El abismo entre la crítica y el público queda una vez más de manifiesto. No es que los críticos cinematográficos y buen número de intelectuales vivan en un mundo al margen de la realidad, al ser unánimes en su desagrado ante el Código da Vinci.
Más bien parece que el público vive inmerso en el mismo mundo que los demás, dominado por el marketing, que impone con notable agresividad la agenda, lo que hay que hacer para no resultar marginal. Y el público, obediente, a diferencia de la crítica, ha pasado por taquilla. Que es lo que importa.
Estamos en una sociedad de mercado: un mundo de mercaderes con mercancías, en la que el marketing convierte al ciudadano en consumidor, asegurándole que es más confortable formar parte de la masa que la marginalidad de una élite. Esto es lo que hay en el punto de mira del "fenómeno DVC" (Theological Thriller a Mediocrity): hasta el momento de escribir estas líneas, ingresos globales de $ 288.617.212,00. Punto.
Como las gentes que circulan por la blogosfera, por el momento, se sitúan más bien en el entorno de esa élite, tan crítica como auto-crítica, pero no anónima ni masiva, resulta que siguen llegando sugerencias de lecturas sobre el Código da Vinci. Yendo al grano, siguen unas cuantas recomendaciones:
• Juanxo, en su blog estrenado, toma esta sana e interesante postura: El Código da Vinci y yo.
• Marco me recomienda leer lo que dice Simon Jenkins en Guardian Unlimited: Facts should be taskmasters, and there is no exemption for fiction. Historical novelists must not manipulate an audience's veneration for the truth with their phoney verisimilitude. [Sé que ha sido contestado por unos cuantos lectores, en la línea de que "The truth is all novelists are liars", aunque eso lleva a otros derroteros, de suyo muy interesantes, que es mejor tratar aparte].
• Yoni me recuerda el editorial de La Vanguardia (21.05.2006), "Código averiado" ($), que es breve, ajustado a la paradoja del gusto por la "cultura-basura", y dice así:
El estreno en las pantallas de cine de la película El código Da Vinci nos coloca ante uno de los fenómenos más singulares de la cultura de masas de los últimos tiempos: una novela muy mediocre convertida en superventas planetario y una película más mediocre aún copando la cartelera cinematográfica. Como ocurre con las denominadas canciones del verano, el fenómeno puesto en marcha por el novelista norteamericano Dan Brown muestra qué dimensión puede alcanzar en nuestra época una fusión astuta y oportunista del marketing y la literatura fácil. En una época caracterizada por el acelerado desarrollo de las redes de distribución mundial de las ideas y las mercancías, se crean oportunidades sin duda propicias para una literatura baja en calorías literarias y con muchas grasas ideológicas polisaturadas: acción, misterio, esoterismo, teoría de la conspiración y ausencia de rigor histórico.
La creciente prevención ante la comida basura parece que todavía no alcanza a los productos culturales de baja calidad. Vivimos muy atentos a la salud corporal, a la ingesta de según qué tipo de platos y bebidas, pero mucho más relajados ante la alimentación espiritual, lo cual no deja de ser una curiosa paradoja en una época en que Occidente, no el resto del planeta, parece haberse emancipado del fantasma del hambre. La globalización de la cultura apenas acaba de comenzar, y seguramente asistiremos a más fenómenos como el que hoy representa El código Da Vinci,de la misma manera que también tiende a aumentar el consumo de bienes culturales de alta calidad. Basta ver las cifras de afluencia de público a los grandes museos. No hay que ser catastrofistas.
No hay duda de que el esoterismo vende y entretiene, especialmente en una época como la actual, caracterizada por la aceleración de los cambios. La reacción del Opus Dei, organización católica que merece todo el respeto, a la cruel caricatura de que es objeto en la novela y la película ha sido mesurada, inteligente y consecuente con los nuevos tiempos.
• Recibo un estupendo artículo de Jaime Nubiola, que publicará a primeros de junio en La Gaceta de los Negocios. Cuando salga ahí, lo publicaré aquí. Hay que respetar el embargo. Se titula "Taquilla e imaginación: el fenómeno Da Vinci".
• Alessandro me hizo notar, en una breve estancia milanesa con ocasión de un Congreso, la semana pasada, la exposición en el Castello Sforzesco dedicada al Codice Trivulziano de Leonardo (aquí no se dice "da Vinci"). lo curioso es que la promoción de la exposición, utiliza el rebufo del llamado "Codice da Vinci"... Pero como casualmente Umberto Eco lo cuenta mejor en su "bustina" de esta semana (con innecesaria coletilla pollitically correct), mejor es leer la paradoja en "Lo svelamento svelato": "Il clima New Age e la fame di mistero che si è sostituita al crollo delle ideologie e delle utopie secolari spiegano il successo del 'Codice' fasullo":
(...) evidentemente per attirare l'attenzione del pubblico, l'esposizione si intitola 'Il Codice Svelato'. Non occorre essere molto acuti per capire che, visto che si tratta di un'iniziativa volta a far conoscere meglio il Codice Trivulziano, il titolo sarebbe appropriato; ma non occorre essere necessariamente stupidi per fare immediatamente un'altra connessione e fiutare un'allusione al 'Codice da Vinci' di Dan Brown, libro, film, e annessi e connessi scandali e polemiche.
Io capisco che un fabbricante di mutande a scacchi, se improvvisamente scoppiasse un caso qualsiasi su presunte mutande a scacchi di Brad Pitt, farebbe benissimo a legare il nome della propria marca al caso in questione (per esempio lanciando lo slogan 'per un inguine allo stato Brad'), perché gli affari sono affari. Ma che si debba fare la stessa operazione e usare Dan Brown per 'lanciare' Leonardo (quando almeno Dan Brown aveva fatto con molta modestia l'operazione inversa, e cioè aveva usato Leonardo per lanciare se stesso) mi pare abbastanza sconfortante.
Hay más. Por hoy, esta parece una muestra suficiente. Otro día, quizá más.
Comentarios
Puedes seguir esta conversación suscribiéndote a la fuente de comentarios de esta entrada.