Acaba de publicarse el libro titulado "La belleza que salva (Comentarios a la Carta a los artistas de Juan Pablo II)", editado en Ediciones Rialp (2006, 150 pp.). El libro es fruto de la iniciativa de María Antonia Labrada, Profesora de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Navarra, y Coordinadora y Editora de la colaboración de nueve profesores de varias Universidades y de materias afines, comentando los 16 puntos de la Carta.
Como dice la editora en su presentación, "la idea de escribir un libro sobre la Carta a los artistas, de Juan Pablo II, surgió en torno a la fecha de su fallecimiento, el 2 de abril de 2005".
Soy testigo del dato, pues pocos días después de esa fecha que acaba de cumplirse, hace un año, recibí un e-mail de invitación por parte de la autora de la idea, invitándome a participar en su escritura. Tras agradecerlo y tras el inútil forcejeo de pretender esquivar el compromiso, elegí, y me fue aceptado, escribir acerca del punto número 4 de la Carta, titulado "El artista y el bien común". No era una elección debida a que se trata del punto más breve de la Carta, que lo es, sino porque encierra dos asuntos que de siempre me llamaron la atención.
El primero de ellos es el sentido que tienen las palabras del poeta polaco Cyprian Norwid, "La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir". Palabras dos veces citadas en la Carta, a primera vista desconcertantes, y que hacen pensar -también de entrada- en una mala traducción. El segundo asunto reside en el sentido que Juan Pablo II da al trabajo del artista en el contexto de su contribución al "bien común", al "servicio social" y a "la vida y al renacimiento de un pueblo".
Como no se trata de quitar lectores al libro, evito aquí las respuestas a ambos interrogantes. Baste decir que se encuentran interesantes matices para el sentido del verso de Norwid considerando someramente su traducción en diversas lenguas. Por ejemplo, en la traducción italiana de la Carta, la palabra que figura es "entusiasmare", mientras que en la versión del texto posterior de Juan Pablo II, Memoria e Identitá (Rizzoli, Milano, 2005), donde se cita igualmente el mismo verso de Norwid, esa traducción ha sido sustituida por "incantare".
Aunque se pierde el sentido del "entusiasmo" platónico, hablar del "encanto" no deja de ser una nota que amplía el sentido hacia territorios de asociación, contento y compenetración personal con el sentido del trabajo, que sigue siendo el "risorgere", el resurgir, con cercanías semánticas al crecimiento o crianza cultural ("to raise up") para la "resurrección" que encierra el sentido de la palabra original polaca ("zmartwychwstalo"). Sobre todo, porque con la ayuda de lo dicho en Memoria e Identitá, los versos de Norwid conducen a una nueva consideración cultural, trascendente y universal, no ceñida al contexto ideológico de la política, del modo de entender la noción de "patria", haca la que lleva el "resurgir" del verso y, sobre todo, del pensamiento de Juan Pablo II.
Me parece que no compensa decir más, sobre todo porque entiendo que son de mayor interés y calado los escritos de los restantes autores de los capítulos, y que figuran en la noticia de la publicación del libro.
Es muy recomendable leer este libro. Como dice María Antonia Labrada, la carta escrita por Juan Pablo II "estaba pidiendo una respuesta. Juan Pablo II se dirige a los artistas, pero también a todas las personas interesadas en el arte. De ese modo, los comentarios que se recogen en este libro constituyen esa respuesta".
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