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03 enero 2006

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No entro a valorar los conceptos generales del artículo, ni el concepto de la "moral laica" que efectivamente se está intentando imponer.

Pero en el caso concreto de la ley contra el tabaco, no entiendo cómo no se ve que aquí no se trataba de impedir a alguien ser dañado por su propio vicio, sino de permitir al resto no ser dañado a causa del vicio de otros.

Por centrarme sólo en el caso de las oficinas y centros de trabajo, he sufrido en mis propias carnes el verme obligado a trabajar en un recinto cerrado rodeado de personas que gastaban un paquete de cigarrillos diarios, y de tener que vivir nueve y diez horas diarias aspirando el humo de los otros.

Que un vicio dañe a quien lo tiene, es un problema; pero que un vicio propio dañe a otros, es una barbaridad. Y no entiendo cómo puede haber tantas personas defendiendo activamente esa barbaridad.

Lo que no parece entenderse es que esta ley no es contra el derecho de los fumadores, sino a favor del derecho de los que no fumamos.

He oído a muchos fumadores decir que ahora van a estar en guetos. Y que no van a poder fumar en ningún lado.

Al contrario: antes fumaban donde querían, y yo, que no fumo, no tenía ninguna posibilidad de meterme en una cafetería sin que me estuviesen apuñalando los pulmones. Es ahora, con la nueva ley, cuando tengo la opción de ir a un sitio donde no se fume. Antes tenía que tragar humo por narices, no por ley, sino por falta de ley.

Y la mayor parte de las cafeterías permiten fumar. ¿Dónde está el problema?

Comprendo que es una ley ciertamente 'liberticida', como se dice ahora en algunos ambientes, pero es que cuando una sociedad no está preparada para respetar la salud de los demás, pues las leyes, por desgracia, son necesarias.

Si muchos fumadores -no todos, claro- no fueran tan desconsiderados, la vida sería más fácil y no haría falta legislar. Pero vivimos en el país que vivimos, donde parece que sólo sabemos demostrar nuestra libertad jodiendo al prójimo (ya sea tirando basura al suelo, poniendo la música lo más alta posible o pintando las paredes). Y entonces es necesario "atacar la libertad" de los fumadores para respetar la salud y la vida de los no fumadores.

(Curiosa expresión, como si ejercer una adicción fuese un acto de libertad)

Un saludo.

Muchas gracias, Eleder, por tu comentario. Esa que cuentas es -con toda la razón del mundo, y como bien dices- otra de las caras del asunto en cuestión. Aunque, como ves, en la anotación me dedico principalmente al tufillo que transpira la ley y luego a tomar en cuenta sobre todo los lugares públicos que no son oficinas o lugares de trabajo. Y además he de decir que me parece que no soy más experto en este tema que la media de la ciudadanía europea.

Dejando un poco aparte los casos personales que -no creo que haya que decirlo- yo también he vivido y sigo viviendo como fumador pasivo (digamos que tirando hacia tolerante), entiendo que hay en todo esto -al menos- dos cosas o dos puntos a tratar.

Una cosa o un primer punto: lo que han hecho, según cuenta El País en una de las fotos anejas del artículo citado, en "el restaurante Chez Evaristo de la pamplonesa calle Estafeta ha optado por la vía más democrática para decidir si se fuma o no. Una votación entre sus clientes ha decantado la balanza a favor de los fumadores, que podrán seguir encendiéndose sus cigarros y cigarrillos sin necesidad de salirse a la calle. Los no fumadores han puesto de manifiesto su intención de continuar acudiendo con normalidad a este establecimiento. (EFE)"

Está claro que esto es viable en los llamados “terceros lugares” (excusa por mencionar esta noción de Ray Oldemburg), en las pequeñas comunidades tipo “Chez Evaristo”, distintas del hogar y del lugar de trabajo. Y -como se ve- lo que además se cuenta ahora como noticioso, es que son los no-fumadores quienes ceden ante los fumadores. No parece que la misma idea pueda aplicarse a los centros de trabajo, entre otras cosas porque no son ni voluntarios ni “optativos” como los bares de La Estafeta pamplonesa.

Pero un poco de diálogo tampoco viene mal en una negociación inicial sobre intereses comunes o bien común en asuntos controvertidos, antes de cerrar en blanco y negro las dos bandas y echar un pulso a ver quién gana. Insisto en que el caso concreto que cuentas es muy extremo, y deja ver que la intolerancia de los fumadores no parecía facilitar el diálogo, ni hacer amable o ni siquiera viable la tolerancia con ellos del único no-fumador.

Si no hay o no llega a puerto la negociación inicial, entonces creo que las leyes entran en juego. Lo mismo que sucede con el “hostigamiento psicológico” o “mobbing” o el “hostigamiento sexual” o “sexual harassment”, entiendo que las cosas tienen cauces menos drásticos que la global prohibición de fumar en locales públicos. Puede parecer una salida pintoresca por los Cerros de Úbeda, pero ¿a alguien se le ha ocurrido si ha lugar ir a los tribunales planteando un caso de “smoking harassment”?

De todos modos, la nueva ley, en su carácter drástico –como veremos- traerá perdida de horas de trabajo para los empresarios, envidias de los no-fumadores por el tiempo que les dejan salir a los fumadores, y un largo etc. de consecuencias poco previstas. Algo que ya empieza a ser conocido en otros países.

Por eso, además, parece que están funcionando bien (no es publicidad) las “Smokenstation”, inventos no baratos, pero que, según dicen, son un sistema de capturar el aire del tabaco de quien fuma en una mesa de trabajo, antes de que se extienda por el ambiente, facilitando que fumadores y no fumadores convivan en el mismo ambiente de una manera, si no necesariamente "cordial", si al menos tolerable. Porque otra cosa distinta son las obsesiones y las paranoias, no tan lejos de este entorno. Sean reales o farisaicas.

Perdón por extenderme a vuelapluma en este primer punto. Seré breve en el segundo.

La otra cosa o segundo punto es el relativo a la relación entre los vicios y los daños. Dices que “que un vicio propio dañe a otros, es una barbaridad” y que no entiendes que haya quienes defiendan esa barbaridad.

Entiendo que, lo mismo que decir “justicia social” es con propiedad un pleonasmo (una redundancia viciosa de palabras), porque la justicia es siempre social, tiene que ver con las relaciones de unos seres humanos con otros. Y cada uno de nosotros, como persona que es, tiene una dimensión social insoslayable. Sería un imposible metafísico hablar de la existencia de una “única persona”, como hablar de un “hierro de madera”. Por eso, se puede considerar la expresión o idea de “individuo”, o “sujeto”, para hablar de una persona singular pero lo que no sucede es que desaparezca su dimensión social de repente.

Por eso, lo mismo que pasa con la virtud de la justicia, que es social, pasa también con los vicios, que son también sociales. Todo vicio propio, de suyo, daña no sólo a quien lo tiene, sino también a otros, estén más o menos cerca en el espacio y el tiempo o en la parentela. Con independencia de que unos vicios dañen a otras personas de manera inmediata, evidente y explícita de entrada o de que otros vicios, quizá más larvados, tarden y se manifiesten socialmente por derroteros inesperados.

Estoy pensado en casos de vicios no tan cercanos al fumar (que, hablando moralmente, supongo que será en todo caso un pecado venial contra el mandamiento de “no matar”, además de otros varios contra el “amar al prójimo como a sí mismo, después de amar a Dios sobre todas las cosas”). Otros vicios, como son la mentira, la calumnia o la maledicencia, por ejemplo, no sólo dañan a quien lo tiene y practica, sino también a los demás: daña a la persona de quien se habla y daña a las personas a quienes se habla. Y además enrarecen el ambiente. Y lo mismo sucede con los demás vicios.

Así pues, Eleder, gracias por haberme obligado a escribir sobre estos perfiles de la cuestión, que antes había dejado desenfilados. Y perdón por este largo parlamento.

Elías,

Se han cruzado nuestro comentarios. Leído el tuyo, he de decir que estoy de acuerdo con lo que dices. Lo alusión que haces a algunos desconsdierados, es lo mismo que acabo de escribir sobre la intolerancia de algunos. Muchas gracias por el comentario.

Ya sabes que en España la insumisión es casi un rasgo genético. Por lo que he visto, la mayoría de los lugares públicos han colgado un cartel en el que se dice: "Aquí se puede fumar". Evidentemente el 99 por ciento van a seguir yendo a esos lugares. No había un problema, se ha creado desde el gobierno, como viene siendo habitual.

Montse, una vez más das en el clavo. El otro día me reí a gusto con un email en el que su autor decía que -no habiendo fumado en su vida- iba a comprarse una cajetilla para comenzar el año haciéndolo.

Insumisión ante una política que se intuye oportunista y poco atenta al bien común, apoyada en una campaña muy fuerte, prolongada y bien orquestada de propaganda que se apoya a su vez en la -por otro lado real y patente- dañina acción del tabaco en los pulmones del fumador y en la incomodidad de los no-fumadores, a quienes -al forzar la mano en la propaganda- se ha poco menos que obsesionado o neurotizado con el "fumar pasivo".

Ante cosas así, en efecto, es normal que salte el "gen de la insumisión". Otra cosa hubiera sido promover la mutua tolerancia. Pero esto exige una política de más responsabilidad y calado moral y menos cultivo histérico colectivo de la propia imagen de un gobierno, pensando antes en las urnas que en el bien de toda la ciudadanía.

Hay bomberos exhibicionistas que, si no se producen incendios, necesitan provocarlos, para que se note su eficaz presencia. Solo que con eso, sucede que dejan de ser bomberos y pasan a ser pirómanos. No es bueno estar gobernados por exhibicionistas bomberos piromaníacos.

Discrepo

Son ya demasiados años que he tenido que soportar a los fumadores y su mala educación habitual (como la del resto de españoles, en su gran mayoría).

No hablo de los lugares de esparcimiento, sino de espacios públicos del tipo de hospitales.

A mí siempre me ha molestado el tabaco, siempre. Tiempo ha, era yo el maleducado porque me quejaba que las visitas fumasen en casa (sí, fui niño).

Las libertades de uno termina donde comienzan las de los demás.

En la empresa tampoco nadie se dedica, habitualmente, a beber alcohol, ni a fumar marihuana, ni a esnifar cocaína ni fumársela.

La libertad del fumador ha de estar restringida a su casa y a espacios abiertos, no cerrados.

Otra cosa es la ley propiamente dicha, demasiado políticamente correcta. Creo que se cumplirá (ya existía la de 1988, al menos en Cataluña, y se incumplía reiteradamente) en la mediana y gran empresa, no tanto en la pequeña y locales de ocio.

Pero un local de ocio es de visita VOLUNTARIA (siempre se podrá decidir si entrar o no), pero el ámbito empresarial NO.

No hay que promover la mutua tolerancia. La intolerancia casi siempre ha venido, en España, desde el lado de los fumadores de cigarrillos.

Quienes verdaderamente saborean y aprecian el buen tabaco son bien pocos: fumadores de puros y en pipa.

Si en el futuro se logra el cigarrillo sin humo, que no moleste ni perjudique al otro, problema finiquitado.

En otros países no ha habido problema alguno para seguir la norma. En España, mejor esperar y ver, digo.

Caro Maty, eccoci qua! Entiendo -aunque quizá no lo pareza- muy bien tu postura. La encuentro un poco más visceral de lo acostumbrado en tus escritos, y lo entiendo también.

El caso es que abres un gran abanico de temas, y no tengo ningún problema en asociarme a tu punto de vista, buscando ponerme en tus zapatos.

De todos modos, quizá no he dejado claro en la anotación y los comentarios, que de lo que hablo sobre todo es del "talante" político, del "modo" comunicativo de plantear y sacar adelante la ley, que promueve y jalea un tanto posturas con claves de tendencias más bien maniqueas globales sobre el asunto. Y tiende a promocionar una especie de vengativo espíritu de enfrentamiento y de "trágala" politizable en los no-fumadores ante los fumadores.

Y eso, la verdad, no me gusta. Como te descuides, y como decía Cristina Losada en su artículo, va a resultar que tanto el partido en el gobierno como el lider de la oposición, como sus diversos socios y satélites, se apuntan a esta moralización cívica, para no perder votos. No vaya a ser que los no-fumadores se decanten ahora por votar al partido en el gobierno.

La salud propia y ajena importa mucho, tanto la física, como la mental y espiritual. Por eso entiendo que estas dos últimas necesitan de la tolerancia como punto de partida para el diálogo y el compromiso (no la mera componenda, o el "do-ut-des" contable, etc.) cívicos y políticos.

No me gusta la vida cívica que necesita nutrirse de una política de chivos expiatorios para salir adelante. Porque, en una de éstas -como bien acostumbras a decir- puede resultar que, a base de callar ante los abusos, puede resultar que -sin comerlo ni beberlo- te encuentres con que el próximo seas tú. Y en este caso, me parece, los damnificados son los fumadores como personas y ciudadanos, no la industria del tabaco ni los pingües ingresos impositivos del Estado.

El talante político y las formas cívicas de conducta son cosas que todos sabemos muy importantes. Entiendo que en la convivencia cívica se necesita poner tolerancia o terminará por ser inhumana, o lo que es igual, no pacífica, beligerante en plan selvático; o progresivamente egoísta en la medida en que más gente repite más a menudo aquello de "ese no es mi problema". En fin, deseo y espero lo mejor. Y recuerdo una vez más que quien esto escribe es un sufrido y tolerante fumador pasivo (aunque quizá, pensará más de uno, más bien un quijote, o un despistado que no sabe lo que es la vida). Sea lo que fuere, recibe un cordial saludo, mientras esperamos y vemos qué pasa.

Coincido en que la hipocresía ha reinado en Las Cortes. La unanimidad (creo) se ha impuesto, por aquello de lo políticamente correcto.

Lo discutible de la ley es que tan apenas ha habido debate público durante su trámite, una muestra más de la escasa calidad de nuestra partitocracia, también conocida como democracia española.

Reconozco que soy contundente, pero es que yo soy de esos pocos que piden a los demás que cumplan las normas de convivencia. El año pasado tuve una fuerte discusión con una mujer en la sala de espera del hospital de Santa Tecla, donde tuve que estar unas cuantas horas mientras un familiar muy querido era operado (operación leve, pero ahí estuve). La sala, llena de carteles prohibiendo fumar. Más aún, la sala está a la entrada de la planta donde quien escribe tuvo la ocurrencia de nacer. Te aseguro que fui amable y educado, como es mi costumbre, mas de poco sirvió.

En el hospital Juan XXIII, la gente fuma en las escaleras de emergencia. En cada rellano, una botella grande con agua donde apagaban los cigarrillos.

También otra cosa que me hace enfurruñar en grado extremo: las innumerables colillas que ensucian las playas, tanto da que pasen las máquinas limpiando la arena, ahí están.

¿Hemos de ser comprensivos con esa gente? Pues no, incumplen reiteradamente reglas de convivencia, perjudicando a terceros y ensuciando.

Los fumadores no son damnificados, lo son los no fumadores, que han venido sufriendo su imposición.

Imagina que un adicto a los videojuegos también quiere disfrutar de su libertad en el ámbito laboral. Nadie se lo plantea (por mucho tetris y demás) reclamarlo en el convenio colectivo.

Con aquellos que reiteradamente se saltan las reglas de convivencia no hay que ser comprensivos. Somos adultos y razonamos, hemos de ser consecuentes con nuestras acciones.

Si la discusión fuese sobre cómo ha de ser la vestimenta "apropiada", si los tatuajes,... entonces comprendería y compartiría tu posición, ya que esas prácticas no me agreden físicamente, a diferencia del humo exhalado.

La proporción de niños españoles con alergias no deja de aumentar (creo que ya supera el 20%). Las personas con tales dificultades, sean niños o no ¿no merecen especial protección?

Esas personas pueden elegir el bar, restaurante... pero no el hospital, la escuela, el lugar de trabajo,...

Ese es el aspecto que has olvidado, la protección especial al desvalido.

¿Acaso no conoces casos, tan frecuentes, de oficinas donde se fuma impenitentemente, sin importar que alguna trabajadora esté embarazada? ¿También hay que compadecer a esos? Si esa mujer embarazada decide entrar en una discoteca llena de humo, estará ejerciendo su libertad (a costa de la del feto, que no persona todavía). Allá ella, no entro a discutir ese comportamiento. Pero en la oficina el humo le viene impuesto.

Pues no. Hay casos en los que derechos de unos han de prevalecer sobre los otros.

Volviendo al principio, el problema radica en que se gobierna cual déspotas ilustrados. Ellos deciden qué está bien o mal, y lo imponen a los demás.

Ahí es donde coincidimos, en el redactado de la ley y su discusión pública, inexistente.

En ese aspecto, los fumadores sí que tienen motivos para sentirse perjudicados, molestos. Pero no con los no fumadores, sino con la clase política española y su ombliguismo.

Okey Dokey, Maty: así parece que dicen los americanos castizos para reduplicar el acuerdo. Conozco casos de hospitales y laboratorios, de oficinas y cines, de trenes y aviones, de bares y restaurantes, de ricos y pobres, altos y bajos, gordos y flacos, periodistas y lectores, rojos y azules. También conozco madres embarazadas que fuman con su hijo en el vientre, sin pensar en si le afectará al o no (siempre el primer desvalido), y luego resulta que sale un tipo genial.

En fin, de todos modos, me parece que, por desgracia, debe de haber un número equivalente de maleducados/as, o descastados/as entre los fumadores y los no-fumadores, entre los legisladores y los legislados. Se extiende el ombliguismo. O, como diría el africano Agustín de Hipona, hay demasiada gente con el (perdón por el latín) "cor corvatum in seipsum", con el corazón pendiente de sí mismo, cuando resulta que el corazón está hecho para amar hacia fuera de uno mismo... Lo digo porque el asunto me parece que va incluso más allá de mirarse el ombligo. Está también en la órbita del "je-m'en-foutisme" francés o del "menefreghismo" italiano o de la "couldn't-give-a-damm attitude" inglesa. De todos modos, ya verás como -entre unos y otros- lograremos que escampe un poco el chaparrón de ombliguismo. Político y cívico.

Muchas gracias, Maty, en nombre de los lectores, por tu tiempo y tu sincero coraje.

Sinceramente, a mi la ley me parece inconstitucional, no hay derecho a que un camarero en su lugar de trabajo tenga que soportar el humo de los fumadores. La ley no es justa, tendría que aplicarse en todos los lugares públicos, como en bares y restaurantes. La ley para mi es demasiado laxa, tendría que haberse hecho una prohibición total. Los fumadores no tienen derecho a fumar en sitios en los que están perjudicando a otros y punto. Si no entiendes eso, es que tu sentido del civismo es diferente al mio. Da gusto ir por paises como Irlanda e Italia y disfrutar de una buena comida en un restaurante o unas copas sin tener que soportar a los maleducados de los fumadores. Y basta ya del tópico del españolito insumiso, que no somos críos, maduremos política y cívicamente por favor, estoy harto de oir el típico comentario al respecto, apoyándo al "pícaro" españolito, creyéndonos que somos diferentes y aquí las cosas son diferentes. ¡Valiente estúpidez! ¡Qué tristeza de país, Dios mio!

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