Pensaba dejar más bien tranquilo y en paz a Giovanni Sartori, pasando de puntillas sobre el asunto de la concesión del premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales. Pero me han pedido que escriba algo, y la verdad es que no puedo negarme. Pensaba dejar pasar de largo el asunto porque se trata de una respetable personalidad que -tras sus brillantes trayectorias académicas en Italia y Estados Unidos- a la vista de algunas de sus repetidas declaraciones y razonamientos en los últimos años, según dicen algunos en Italia, y lo dicen sin el más mínimo ánimo de ofender, parece que está algo envejecido, y algunas cosas que dice, un poco fuera de sitio razonable.
Alguno de los que no aprecian lo que escribe, publica y firma en la prensa, y polemizan públicamente con él, dicen sin más, y también sin ánimo de ofender, que parece que está como un poco "rimbambito", una palabra que no es de muy buen gusto ni hace mucha gracia escuchar referida a uno mismo, porque viene a decir que uno está un poco "pasado de rosca" (al modo del "leerlaufen" filosófico alemán) o que uno está un poco "infantilizado" o algo semejante. Es decir, con la capacidad de razonar baja de forma, por decirlo suavemente así, sin necesidad de ir al diccionario. Aunque él mismo ha usado esa palabra sin especiales matices o precisiones para hablar, por ejemplo, de Berlusconi, una "bête noire" para Giovanni Sartori.
Un tema de Sartori para la prensa: biología, teología y embriones humanos
Se ve sobre todo que -en los últimos tiempos, y esté o no "bajo de forma"- Sartori tiene una especial preocupación, un tanto obsesiva, por el exceso de población en el mundo. De ahí que le parezcan estupendas prácticamente todas las medidas políticas y técnicas que permitan controlar los nacimientos de personas en el planeta. De ahí que le parezca estupendo utilizar los embriones humanos para experimentar modos de mejorar la salud de los viejos y de paso lograr que nazcan personas saludables y evitar que nazcan personas propensas a alguna enfermedad. Y de ahí no queda ni un paso para argumentar -desde la 'altura' de su pedestal académico, que por otra parte es más bien ajeno a estas cuestiones- diciendo que la Iglesia debería seguir al pie de la letra a Santo Tomás de Aquino en el asunto de la "animación" del cuerpo por el alma, etc., y aceptar de una vez que los embriones son estupendos para investigar con ellos, pero no para dejarlos crecer indiscriminadamente... Etc.
Dice Sartori que desde un punto de vista estrictamente biológico, es decir, “científico”, que es lo que cuenta, “el genoma (los genes) de un chimpancé es casi igual –en un 99,5%- al de un ser humano”. Y luego argumenta diciendo que “para la Iglesia y para la fe, el ser humano se caracteriza por el alma, y el “alma racional”, según Santo Tomás, llega tarde, no desde luego en el momento de la concepción". La verdad es que no se ve bien entonces cómo sin alma humana hay ahí un ser vivo, de tipo animal o vegetal, que "pasa" luego a ser humano como por encanto, desde un punto de vista "científico". [Asunto ya hablado aquí, en Cuando fuimos embriones (3): algunos razonamientos prácticos y científicos]. Y aduce Giovanni Sartori frente a Santo Tomás que "para la filosofía o para la reflexión racional, el ser humano se caracteriza por la razón, por la autoconciencia, o al menos por estados mentales y sicológicos conscientes”. Y lo interesante del caso es que Sartori tiene razón cuando dice que “una capacidad no debe estar activa las veinticuatro horas del día; basta con que sea activable”. Es decir, que un ser humano lo sigue siendo aunque no ejercite esta o aquella capacidad. Precisamente en eso nos distinguimos de los chimpancés, que nunca podrá activar dicha capacidad de autoconciencia, ni cuando tienen unos días ni cuando son adultos. Simplemente, porque no la tienen.
Sin entablar un debate científico, que ni apetece ni lleva lejos, a no ser entre expertos, quisiera simplemente señalar, respecto a este asunto de la conciencia, con Adriano Pessina (Sartori torna alla carica ma san Tommaso si ribella) que Giovanni Sartori distingue implícitamente entre las "condiciones ontológicas" (el ser un “humano”, es decir el tipo de vida al que pertenece la autoconciencia) y las "condiciones de ejercicio" de esa misma capacidad (el estar despierto, por ejemplo: dormidos no somos autoconscientes). Y también distingue que, por ejemplo, hay que tener cierta edad, o ser adulto para ejercer determinadas capacidades humanas. Cuando Sartori duerme no ejerce su razón, pero quien lo ve dormir sabe que es una persona humana, porque lo reconoce como ser humano, como vivo y como adulto, como claramente perteneciente a la especie humana. En este sentido, la condición para el ejercicio de las capacidades es doble: ser un ser humano y –digámoslo así por comodidad- ser adulto.
“El ser humano "contiene", por así decirlo, capacidades que el animal "no contiene". Ahora bien, ¿cuándo se comienza a existir como animales o como seres humanos? No precisamente "cuando se manifiestan las capacidades" (es decir, en la vida adulta) porque –como ha dicho el mismo Sartori- se puede ser adulto sin ejercer esas capacidades. Cosa que implica que se es ser humano o animal antes de manifestar todas las capacidades específicas. (…) Y puesto que -sigue diciendo Adriano Pessina- Sartori cita a Tomás, recordaré que Tomás define la persona humana como aquel que posee “esta carne, estos huesos, esta alma, que son principios de individuación para el hombre” (Summa Theologiae, I, q. 29, a. 4).[Interrumpo: cuando Tomás dice "esta carne", no se refiere ni se referiría hoy al supuesto "grumo de material biológico" que hoy prentenden Sartori y otros]. Sartori debería, basándose en sus premisas, revisar sus conclusiones y defender la vida embrionaria. Para ser hombre es suficiente existir: luego se puede actuar como hombres y quizá incluso como hombres justos. Si hoy podemos estar aquí hablando sobre la vida embrionaria se debe solo al hecho de que alguien ha tutelado, en su momento, nuestra vida embrionaria”. Pues bien, este es uno de los temas de conversación y debate actualmente preferidos por Giovanni Sartori. Aunque no le gusten los argumentos de Adriano Pessina ni otros razonamiento semejantes, para los que no tiene respuesta.
Pienso que es sensato pensar que Sartori termine sacando a colación éste asunto en el discurso de aceptación del premio Príncipe de Asturias, o que sea el tema recurrente en las declaraciones que haga a la prensa, a propósito del premio que le han dado. Es decir, a propósito de que el Pisuerga pasa por Valladolid. Y es muy fácil que entre sus interlocutores no haya ninguno que pueda o quiera o deba esgrimir alguno de los argumentos levemente citados aquí con Pessina. Este caso constituye el problema típico de la coincidencia de una manía más o menos circunstancial en una persona declarada famosa en un momento dado y la tradicional velocidad superficial que suele darse en los periodistas que han sido enviados a buscar una frase para un titular.
Otro tema de Sartori para la prensa: política y salida del ejército español de Irak
Pienso que, estando así las cosas, sería mucho mejor que, por ejemplo, tocara y fuera preguntado sobre otro de sus temas preferidos en los últimos tiempos. Con este proceder haría -de entrata- menos daño a personas indefensas. Sería mucho mejor que sacara a relucir su pensamiento y repitiera de nuevo sus palabras acerca de lo que le pareció Rodríguez Zapatero dando la orden de retirada de las tropas españolas en Irak, en el momento y en el modo de hacerlo. Giovanni Sartori puso de chupa de dómine a Rodríguez Zapatero, tildándole explícitamente -en el Corriere della Sera del 11 de octubre 2004-, junto a otros pacifistas, de "micro-cerebro" o descerebrado, de "cegato-pacifista", y otras lindezas, propias de quienes piensan que la solución para Irak es más o menos “salir corriendo y ‘si te he visto no me acuerdo’”. Y esto, siendo Sartori contrario a la guerra en Irak, pero pensando que -una vez hecho el desaguisado de invadir el país para destiranizarlo y luego pacificarlo- habría que estar y seguir allí, para evitar mayores males de caos general.
Una postura que no creo haya gustado mucho ni a Rodríguez Zapatero ni a algunos miembros del gobierno español. Y quizá alguien relacionado con el premio de Sartori reciba la correspondiente reprimenda. Y me da la impresión de que en este tema, a diferencia del de los embriones, no faltará algún ministro, algún director general, o algún portavoz más o menos ofical u oficioso, o algún aconsejador del mismo premio Principe de Asturias, que le haga llegar la voz a Giovanni Sartori de que no estaría bien que hablara de este tema en su discurso, ni en sus declaraciones a la prensa con ocasión del premio recibido.
Es cierto que, pensando con altitud de miras, con moralidad cívica trascendente, no estaría bien provocar a Sartori para que hablara de sus opiniones sobre Rodríguez Zapatero dando la orden de retirada de las tropas españolas en Irak. Sería utilizarlo, instrumentalizarlo, aprovechando que una de sus manías sopla en esa línea. Y eso de suyo no está bien. Pero quizá si con eso se consigue evitar que hable todo el tiempo de su manía de no dejar crecer a los embriones, las cosas no son tan extremas. Porque sin duda es prudente tolerar un mal menor para evitar un mal mayor, y animarle a explayarse sobre Irak y la política internacional.
Desde luego que no está bien ver cómo el "Corriere della Sera" usa a Sartori para organizar y mantener encendida la polémica sobre este referendum de la "ley 40", quedando –a pesar de sus argumentaciones estrictamente “biológicas científicas”- bastante en ridículo cuando se dedica a poner en solfa a la Iglesia católica por no aceptar el saber biológico de Santo Tomás de Aquino, que por mucho que sea un santo, y grande, vivió en el siglo XII y no se puede decir que su especialidad fuera precisamente la biología. Y por esta misma regla de tres, tampoco está bien usarlo sin más para que le diga a Rodríguez Zapatero y a los españoles lo que piensa de la retirada, tan oportunista como inoportuna, de las tropas españolas de Irak.
Tampoco está de más dejar a salvo la vida de unos cuantos embriones que quizá llegarán (pensemos en el caso Beethoven) a ser científicos capaces de hacer maravillas curativas con las células estaminales adultas, sin necesidad de sacrificar embriones a porrillo. Si hay algo más elevado en el hombre que la política, pongamos cívicamente en juego la política para salvarlo. Y no al revés.
Resumiendo: puestos a hablar con Sartori, premio de ciencias sociales, mejor hacerlo directamente de asuntos de política y de política conocida, que es asunto del que saben o deberían saber muchos, si no todos. Mejor eso que hablar de ciencia y teología, asuntos de los que me temo que no todos sabemos suficientemente. Incluso si sólo se trata de conseguir un titular que llame la atención. Porque en el primer caso, no es difícil lograr un texto razonablemente "político" para poner debajo del titular, mientras que en el segundo caso ¿qué texto razonablemente "científico" se pone debajo del titular?
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