Thomas Friedman, columnista económico en el NY Times, publicó en abril pasado el libro titulado The World is Flat. Un título interesante para unas ideas que no lo son tanto. El mundo –dice- se está haciendo plano como es plana la pantalla de su ordenador Dell. La causa está en la convergencia de los cambios tecnológicos y la general aceptación de la economía capitalista. Pero Friedman no piensa en la entropía propia de la riqueza de las culturas. Veamos.
Para Friedman el mundo se hace cada vez más “plano” en la medida en que las nuevas tecnologías de fabricación y de comunicación permiten que el “modelo Dell” se aplique en general: yo encargo online el tipo de “ordenador a medida” que quiero, y desde China, India, Malasia, o el estado de Indiana o Florida llegan las piezas y alguien las junta y al cabo de muy poco me llega a casa el modelo solicitado. Una especie de "Arlequín" (Drae: personaje con un "traje de cuadros o losanges de distintos colores") tecnológico, si vale la comparación.
Eso está bien. Aunque habría algo que decir acerca de la progresiva extinción del “mantenimiento” y las “reparaciones” de lo que se fabrica y comercializa. En un mundo plano, si un aparato se estropea, mejor comprar otro nuevo. El mundo plano es un mundo de cosas para usar y tirar.
Friedman dice que en la globalización hay tres momentos históricos. (Aunque, cuando se juega con las palabras y se dice que el mundo es plano, sería más lógico hablar de “planificación” que de “globalización”). El descubrimiento de América marca el inicio de la Globalización 1.0, que dura hasta el siglo XIX: países que con sus ejércitos abren mercados por medio de la invasión y exploración. La Globalización 2.0 ha sido desarrollada por compañías: las multinacionales americanas y europeas difunden mercancías y productos técnicos en todo el mundo. La Globalización 3.0 ha empezado en torno al 2.000 y está movida por individuos que colaboran y compiten al margen de jerarquías corporativas, y saltando las barreras de distancias y estados nacionales. Pero, ¿qué pasa con la cultura en un “mundo globalmente plano”?
Hay una buena reseña crítica de este libro (de Paul Brunker, en Mercatornet.com), que también se pregunta por las consecuencias de este individualismo globalizado. Por el pobre horizonte cultural y espiritual de individuos colaborando y compitiendo con criterios rígidos de exclusivas y duras leyes mercantiles de competitividad, que –si no me equivoco- en principio consisten en lograr los máximos beneficios (ahora, individuales) con el mínimo coste, esfuerzo y riesgo.
Eso, de suyo ya parece más bien poco respetuoso con la dignidad humana. Porque, a la mínima de cambio, y visto que no hay lugar para el “mantenimiento” y las “reparaciones”, lo que resulta de usar y tirar es, o bien el trabajo de las personas, o bien las mismas personas. Y por otra parte, quedan muchas preguntas sin respuesta, en una Globalización 3.0 como la que Friedman pinta admirativamente desde su visión mercantil.
¿Dónde quedan tantos aspectos sociales y culturales de la vida como la libertad de expresión o el cuidado de los necesitados? ¿Dónde quedan las raíces y las tradiciones en los alimentos, vestidos, arquitectura, pintura, música, danza, leyendas, personajes, dramas e historias verídicas y ficticias, culto religioso y un largísimo etc. de rituales, costumbres y hábitos sociales? ¿Todos veremos en las pantallas lo que unos pocos hagan en Hollywood? ¿Todos comeremos franquicias de Macdonald?
O se tratará, quizá, de algo peor aún, como una especie de “ensalada mixta de culturas” (siguiendo el modelo “Dell”) relativistas y eclécticas. No pongo ejemplos para no molestar ni molestarme ante las ocurrencias de posibles modelos de Arlequines, hechos con retazos de -por ejemplo- cuestiones religiosas, morales, filosóficas, políticas, artísticas, vestimentarias o culinarias.
Da gusto comprobar que el mundo en que vivimos no es del todo plano: por el momento, continúa orientada su forma hacia la hermosa perfección de la esfera, con variadas irregularidades que favorecen la entropía, es decir, el “desorden” propio de la variedad y riqueza cultural, que no es precisamente la diversidad de piezas recosidas del Arlequín o la de una "ensalada mixta" relativista.
Excelente post, es necesario que comencemos a conocer y adaptarnos a estas nuevas tendencias, y a utilizar las herramientas que nos lleven a alcanzar nuestra libertad financiera. De esta forma es como lograremos acabar con la crisis, que no es más que el resultado del cambio hacia estas grandes tendencias a nivel mundial. El dinero no se evapora, solo cambia de manos. Hace falta que todos nos interconectemos para difundir estos conocimientos. Si desean conocer algo más sobre este tema tan interesante,
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Publicado por: Israel Leal | 25 junio 2009 en 11:07 p.m.