Me entero con el típico retraso veraniego de que Ismail Kadaré ha recibido, la primera vez que se otorga, el "Man Booker International Prize", causando cierta sorpresa en los ambientes literarios.
No en vano, compartieron con Kadaré la lista de finalistas escritores de primera fila como Margaret Atwood, Saul Bellow, Gabriel Garcia Marquez, Gunter Grass, Milan Kundera, Stanislaw Lem, Doris Lessing, Ian McEwan, Naguib Mahfouz, Tomas Eloy Martinez, Kenzaburo Oe, Cynthia Ozick, Philip Roth, Muriel Spark, Antonio Tabucchi, John Updike y A.B. Yehoshua.
El presidente del jurado ha sido John Carey (que ha generado una interesantísima polémica con su último libro, "What Good are the Arts?", de la que quisiera hablar otro dia). Este profesor de Literatura Inglesa en Oxford hasta 2001, editor de las reseñas literarias del "Sunday Times" y panelista habitual en "Newsnight Review (BBC2)", razona así el premio:
"Ismail Kadaré is a writer who maps a whole culture - its history, its passion, its folklore, its politics, its disasters. He is a universal writer in a tradition of storytelling that goes back to Homer."
Esta última frase es un juicio ajustado, aunque a algunos pueda sonar a exageración. He de decir que admiro sinceramente lo escrito por Kadaré, aunque no conozca su obra completa. Habiendo leído, por ejemplo, "The Palace of Dreams (El palacio de los sueños)" o la "Elegy for Kosovo (Tres cantos funebres por Kosovo)", hay que rendirse ante la potencia de su imaginación creadora de mundos posibles, en los que nos hace habitar con la verosimilitud y la fuerza expresiva de su pluma. No debería compararse con Kafka, aunque en ocasiones resulta inevitable. En cualquier caso, Kadaré será muy probablemente considerado entre los clásicos, dentro de un tiempo.
Muchas cosas pueden decirse sobre el autor y su obra, pero no parece ahora necesario. Basta leer con un poco de detenimiento lo dicho en el mencionado website del Premio, Man Booker International Prize. O leer, por ejemplo, la reseña (con la que me he enterado de esta concesión) escrita por Penar Musaraj en The Globe and Mail (July 25, 2005): 'Every dictatorship is aggravated by great literature'.
Cabe destacar, en cualquier caso, la relación que el albanés Kadaré establece entre la genuina literatura y las políticas autoritarias o dictatoriales (tanto da que sean "duras" al estilo de las pasadas "democracias populares" o "blandas" al estilo de lo "políticamente correcto" impuesto por los "tecnosistemas" en algunas de nuestras democracias parlamentarias). Así, por ejemplo, leemos que "The writer is the natural enemy of the dictatorship", o que "Every dictatorship is aggravated by great literature; [therefore,] it tries to build a mediocre literature". Sin embargo, Kadaré se resiste –y con razón- a ser considerado un "escritor político". Por eso también dice que "My writing is as political as Dante's". Kadaré es un gran narrador de historias que oscilan entre el pasado y el presente, entre detalles minúsculos e ideas universales. Y también se podría decir que es un provocador de tolerancia. Aunque quizá a él no le guste ser encuadrado, ni como acabo de decir, ni con el usual latiguillo de “realismo mágico” que muy a menudo se aplica a su obra.
Esta facilidad de Kadaré para moverse con soltura entre detalles concretos e ideas universales, hizo que acudiera en una ocasión a un relato salido de su pluma, en busca de ayuda para presentar una noción un tanto abstrusa. En el prólogo de un libro que publiqué hace un tiempo, titulado “Comunicación borrosa”, trataba acerca de cuestiones relativas a la difícil entidad de la llamada “transparencia significativa”, algo que algunos pretenden que sea una especie de norma exigible a los medios de comunicación. Esto dije entonces:
El margen de transparencia significativa de los medios es realmente mínimo: se puede pedir que las frases entrecomilladas puestas en boca de alguien, hayan sido efectivamente pronunciadas, pero lo que ya no se puede inocentemente suponer es que aquellas frases sean precisamente las mas relevantes. Un mínimo de experiencia profesional advierte que lo serán quizá para el entrevistador, o para su redactor-jefe, pero probablemente no para el entrevistado.
Los medios, si se quiere hablar en términos significativos, son “signos instrumentales”, como lo es la misma palabra humana: proporcionan conocimiento de la realidad, pero es un “conocimiento mediato”, porque lo que de modo inmediato hay ante nosotros son ellos mismos como tales medios interesados.
Los medios no son ni pueden considerarse ni siquiera metafóricamente como “signos formales”, que reenvían a las cosas sin que tengamos noticia de ellos mismos, como sucede con los conceptos. Esto hace que la comunicación pública sea naturalmente borrosa.Este rasgo se agrava al referirnos al sentido práctico de los medios de comunicación porque, además de ser una actividad significativamente instrumental, en no pocas ocasiones se utilizan con intención explicita de emborronar y confundir la ya abundante bruma ambiental, mezclando la verdad con la mentira. Nada mejor para expresar en su justa medida esta propensión mediática -sin tener que hacer alusiones explicitas a nuestro entorno- que unas palabras tomadas de un reciente relato de Ismail Kadaré. Dice así:
“Los emisarios de antaño, por lo general ceñudos y sombríos como cuervos, fueron sustituidos por correos parlanchines, impacientes a toda hora por encontrar la ocasión de sentarse a charlar con los viajeros que encontraban de paso en las posadas.
"No resultaba difícil imaginar que eran portadores de dos especies de relato: el verdadero, que ocultaban celosamente, y el falso, retazos del cual ponían al descubierto supuestamente de forma casual o simulando estar ebrios, durante las veladas en torno al hogar.
"Aquella primavera las noticias falsas, tal como era de esperar, perjudicaron con frecuencia al adversario, porque no pocas veces sucedió también que sus propios autores acabaron siendo victimas de ellas. Las rutas que conducían desde la capital turca hasta Venecia eran largas y llevar consigo la mentira y la verdad a un tiempo no resultaba tarea fácil. A veces la verdad, otras la mentira, goteaban destiñéndose la una a la otra, incrementando así la bruma del ambiente, que no era de por si escasa aquel mes de marzo” (Tres cantos fúnebres por Kosovo, 1999, Alianza Ed., pp. 23-24).
Pienso que el texto de Ismail Kadaré pone al desnudo, con una simple y sugerente historia de “correos parlanchines” aquella idea que en el prólogo del libro trataba de presentar acerca del carácter “borroso” de los medios de comunicación. Además, el texto es literariamente bueno.
Así queda constancia de que el agradecimiento se incluye en la alegría de saber acerca de este galardón literario que Kadaré recibió el mes pasado en Edimburgo. ¶
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Publicado por: Michelle | 27 julio 2005 en 10:43 p.m.