Nicolas Baverez es el comentarista político francés que cita el New Yok Times para calificar el reciente referéndum galo sobre la Constitución europea como “una insurrección, una intifada democrática”.
Si se trata de resumir en una palabra la realidad que estamos viviendo, encuentro que “intifada” está muy bien elegida. Es una insurrección en toda la regla, con maneras democráticas, ante una opresión que se considera –digámoslo también con una sola palabra- intolerable. Intolerable por injusta. Asistimos a una insurrección del pueblo llano o del “popolino” –como se dice en Italia-, de los López, los Dupont, los Von Fritz, los John Doe, aunque no siempre sean al estilo de las películas de Frank Capra.
Si el reciente caso francés resulta “una intifada” ante los políticos franceses y las élites de mandarines políticos y burocráticos que quieren hacer Europa desde Bruselas, algo muy semejante acaba de suceder en Holanda. Algos distinto de lo sucedido en España, donde, a pesar de todo, no hubo "intifada" cívica, si dejamos aparte la escandalosamente escasa participación en el referéndum.
Quizá en el caso holandés de ayer mismo, la “intifada” es más rotunda que la francesa, porque tiene el antecedente y a pesar de -o precisamente por- eso tiene cifras aún más espectaculares y rotundas (62% de noes frente a 38% de síes, con un alto nivel de participación del 63%). Cifras de noes y sobre todo de participación en el referéndum que desmienten las previsiones de los institutos demoscópicos. Ocasión –una vez más- para que éstos revisen sus desfasados o interesados criterios de trabajo, a la vista de sus crecientes márgenes de error.
Tiene razón el NYT al decir, con claridad meridiana, buena parte de lo que en Europa se percibe y se procura evitar decir en voz alta por parte de los políticos en el poder, y por parte de los medios de comunicación que pretenden aparecer como “equilibrados” (ante el poder político y económico, por supuesto: no necesariamente ante sus lectores, oyentes o espectadores):
“The public disaffection is different in each country, and more than economic matters are involved. Europeans are worried, among other things, that the rapid enlargement of the European Union, especially the prospect of Turkey's membership, will leave them more vulnerable to uncontrolled immigration, especially by Muslims. There is a sense, palpable in the Netherlands, that the whole European enterprise is controlled by unresponsive, unelected and unaccountable bureaucrats in Brussels who have it in their power to rob countries of their national identities.”
Los holandesdes parece que quieren, de entrada, manifestar su disconformidad: 1) con su gobierno, 2) con el uso del euro como moneda y 3) con la perspectiva de la incorporación de Turquía. Y luego parece que, según Thomas Rupp, coordinador de ENC (European No Campaing), quieren decir a los políticos que “sus procedimientos de trabajo no resultan aceptables por la gente, que su lógica no funciona”. Y en ese sentido parece que propugnan, incluyendo en su "identidad" la vigencia de asuntos como consumo libre de droga, uniones intrasexuales o eutanasia más o menos controlada:
-- Menos “Bruselas”, y más control sobre “Bruselas”
-- Conservar su “identidad nacional”
-- Una Europa “mucho más democrática”
-- Hacer ver a los líderes políticos actuales que han fracasado
Más o menos lo asumió así el primer ministro, Jan-Peter Balkenende, dejando claro que el gobierno “respeta” el resultado, aunque se siente “muy contrariado”.
Balkenende, que sólo cuenta con el respaldo del 19% de sus ciudadanos, frente al 63% que rechaza su política al frente del gobierno, se “enfadó” con sus connacionales. Dice Il Foglio (Europa, ancora sberle) que Balkenende les increpa diciendo que “Los holandeses no se fían del Estado, y sin embargo esperan recibir todo del Estado. Balkenende continúa exhortando a trabajar más y jubilarse más tarde, y lo hace con su habitual hacer típico, que es una mezcla de profesor universitario –cosa que es- y de pastor calvinista –y calvinista lo es mucho. Es un predicador, por decirlo en una palabra, pero cada vez más un predicador en el desierto”.
De todos modos, la frase de Jan-Peter Balkenende que conviene recordar en su literalidad podría muy bien ser ésta que recoge el Euobserver: "A No is a No and that means a No to the Constitutional Treaty". Porque hay mucho político europeo dispuesto a decir que un NO en realidad es un QUIZÁ SI, o un YA VEREMOS MÁS ADELANTE, o expresiones por el estilo.
Una cosa es que, efectivamente, no cunda el pánico entre la ciudadanía –aunque haya motivos entre los eurócratas-, y otra muy distinta tergiversar la realidad. “Un NO es un NO, y esto significa un NO al tratado constitucional”. Aunque el refrendo ciudadano no sea vinculante para el gobierno. Como bien advierte Alvaro Nieto en Negocios (“Holanda remata el Tratado”) –tras establecer comparaciones con el caso español-, “el alto nivel de participación hace muy complicado que el Parlamento holandés no acate el resultado de las urnas a la hora de proceder a la ratificación de la Carta Magna, ya que el referéndum es de carácter consultivo.”
El caso es que "La UE ya no hace soñar”, como dijo anoche Jean Claude Juncker, presidente de turno del Consejo Europeo, ante los medios en Bruselas tras comprobar que Holanda también rechaza la Constitución. A lo mejor es que, como parece que han hecho franceses y holandeses hay que despertarse de un sueño (que nadie niega sea muy bonito en abstracto, y desde luego muy rentable para algunas industrias, farmacobiológicas en concreto -de ahí, parte de la "catolicfobia" de algunos políticos europeos ante el respeto cristiano a la vida, etc.) y arremangarse y ponerse a trabajar en serio para hacer una Europa que sea la casa de la inmensa mayoría de los europeos. Sin paternalismos catastrofistas ("Si no haces esto, y ahora, Europa se hunde! Y además no eres un demócrata!", o así), ni urgencias a corto plazo ("Seamos los primeros en hacer Europa!", o así), ni despotismos más o menos ilustrados ("Los que sabemos de esto le decimos que ahora tiene usted que votar 'si'", o así), nacidos de las necesidades más o menos perentorias y egoístas de políticos y funcionarios. Como aquel documental-encuesta francés de Bertrand Blier sobre la memoria social de los jóvenes ("Hitler? Connais pas!"), hoy quizá parece que un documental-encuesta semejante, referido a esa memoria del tecnosistema europeo, podría titularse: "Le bien commun? Connais pas!"
Leo un ensayo breve, "Why the French vote was good for Europe", de Efraim Karsh, del King's College (University of London), publicado en The New Republic. Ofrece una variante divulgativa de la misma idea que circula por Europa desde hace un tiempo:
(...) the organization's vision of a confederation of states collaborating on an equal footing was increasingly replaced by the reality of an empire in the making--a consensual empire, yes, but an empire all the same, one in which a metropolitan center run by a new kind of bureaucratic political elite is responsible for more and more European decision-making and increasingly determined to remove control of lawmaking from member state governments. As Czech president Vaclav Klaus has warned:
The dangers are that Europe is departing from the foundations of democracy and liberty. I cannot imagine a democratic society without a nation state. I do not mean an ethnically pure nation state, which I reject. Democracy needs an identifiable state as its base--otherwise we are in a post-democracy and the European Union is a post-democratic institution.
The distinction between this outlook and that of Chirac and his likeminded EU supporters is hardly a matter of academic sophistry. It is the difference between individualism and universalism, between independent paths of development and the expansionist impulse--in short, the difference between nation and empire.(...)
Se puede estar más o menos de acuerdo con lo pensado por Vaclav Klaus o por Efraim Karsh, pero el caso es que la cuestión -planteada es estos u otros términos, con mayor o menor rigor o alcance- ahora está más bien sobre la mesa. Hasta ahora, circulaba más bien bajo la mesa. Incluso se puede plantear, como hace Wolfgang Schüssel el canciller austríaco, lanzando el globo sonda de un referéndum pan-europeo directo, olvidando la inesquivable presencia de los estados soberanos. Dicen desde tiempos clásicos que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Lo que algunos olvidan es que lleva mucho esfuerzo por parte de todos, y exige períodos y plazos amplios de trabajo. Y mucha información, mucha comunicación pública ciudadana. Y menos propaganda y modos publicitarios para asuntos políticos, menos prisas para asuntos democráticos. Menos despreciar con los hechos la democracia que se predica, diciendo que votar o abstenerse libremente como a cada uno le parezca, puede ser antidemocrático.
Parece que una gran democracia no se hace a prisa y corriendo, de espaldas a la sociedad civil. De ahí el aire de "intifada". Una constitución no se piensa y escribe en saloncitos de ilustrados, ni se presenta y vota como si fuera una canción best seller para el verano.
Menos cabildeos de pasillo, menos marketing político, y más tiempo de estudio y discusión pública, please.
Hay que lanzar de nuevo Europa, como dice Ciampi, el jefe del estado italiano. A ver qué dice Borrell, presidente de la eurocámara, el próximo miércoles, tras el "debate urgente" en Estrasburgo sobre la situación que esta "intifada" francesa y holandesa ha generado. En principio, es de temer que haya algunas buenas palabras sobre errores pasados y promesas de futuro, acompañadas de propósito de enmienda que ya saldrán a la palestra. Poco más de esto y de alguna regañina paternalista para los disconformes que no les entienden bien, y pocas o nulas dimisiones por previas declaraciones y compromisos. Quizá ya es tarde para el órdago de decir que o se acabó el texto, porque no hay tiempo para la "pedagogía" sobre Europa ni para otro texto, o que se votará de nuevo el Francia y Holanda y donde sea, hasta conseguir el "si" precocinado.
En los naufragios políticos de hoy dia, ya se sabe: primero los propios sillones, y luego el resto, si cabe. Al menos, Solana, muy poco después del "Otan, de entrada no", supo acomodarse ejemplarmente y sin remilgos políticos o éticos, o así, en el sillón de secretario general de la misma Otan. Que resultó "de entrada, si". Lo que hacen los sillones.
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