
Como casi todo el mundo, recuerdo perfectamente qué estaba haciendo el 11/9 de 2001, cuando cambió el siglo y el mundo, hoy hace cinco años. Estaba por ponerme a ultimar una conferencia que tenía que dar el día siguiente. Por casualidad, puse la TV cuando humeaba la Torre 1, y ya no pude dejarlo, pasando de unos a otros canales, nacionales e internacionales.
Una semana después escribí una breve "fictual story", en una columna mensual que publico en la revista Nuestro Tiempo. Es la que sigue a continuación. (Aunque diré algo más al final, para facilitar las cosas, cabe decir que una "fictual story" viene a ser un relato mínimo, de 600 palabras, que para el lector discurre en un cierto claroscuro entre la "fiction" y lo "factual", entre la ficción y la no-ficción. Es ficticio el protagonista, son "factuales" y documentadas las personas con las que se relaciona en la breve acción del relato).
En sí mismo no es gran qué, pero valga como público recuerdo y homenaje a los que murieron y sobrevivieron aquel día, a sus familias y amigos. Otro día, política: hoy, personas. Esto es lo que –con un par de retoques- escribí el 18/9 de 2001:
Gracias, Byrne
Era el 11/9. Howard había presenciado, más al sur de Chambers Street, el horror. Desde allí, a dos calles de distancia de la sangre, los zapatos, el polvo, los cadáveres y los papeles llegados desde muy arriba, lo contó en directo a los aún escasos oyentes de "Sirius", su emisora digital vía satélite.
Una semana después, el 18/9, Howard comenzó su programa diciendo "si ustedes desean comprender de verdad qué es lo que nos está pasando, les recomiendo que escuchen música de Aaron Copland. Escuchen Apalachian Spring, Rodeo, Billy the Kid. Ahí, en esos fuertes contrastes, estamos todos.
"Escuchénlos, porque, como decía Hölderlin, somos capaces de vivir poéticamente el mundo. También este mundo de horror. Este mundo nuevo, en el que hemos de aprender a interpretar el terror. Quizá con más sentido de la tragedia, que es poética y con menos retórica ideológica. Y como siempre habrá una estrategia de las palabras, esperemos que venza una sin siquiera violencia en las palabras.
"Hoy nos dice Susan Sontag, desde la prensa europea, que no somos capaces de mirar de frente nuestra propia realidad. Que lo sucedido no es un cobarde ataque contra la libertad, sino un acto de coraje (¿a esto se puede llamar coraje?) contra actos semejantes de nuestro poderío mundial. No discuto ahora esa injusta interpretación de Susan Sontag. Otros lo harán. Sólo quiero mirar de frente una realidad concreta, que tengo ahora mismo en mis manos, e intentar contársela a ustedes".
Mientras miraba las fotos que tenía entre manos, Howard contó a sus oyentes que, el 11 de septiembre, mientras les hablaba en directo desde más al sur de Chambers Street, había dicho que nadie debía haberse salvado por encima del piso 60. Y que en ese mismo momento cruzó a su lado un hombre lleno de polvo, con una mochila a la espalda y una Nikon digital en la mano. Había escuhado sus palabras, y le dijo -con la seguridad del que sabe- que eso no era así, que él venía del piso 71 del WTC1. Howard le dio las gracias. No le pareció oportuno, no se atrevió a entrevistarle, viendo el gesto roto de su cara.
Luego, al leer el NYT y Time y ver publicadas algunas de sus fotos, supo que se llamaba John Labriola. Encontró su dirección en internet y se escribieron. Y hablaron de las fotos que había puesto en la red, antes de que la agencia AP comprara algunas de ellas. Howard quedó impresionado al ver algunas fotos nerviosas de bomberos en acción.
John le pidió que, si hablaba de sus fotos, no dejara de mencionar la ejemplar "dignidad, fortaleza y piedad" que vio en sus rostros agotados. Se habían cruzado en el piso 35. Ellos bajaban más bien tranquilos (tardaron 50 minutos en llegar a la calle) mientras los bomberos subían corriendo, contracorriente, cargados con pesadísimos fardos al hombro. En el sudor brillaba una esperanza de salvar vidas. En la determinación del jadear se mezclaba la posibilidad de su muerte y la certeza del deber cumplido. Gracias, bombero Byrne, pensó.
Howard pensó también en el acto al que había asisitdo el domingo: la promoción de 168 bomberos a cargos de mayor rango, para reemplazar a los casi 200 muertos. Un acto al que ninguno hubiera querido tener que asistir. Luego había ido a la iglesia de San Francisco de Asís, donde se despedían los restos mortales de Fr Mike, un capellán católico de los bomberos de NY, sepultado por los escombros mientras daba la extremaunción a un bombero moribundo.
Howard terminó su programa matinal: "Gracias, bombero Byrne". Y se conmovió al oir, subiendo a primer plano, los acordes de la ”Fanfare for the Common Man” de Copland. Acordes que, por fortuna, cubrieron el profundo sollozo que, a fin de cuentas y sin querer evitarlo, estallaba en su garganta.
Hasta aquí, lo publicado hace cinco años. "Howard" no existe más que en mi imaginación y ahora en la de quienes han llegado hasta aquí. Sin embargo, John Labriola sí que existe y ahora vive en Harrison, en las afueras de NY. Ví sus fotos en Internet el día 12 o 13 de septiembre 2001. Me gustaron especialmente algunas que se veían movidas y de encuadre poco cuidado. Le escribí para pedirle permiso y publicar una del bombero Byrne, subiendo la escalera, de espaldas (por eso supe el nombre), cargado de cuerdas y mangueras. Me concedió el permiso.
Desde entonces, John y yo no nos hemos visto, pero nos hemos escrito varias veces por email y se puede decir que somos amigos. Hace dos años pasé unas horas por NY, pero por desgracia no pudimos coincidir. Hoy ya no trabaja para la Port Authority of New York and New Jersey (por eso estaba en el piso 71). Ahora es un buen diseñador de websites, felizmente casado y con un hijo. Y seguirá siendo el único autor del impresionante testimonio gráfico "desde dentro" de la Torre 1 y todo lo que vino después en los alrededores.
Ya no es necesario copiar lo que entonces Jonh me escribió, como condición para publicar la foto del bombero Byrne ("tienes que decir que fueron ejemplares en su dignidad, fortaleza y piedad", palabras que entrecomillo en la "fictual story"). Ahora se puede leer en la red su testimonio escrito, en el que también figuran esas palabras, de otro modo. Sigue citando al Dalai Lama, cuando yo le había animado a rezar a Dios y leer algunos textos que supuse le darían consuelo. Ahora, después de citar al Lama, termina con simple "God bless", que entiendo no es sólo de educación... También se pueden ver algunas de sus fotografías, como la que ahora encabeza esta anotación, distinta de la de las espaldas de Byrne, en el sitio September 11. Bearing witness to history.
Por lo que mira al bombero Byrne, Robert (no Michael) Byrne, yo pensé en un primer momento que fue uno de los casi 200 bomberos muertos. Pero luego, siguiendo la investigación de los personajes involuntarios de aquella "fictual story", pude dar con su testimonio oficial acerca de lo vivido en la Torre 1. Puede descargarse aquí (.pdf), tomado de la página del NYT que recoge las historias de quienes vivieron aquel 11/9/2001.
Robert Byrne y John Labriola, ambos entonces recién incorporados a sus respectivos trabajos, se cruzaron aquel día a la altura del piso 35, en las escaleras de la Torre 1, antes del colapso.
Probablemente, ahora, ni el uno sabe del otro, ni se han vuelto a cruzar, siquiera con la fugacidad de aquel día. Sólo queda esta "fictual story" nacida de una foto, en la que un ficticio "Howard" cuenta el instante del encuentro de Robert con sus cuerdas, mangueras y luces, y John con su Nikon CoolPix, en aquella estrecha escalera de incendios.
A propósito de las "fictual stories", puede leerse una aproximación en lo dicho por Mas'ud Zavarzadeh (“The Mythopoetic Reality: The Postwar American Nonfiction Novel." Urbana: U. of Illinois, 1976), para describir lo que él llama "area of reality where the factual and the fictional converge in a state of unresolved tension: the factual is not secure or unequivocal, the fictional seems not all that fictitious or remote" (ver aquí, o aquí).
He de confesar que aún estoy perplejo con un pequeño detalle de la historia inventada acerca de John Labriola. Ahí digo que "Howard" se cruzó con él, y hablaron del piso 60 y el 71... El caso es que, en su relato, leo ahora que dice John Labriola: "I remember someone talking on a cell phone telling his friend that no one above the 60th floor could have gotten out. I told him that that wasn't true, that I had walked down from 71..." Lo que tenía para mí haber imaginado para el micro-relato (no recuerdo haberlo leído en los emails intercambiados con Jonh, ahora perdidos), veo que sucedió en realidad. En otro lugar, pero en realidad. Es tan increíble, que he de pensar que quizá me lo dijo John y, después de incorporarlo a la historia, lo olvidé por completo. Deben ser cosas de las "fictual stories", de esas twilight zones que a veces hay en la vida misma.
Gracias, John.
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Actualización (12 Septiembre 2006): Si alguien está interesado en leer desautorizaciones de las "teorías conspiratorias" de quienes se llaman a sí mismos "truth activists", puede leer "9/11: Debunking The Myths", o bien Conspiracy theorists insist the U.S. government, not terrorists, staged the devastating attacks, o Five years after 9/11: tinfoil hats attack.
También me llega este video inédito e impresionante: "September 11, 2001: What We Saw".