes o después, se venga ante quienes la maltratan", también sucede que la realidad histórica es desde siempre terca y refractaria ante las preconcepciones, o ante los planes preconcebidos sin tenerla en cuenta. Y en este sentido, también la historia clama por sus fueros ante quienes abusan de ella. Y entre las preconcepciones que han permitido la fabricación y proliferación del fenómeno editorial llamado "Da Vinci Code" está el del relativismo cultural casi absoluto con que ese libro selecciona y teje los mimbres de la historia que cuenta. Relativismo que suele disfrazarse diciendo que "no se trata del todo de una obra de ficción (sólo los personajes), ni se trata del todo de una obra histórica (sólo el resto)".
Eso dice exactamente su autor: "While the book's characters and their actions are obviously not real, the artwork, architecture, documents, and secret rituals depicted in this novel all exist (for example, Leonardo Da Vinci's paintings, the Gnostic Gospels, Hieros Gamos, etc.)"
La segunda idea tiene rasgos artísticos, y es ésta: que el secreto del arte y también el secreto del arte de la mentira, está siempre en los detalles pequeños, que casi siempre parecen contextuales. Y el secreto de la en apariencia inocente o inocua declaración de Brown está en la pequeña palabra "etc.". Una palabra donde cabe todo lo que se quiera poner o quitar en un momento dado. Porque, como bien dice el Drae, "etcétera" es una palabra empleada "para sustituir el resto de una exposición o enumeración que se sobreentiende o que no interesa expresar. Se emplea generalmente en la abreviatura etc."
Aunque la acepción adecuada al caso es la de que "etc." se entiende como lo que "no interesa expresar", Dan Brown está en la línea de defender "etc." como lo que "se sobrentiende". Porque lo otro sería conceder que en su obra -siendo una "ficción"- hay problemas y problemas muy graves en la exactitud histórica de la representación de personas e instituciones históricas, no sólo de edificios, monumentos y documentos. Y como es ya bien sabido, se trata de problemas muy graves de referencia histórica y de relativismo cultural que -hasta el momento- sólo son socialmente tolerados con respecto al cristianismo.
No hay que tener especiales dotes imaginativas para caer en la cuenta de que la casa editorial del libro o la productora de la película no aceptarían un manuscrito o un guión con un trato semejante al que recibe la fe y las instituciones cristianas y especialmente católicas, si se tratara del judaísmo, por ejemplo. O incluso de algo tan peculiar como la llamada iglesia de la Cientología, por decir algo que parece está difundido en Hollywood, y que últimamente ha implicado a Tom Cruise no sin cierto escándalo, porque promoviendo su última película, de paso habla de sus creencias y de su iglesia.
Pues bien, el caso es que parece que la realidad histórica se rebela contra los engaños y errores perpetrados por Dan Brown, porque -según pude leer hace varios días en unas u otras fuentes- la Abadía de Westminster, sede principal de la iglesia anglicana en el mundo, ha rechazado de plano que sea utilizada para filmar las escenas que -según cuenta la novela y afirma su autor- allí transcurren.
Y han dado a conocer un comunicado que critica la novela, calificándola como “teológicamente incorrecta” y de paso señala que entre sus errores fácticos está la mención de detectores de metal que simplemente no existen en la Abadía, y desmienten que Alexander Pope haya hablado en el funeral de Isaac Newton, y desde luego descartan que frotando las tumbas de latón de la abadía se pueda obtener la imagen de las personas enterradas allí. Entre otras cosas.
“A pesar de su popularidad, El Código Da Vinci es teológicamente incorrecto. Por esa razón no podemos alentar o respaldar las polémicas y caprichosas sugerencias religiosas e históricas hechas en el libro, así como su visión del cristianismo y del Nuevo Testamento”, indica el comunicado.
La posición de la Abadía de Westminter es admirablemente firme, a pesar de las suculentas ofertas económicas de la producción de la película para lograr en la pantalla la "exactitud histórica" (o su apariencia) de la ficción del libro. Por eso, han buscado otro edificio para hacerlo pasar por el de Westminster. Y han encontrado que Lincoln Cathedral, en el Lincolnshire, al este de Inglaterra, ha aceptado que se filme allí lo que se supone que sucede en Westminster, por el módico precio de cien mil libras esterlinas. Como Lincoln no depende de Westminster, y el Rev Alec Knight, Dean of Lincoln, dice que necesita hacer obras en el edificio, acepta el plato de lentejas (por otra parte, suculento) dejando más bien de lado su dignidad institucional cristiana.
A fin de cuentas, no va a resultar tan caro seguir manteniendo el tipo de "exactitud histórica" de la que tan orgulloso se siente Dan Brown, quien sigue insistiendo en que su libro ha sido "meticulously researched" y es "very accurate." Ahora tendremos una película también "meticulously researched" y "very accurate", aunque para un mediano conocedor de arquitectura el parecido de Lincoln con Westminster puede ser semejante al de un huevo y una castaña. Como ya pasaba en el libro, en lo referente a los hechos o las verdades históricas del cristianismo. O las personas e instituciones explícitamente mencionadas. La historia real se toma así un pequeño margen de justicia sobre los injustos infundios del libro.
Este pequeño incidente "artístico" es un síntoma más del cariz que siempre ha tenido la "exactitud" en esta obra. Siempre hay, por supuesto, "pequeñas licencias artísticas" que a nadie llevan a engaño. Lo mismo que también hay "pequeños engaños históricos" que a nadie parecen artísticos. El arte, incluído el del engaño, ya lo sabemos, siempre tiene que ver de entrada con cosas pequeñas. Aunque tengan enormes consecuencias para una respetable ecología de la historia.
Comentarios
Puedes seguir esta conversación suscribiéndote a la fuente de comentarios de esta entrada.