Entiendo bien que fumar perjudica la salud física. Hace unos quince años que dejé de hacerlo. Entiendo que el Estado se preocupe de la salud de la ciudadanía. Entiendo que -considerándose (y aquí empieza el problema) como la máxima y única autoridad moral, además de sanitaria- pretenda hacerlo en términos moralistas y que lo haga demonizando a los fumadores y angelizando a los conversos al antitabaquismo.
Entiendo esto, pero me parece un síntoma claro de que algo no va bien. Es decir, que no lo entiendo, en el sentido de aprobarlo o estar de acuerdo. En España, acaba de entrar en vigor, con el año, una desorbitada ley contra los fumadores, que son muchos. No sólo "contra los fumadores" como si fueran delincuentes, sino como si fueran pecadores públicos.
El Estado ha creado, a golpe de muchos millones de euros en propaganda, una mala conciencia pública que ha sido servilmente asimilada. Por eso no entiendo bien (no apruebo, no estoy de acuerdo) ni la pasividad o el conformismo nacidos de esa mala conciencia de los fumadores, los nuevos delincuentes y pecadores públicos, ni tampoco la aquiesciencia general con el asunto. Ni son delincuentes, ni mucho menos pecadores públicos. Son gente que pone en peligro su salud física. Como la ponen otros tantos ciudadanos con otras prácticas que -al menos como el fumar- tampoco les hacen bien físico (a simple título de ejemplo, el aumento de gonococia y sífilis o los accidentes de tráfico, el nuevo carné de moto o el alcohol).
No lo entiendo bien porque, como digo, entre otras cosas, hay otras delincuencias indudables y otros genuinos inhumanos pecados públicos que -siendo legales- merecerían otra atención por parte de quienes se supone que cuidan del bien común. Suposición que hoy en día, a estas alturas de instalación de una modernidad cínica y relativista que sitúa el bien común como corolario de los propios intereses políticos, parece ridículo o fuera de lugar.
Lo entiendo bien si una ley contra los fumadores es tomada por la sociedad, incluyendo a los fumadores, como "chivo expiatorio" que permite la vigencia de esas otras delincuencias y esos otros pecados públicos que -por el momento- han encontrado cobijo legal. Y la gente haga como que cree que eso ya equivale a una aprobación moral. Con lo cual, se diría que la mala conciencia cívica ante tabaco, alimenta la tranquilidad de conciencia que declara morales asuntos inmorales de toda la vida (es decir, desde muchos siglos antes de Franco).
Por esto me parece que lo dicho por Cristina Losada ("La virtud obligatoria") tiene mucha más razón de ser que lo que alguno pueda pensar:
(...) Las campañas por erradicar los males inducidos por esas sociedades, sean el racismo, la homofobia, el sexismo o el tabaquismo se inscriben en una órbita en la que la culpa, el arrepentimiento y la purificación han dejado de pertenecer a la esfera religiosa y privada para convertirse en resortes de coacción en manos del poder político. (...)
Pero más preocupante que la unanimidad de los partidos en la instauración de la virtud obligatoria, es que las propias sociedades se dejan hacer. El gobierno trata a los ciudadanos como niños: es por vuestro bien. Y éstos se comportan como niños: la mayoría acepta su irresponsabilidad y aplaude que sea papá Estado quien le dicte sus hábitos. Se trata de un nuevo adiós a la responsabilidad individual. Uno más de los que han dado las sociedades occidentales a la idea de que cada uno es responsable de sus actos. Era aquella idea una herencia del judeocristianismo y del mundo clásico, pero ambas, la idea y la herencia, se encuentran bajo sospecha. (...)
Por esto me parece inquietante el tranquilizador, paternalista y paradisíaco panorama que presenta el reportaje de El País de hoy ("La primera jornada laboral sin tabaco"), que comienza así:
Los malos augurios sobre la difícil aplicación de la ley antitabaco no se concretaron ayer, primer día laboral con la nueva norma en vigor. Las visitas efectuadas por redactores de este periódico a media docena de empresas han mostrado la normalidad con la que los trabajadores, fumadores y no fumadores, han afrontado un cambio que supone la eliminación del humo del tabaco en los centros de trabajo. Altísimo grado de cumplimiento y ningún incidente. El Ministerio de Sanidad no recibió quejas, y aseguró que la ley "se está acatando sin problemas". La Federación Española de Hostelería -que agrupa a unos 150.000 locales- se mostró sorprendida por el nivel de aceptación de la normativa en los establecimientos.
Y conste, de nuevo, que entiendo muy bien que el tabaco daña gravemente la salud física de las personas. Como entiendo que un "altísimo grado de cumplimiento y ningún incidente" es síntoma de que hay algo moralmente podrido en esta sociedad tabaquilmente saludable, al precio de ser un poco más aborregada, "virtuosa" por decreto.
A lo mejor, sólo se trata de sumisión al encarnizamiento terapéutico de unos gobernantes farisaicos o hipócritas que -al tiempo- no dicen nada sobre el cultivo, comercialización e ingresos por gravación fiscal del tabaco.
No entro a valorar los conceptos generales del artículo, ni el concepto de la "moral laica" que efectivamente se está intentando imponer.
Pero en el caso concreto de la ley contra el tabaco, no entiendo cómo no se ve que aquí no se trataba de impedir a alguien ser dañado por su propio vicio, sino de permitir al resto no ser dañado a causa del vicio de otros.
Por centrarme sólo en el caso de las oficinas y centros de trabajo, he sufrido en mis propias carnes el verme obligado a trabajar en un recinto cerrado rodeado de personas que gastaban un paquete de cigarrillos diarios, y de tener que vivir nueve y diez horas diarias aspirando el humo de los otros.
Que un vicio dañe a quien lo tiene, es un problema; pero que un vicio propio dañe a otros, es una barbaridad. Y no entiendo cómo puede haber tantas personas defendiendo activamente esa barbaridad.
Publicado por: Eleder | 03 enero 2006 en 01:21 p.m.
Lo que no parece entenderse es que esta ley no es contra el derecho de los fumadores, sino a favor del derecho de los que no fumamos.
He oído a muchos fumadores decir que ahora van a estar en guetos. Y que no van a poder fumar en ningún lado.
Al contrario: antes fumaban donde querían, y yo, que no fumo, no tenía ninguna posibilidad de meterme en una cafetería sin que me estuviesen apuñalando los pulmones. Es ahora, con la nueva ley, cuando tengo la opción de ir a un sitio donde no se fume. Antes tenía que tragar humo por narices, no por ley, sino por falta de ley.
Y la mayor parte de las cafeterías permiten fumar. ¿Dónde está el problema?
Comprendo que es una ley ciertamente 'liberticida', como se dice ahora en algunos ambientes, pero es que cuando una sociedad no está preparada para respetar la salud de los demás, pues las leyes, por desgracia, son necesarias.
Si muchos fumadores -no todos, claro- no fueran tan desconsiderados, la vida sería más fácil y no haría falta legislar. Pero vivimos en el país que vivimos, donde parece que sólo sabemos demostrar nuestra libertad jodiendo al prójimo (ya sea tirando basura al suelo, poniendo la música lo más alta posible o pintando las paredes). Y entonces es necesario "atacar la libertad" de los fumadores para respetar la salud y la vida de los no fumadores.
(Curiosa expresión, como si ejercer una adicción fuese un acto de libertad)
Un saludo.
Publicado por: Elías | 03 enero 2006 en 05:03 p.m.
Muchas gracias, Eleder, por tu comentario. Esa que cuentas es -con toda la razón del mundo, y como bien dices- otra de las caras del asunto en cuestión. Aunque, como ves, en la anotación me dedico principalmente al tufillo que transpira la ley y luego a tomar en cuenta sobre todo los lugares públicos que no son oficinas o lugares de trabajo. Y además he de decir que me parece que no soy más experto en este tema que la media de la ciudadanía europea.
Dejando un poco aparte los casos personales que -no creo que haya que decirlo- yo también he vivido y sigo viviendo como fumador pasivo (digamos que tirando hacia tolerante), entiendo que hay en todo esto -al menos- dos cosas o dos puntos a tratar.
Una cosa o un primer punto: lo que han hecho, según cuenta El País en una de las fotos anejas del artículo citado, en "el restaurante Chez Evaristo de la pamplonesa calle Estafeta ha optado por la vía más democrática para decidir si se fuma o no. Una votación entre sus clientes ha decantado la balanza a favor de los fumadores, que podrán seguir encendiéndose sus cigarros y cigarrillos sin necesidad de salirse a la calle. Los no fumadores han puesto de manifiesto su intención de continuar acudiendo con normalidad a este establecimiento. (EFE)"
Está claro que esto es viable en los llamados “terceros lugares” (excusa por mencionar esta noción de Ray Oldemburg), en las pequeñas comunidades tipo “Chez Evaristo”, distintas del hogar y del lugar de trabajo. Y -como se ve- lo que además se cuenta ahora como noticioso, es que son los no-fumadores quienes ceden ante los fumadores. No parece que la misma idea pueda aplicarse a los centros de trabajo, entre otras cosas porque no son ni voluntarios ni “optativos” como los bares de La Estafeta pamplonesa.
Pero un poco de diálogo tampoco viene mal en una negociación inicial sobre intereses comunes o bien común en asuntos controvertidos, antes de cerrar en blanco y negro las dos bandas y echar un pulso a ver quién gana. Insisto en que el caso concreto que cuentas es muy extremo, y deja ver que la intolerancia de los fumadores no parecía facilitar el diálogo, ni hacer amable o ni siquiera viable la tolerancia con ellos del único no-fumador.
Si no hay o no llega a puerto la negociación inicial, entonces creo que las leyes entran en juego. Lo mismo que sucede con el “hostigamiento psicológico” o “mobbing” o el “hostigamiento sexual” o “sexual harassment”, entiendo que las cosas tienen cauces menos drásticos que la global prohibición de fumar en locales públicos. Puede parecer una salida pintoresca por los Cerros de Úbeda, pero ¿a alguien se le ha ocurrido si ha lugar ir a los tribunales planteando un caso de “smoking harassment”?
De todos modos, la nueva ley, en su carácter drástico –como veremos- traerá perdida de horas de trabajo para los empresarios, envidias de los no-fumadores por el tiempo que les dejan salir a los fumadores, y un largo etc. de consecuencias poco previstas. Algo que ya empieza a ser conocido en otros países.
Por eso, además, parece que están funcionando bien (no es publicidad) las “Smokenstation”, inventos no baratos, pero que, según dicen, son un sistema de capturar el aire del tabaco de quien fuma en una mesa de trabajo, antes de que se extienda por el ambiente, facilitando que fumadores y no fumadores convivan en el mismo ambiente de una manera, si no necesariamente "cordial", si al menos tolerable. Porque otra cosa distinta son las obsesiones y las paranoias, no tan lejos de este entorno. Sean reales o farisaicas.
Perdón por extenderme a vuelapluma en este primer punto. Seré breve en el segundo.
La otra cosa o segundo punto es el relativo a la relación entre los vicios y los daños. Dices que “que un vicio propio dañe a otros, es una barbaridad” y que no entiendes que haya quienes defiendan esa barbaridad.
Entiendo que, lo mismo que decir “justicia social” es con propiedad un pleonasmo (una redundancia viciosa de palabras), porque la justicia es siempre social, tiene que ver con las relaciones de unos seres humanos con otros. Y cada uno de nosotros, como persona que es, tiene una dimensión social insoslayable. Sería un imposible metafísico hablar de la existencia de una “única persona”, como hablar de un “hierro de madera”. Por eso, se puede considerar la expresión o idea de “individuo”, o “sujeto”, para hablar de una persona singular pero lo que no sucede es que desaparezca su dimensión social de repente.
Por eso, lo mismo que pasa con la virtud de la justicia, que es social, pasa también con los vicios, que son también sociales. Todo vicio propio, de suyo, daña no sólo a quien lo tiene, sino también a otros, estén más o menos cerca en el espacio y el tiempo o en la parentela. Con independencia de que unos vicios dañen a otras personas de manera inmediata, evidente y explícita de entrada o de que otros vicios, quizá más larvados, tarden y se manifiesten socialmente por derroteros inesperados.
Estoy pensado en casos de vicios no tan cercanos al fumar (que, hablando moralmente, supongo que será en todo caso un pecado venial contra el mandamiento de “no matar”, además de otros varios contra el “amar al prójimo como a sí mismo, después de amar a Dios sobre todas las cosas”). Otros vicios, como son la mentira, la calumnia o la maledicencia, por ejemplo, no sólo dañan a quien lo tiene y practica, sino también a los demás: daña a la persona de quien se habla y daña a las personas a quienes se habla. Y además enrarecen el ambiente. Y lo mismo sucede con los demás vicios.
Así pues, Eleder, gracias por haberme obligado a escribir sobre estos perfiles de la cuestión, que antes había dejado desenfilados. Y perdón por este largo parlamento.
Publicado por: JJG Noblejas | 03 enero 2006 en 05:16 p.m.
Elías,
Se han cruzado nuestro comentarios. Leído el tuyo, he de decir que estoy de acuerdo con lo que dices. Lo alusión que haces a algunos desconsdierados, es lo mismo que acabo de escribir sobre la intolerancia de algunos. Muchas gracias por el comentario.
Publicado por: JJG Noblejas | 03 enero 2006 en 05:38 p.m.
Ya sabes que en España la insumisión es casi un rasgo genético. Por lo que he visto, la mayoría de los lugares públicos han colgado un cartel en el que se dice: "Aquí se puede fumar". Evidentemente el 99 por ciento van a seguir yendo a esos lugares. No había un problema, se ha creado desde el gobierno, como viene siendo habitual.
Publicado por: Montse | 03 enero 2006 en 11:12 p.m.
Montse, una vez más das en el clavo. El otro día me reí a gusto con un email en el que su autor decía que -no habiendo fumado en su vida- iba a comprarse una cajetilla para comenzar el año haciéndolo.
Insumisión ante una política que se intuye oportunista y poco atenta al bien común, apoyada en una campaña muy fuerte, prolongada y bien orquestada de propaganda que se apoya a su vez en la -por otro lado real y patente- dañina acción del tabaco en los pulmones del fumador y en la incomodidad de los no-fumadores, a quienes -al forzar la mano en la propaganda- se ha poco menos que obsesionado o neurotizado con el "fumar pasivo".
Ante cosas así, en efecto, es normal que salte el "gen de la insumisión". Otra cosa hubiera sido promover la mutua tolerancia. Pero esto exige una política de más responsabilidad y calado moral y menos cultivo histérico colectivo de la propia imagen de un gobierno, pensando antes en las urnas que en el bien de toda la ciudadanía.
Hay bomberos exhibicionistas que, si no se producen incendios, necesitan provocarlos, para que se note su eficaz presencia. Solo que con eso, sucede que dejan de ser bomberos y pasan a ser pirómanos. No es bueno estar gobernados por exhibicionistas bomberos piromaníacos.
Publicado por: JJG Noblejas | 04 enero 2006 en 09:20 a.m.
Discrepo
Son ya demasiados años que he tenido que soportar a los fumadores y su mala educación habitual (como la del resto de españoles, en su gran mayoría).
No hablo de los lugares de esparcimiento, sino de espacios públicos del tipo de hospitales.
A mí siempre me ha molestado el tabaco, siempre. Tiempo ha, era yo el maleducado porque me quejaba que las visitas fumasen en casa (sí, fui niño).
Las libertades de uno termina donde comienzan las de los demás.
En la empresa tampoco nadie se dedica, habitualmente, a beber alcohol, ni a fumar marihuana, ni a esnifar cocaína ni fumársela.
La libertad del fumador ha de estar restringida a su casa y a espacios abiertos, no cerrados.
Otra cosa es la ley propiamente dicha, demasiado políticamente correcta. Creo que se cumplirá (ya existía la de 1988, al menos en Cataluña, y se incumplía reiteradamente) en la mediana y gran empresa, no tanto en la pequeña y locales de ocio.
Pero un local de ocio es de visita VOLUNTARIA (siempre se podrá decidir si entrar o no), pero el ámbito empresarial NO.
No hay que promover la mutua tolerancia. La intolerancia casi siempre ha venido, en España, desde el lado de los fumadores de cigarrillos.
Quienes verdaderamente saborean y aprecian el buen tabaco son bien pocos: fumadores de puros y en pipa.
Si en el futuro se logra el cigarrillo sin humo, que no moleste ni perjudique al otro, problema finiquitado.
En otros países no ha habido problema alguno para seguir la norma. En España, mejor esperar y ver, digo.
Publicado por: maty | 04 enero 2006 en 06:46 p.m.
Caro Maty, eccoci qua! Entiendo -aunque quizá no lo pareza- muy bien tu postura. La encuentro un poco más visceral de lo acostumbrado en tus escritos, y lo entiendo también.
El caso es que abres un gran abanico de temas, y no tengo ningún problema en asociarme a tu punto de vista, buscando ponerme en tus zapatos.
De todos modos, quizá no he dejado claro en la anotación y los comentarios, que de lo que hablo sobre todo es del "talante" político, del "modo" comunicativo de plantear y sacar adelante la ley, que promueve y jalea un tanto posturas con claves de tendencias más bien maniqueas globales sobre el asunto. Y tiende a promocionar una especie de vengativo espíritu de enfrentamiento y de "trágala" politizable en los no-fumadores ante los fumadores.
Y eso, la verdad, no me gusta. Como te descuides, y como decía Cristina Losada en su artículo, va a resultar que tanto el partido en el gobierno como el lider de la oposición, como sus diversos socios y satélites, se apuntan a esta moralización cívica, para no perder votos. No vaya a ser que los no-fumadores se decanten ahora por votar al partido en el gobierno.
La salud propia y ajena importa mucho, tanto la física, como la mental y espiritual. Por eso entiendo que estas dos últimas necesitan de la tolerancia como punto de partida para el diálogo y el compromiso (no la mera componenda, o el "do-ut-des" contable, etc.) cívicos y políticos.
No me gusta la vida cívica que necesita nutrirse de una política de chivos expiatorios para salir adelante. Porque, en una de éstas -como bien acostumbras a decir- puede resultar que, a base de callar ante los abusos, puede resultar que -sin comerlo ni beberlo- te encuentres con que el próximo seas tú. Y en este caso, me parece, los damnificados son los fumadores como personas y ciudadanos, no la industria del tabaco ni los pingües ingresos impositivos del Estado.
El talante político y las formas cívicas de conducta son cosas que todos sabemos muy importantes. Entiendo que en la convivencia cívica se necesita poner tolerancia o terminará por ser inhumana, o lo que es igual, no pacífica, beligerante en plan selvático; o progresivamente egoísta en la medida en que más gente repite más a menudo aquello de "ese no es mi problema". En fin, deseo y espero lo mejor. Y recuerdo una vez más que quien esto escribe es un sufrido y tolerante fumador pasivo (aunque quizá, pensará más de uno, más bien un quijote, o un despistado que no sabe lo que es la vida). Sea lo que fuere, recibe un cordial saludo, mientras esperamos y vemos qué pasa.
Publicado por: JJG Noblejas | 04 enero 2006 en 08:10 p.m.
Coincido en que la hipocresía ha reinado en Las Cortes. La unanimidad (creo) se ha impuesto, por aquello de lo políticamente correcto.
Lo discutible de la ley es que tan apenas ha habido debate público durante su trámite, una muestra más de la escasa calidad de nuestra partitocracia, también conocida como democracia española.
Reconozco que soy contundente, pero es que yo soy de esos pocos que piden a los demás que cumplan las normas de convivencia. El año pasado tuve una fuerte discusión con una mujer en la sala de espera del hospital de Santa Tecla, donde tuve que estar unas cuantas horas mientras un familiar muy querido era operado (operación leve, pero ahí estuve). La sala, llena de carteles prohibiendo fumar. Más aún, la sala está a la entrada de la planta donde quien escribe tuvo la ocurrencia de nacer. Te aseguro que fui amable y educado, como es mi costumbre, mas de poco sirvió.
En el hospital Juan XXIII, la gente fuma en las escaleras de emergencia. En cada rellano, una botella grande con agua donde apagaban los cigarrillos.
También otra cosa que me hace enfurruñar en grado extremo: las innumerables colillas que ensucian las playas, tanto da que pasen las máquinas limpiando la arena, ahí están.
¿Hemos de ser comprensivos con esa gente? Pues no, incumplen reiteradamente reglas de convivencia, perjudicando a terceros y ensuciando.
Los fumadores no son damnificados, lo son los no fumadores, que han venido sufriendo su imposición.
Imagina que un adicto a los videojuegos también quiere disfrutar de su libertad en el ámbito laboral. Nadie se lo plantea (por mucho tetris y demás) reclamarlo en el convenio colectivo.
Con aquellos que reiteradamente se saltan las reglas de convivencia no hay que ser comprensivos. Somos adultos y razonamos, hemos de ser consecuentes con nuestras acciones.
Si la discusión fuese sobre cómo ha de ser la vestimenta "apropiada", si los tatuajes,... entonces comprendería y compartiría tu posición, ya que esas prácticas no me agreden físicamente, a diferencia del humo exhalado.
La proporción de niños españoles con alergias no deja de aumentar (creo que ya supera el 20%). Las personas con tales dificultades, sean niños o no ¿no merecen especial protección?
Esas personas pueden elegir el bar, restaurante... pero no el hospital, la escuela, el lugar de trabajo,...
Ese es el aspecto que has olvidado, la protección especial al desvalido.
¿Acaso no conoces casos, tan frecuentes, de oficinas donde se fuma impenitentemente, sin importar que alguna trabajadora esté embarazada? ¿También hay que compadecer a esos? Si esa mujer embarazada decide entrar en una discoteca llena de humo, estará ejerciendo su libertad (a costa de la del feto, que no persona todavía). Allá ella, no entro a discutir ese comportamiento. Pero en la oficina el humo le viene impuesto.
Pues no. Hay casos en los que derechos de unos han de prevalecer sobre los otros.
Volviendo al principio, el problema radica en que se gobierna cual déspotas ilustrados. Ellos deciden qué está bien o mal, y lo imponen a los demás.
Ahí es donde coincidimos, en el redactado de la ley y su discusión pública, inexistente.
En ese aspecto, los fumadores sí que tienen motivos para sentirse perjudicados, molestos. Pero no con los no fumadores, sino con la clase política española y su ombliguismo.
Publicado por: maty | 04 enero 2006 en 09:18 p.m.
Okey Dokey, Maty: así parece que dicen los americanos castizos para reduplicar el acuerdo. Conozco casos de hospitales y laboratorios, de oficinas y cines, de trenes y aviones, de bares y restaurantes, de ricos y pobres, altos y bajos, gordos y flacos, periodistas y lectores, rojos y azules. También conozco madres embarazadas que fuman con su hijo en el vientre, sin pensar en si le afectará al o no (siempre el primer desvalido), y luego resulta que sale un tipo genial.
En fin, de todos modos, me parece que, por desgracia, debe de haber un número equivalente de maleducados/as, o descastados/as entre los fumadores y los no-fumadores, entre los legisladores y los legislados. Se extiende el ombliguismo. O, como diría el africano Agustín de Hipona, hay demasiada gente con el (perdón por el latín) "cor corvatum in seipsum", con el corazón pendiente de sí mismo, cuando resulta que el corazón está hecho para amar hacia fuera de uno mismo... Lo digo porque el asunto me parece que va incluso más allá de mirarse el ombligo. Está también en la órbita del "je-m'en-foutisme" francés o del "menefreghismo" italiano o de la "couldn't-give-a-damm attitude" inglesa. De todos modos, ya verás como -entre unos y otros- lograremos que escampe un poco el chaparrón de ombliguismo. Político y cívico.
Muchas gracias, Maty, en nombre de los lectores, por tu tiempo y tu sincero coraje.
Publicado por: JJG Noblejas | 04 enero 2006 en 10:45 p.m.
Sinceramente, a mi la ley me parece inconstitucional, no hay derecho a que un camarero en su lugar de trabajo tenga que soportar el humo de los fumadores. La ley no es justa, tendría que aplicarse en todos los lugares públicos, como en bares y restaurantes. La ley para mi es demasiado laxa, tendría que haberse hecho una prohibición total. Los fumadores no tienen derecho a fumar en sitios en los que están perjudicando a otros y punto. Si no entiendes eso, es que tu sentido del civismo es diferente al mio. Da gusto ir por paises como Irlanda e Italia y disfrutar de una buena comida en un restaurante o unas copas sin tener que soportar a los maleducados de los fumadores. Y basta ya del tópico del españolito insumiso, que no somos críos, maduremos política y cívicamente por favor, estoy harto de oir el típico comentario al respecto, apoyándo al "pícaro" españolito, creyéndonos que somos diferentes y aquí las cosas son diferentes. ¡Valiente estúpidez! ¡Qué tristeza de país, Dios mio!
Publicado por: Pedro | 09 enero 2006 en 11:24 a.m.