Es cómico y ridículo lo sucedido en Chicago, a propósito del film “Nativity”, con carácter "preventivo". Un carácter tan perverso como el ya visto anteriormente con otra prevención.
Sabido es que la película (filmada también en Matera, como la “Pasión” de Mel Gibson, y con ambientación realista de tipo “gibsonesco”) trata de algo más de un año de la historia de la Virgen María, desde los esponsales con José, la Anunciación, la visita a su prima Isabel, hasta el nacimiento de Jesús, la adoración de los pastores y los magos, y la huída a Egipto ante la matanza de los inocentes.
Pues bien, el ayuntamiento de Chicago ha prohibido que se haga publicidad de esa película (en realidad, ha prohibido el patrocinio de New Line Cinema, la distribuidora de la película) en un bazar callejero de objetos navideños, organizado por la German-American Chamber of Comerce, precisamente llamado “German Chistkindlmarket”.
Las razones “preventivas” de la decisión de los ediles de Chicago se han formulado diciendo que ese patrocinio de una película que representa la Navidad cristiana, podría, no sólo herir, sino “ofender” la sensibilidad de los no-cristianos durante el shopping navideño. Casualmente, en un mercadillo llamado “Chistkindlmarket”. Leer para creer: si alguien se ofendiera, como se temieron en ese Ayuntamiento tan preventor, habría que llevarlo más bien al siquiatra, porque alguna manía ya podría tener.
La vicepresidenta de New Line Cinema, Christina Kounelias, ha dicho que le parece que “la gente que acude a una manifestación llamada “Chistkindlmarket” debe ser consciente de que se trata de un evento relacionado con la fiesta de Navidad, y que por tanto no se extrañaría lo más mínimo ante la visión de escenas de la Navidad”.
Paul Braoudakis, portavoz de la Willow Creek Association (que reúne 11.000 iglesias cristianas) ha dicho que “hasta donde soy capaz de entender, me parece que las seis primeras letras de ‘Christmas’ viene de ‘Cristo’, y lo planteado por el Ayuntamiento de Chicago viene a ser como celebrar el cumpleaños de Lincoln sin poder pronunciar el nombre de Abraham Lincoln”.
Deben ser los primeros avisos acerca de que en las navidades que llegan, como el año pasado y el anterior, también va a haber polémica sobre evitar decir “Merry Christmas” y procurar decir en su lugar “Merry Whatewer, Feliz Cualquierotracosa”.
O debe ser la polémica de turno –con sordina en el NYT- a propósito de una película bienintencionada, pero torpe. En términos generales, resulta fiel al relato evangélico, y es por momentos conmovedora, y por momentos se adapta a los clichés de las estampas (la cueva-establo de Belén) y de lo “pollitically correct” al modo hollywoodiano (Herodes, los impuestos, la matanza de los inocentes, los reyes magos, etc.). El Cardenal Bertone, puesto a elogiar la película (imagino que pensado en el bien que pueda hacer entre gentes buenas, en estos tiempos), pone de su parte en la película, y asocia la matanza de los inocentes con la violencia de nuestros días.
Si bien no es el público al que se dirige la película, quien haya leído con atención los evangelios, y haya imaginado y pensado estas escenas, es probable que se extrañe con no pocas cosas. Por ejemplo, le llamará la atención que la Virgen –quizá es sólo un problema de “casting”- está casi siempre con expresión más bien asustada, temerosa, apesadumbrada o algo triste, más que el mismo José, en vez de estar más bien radiante, o cuando menos alegre y conmovida en la humildad de ser la Madre de Dios.
Los autores de “The Nativity Story”, a pesar –insisto- de sus manifiestas buenas intenciones, y de logros innegables (la figura de Isabel, el viaje a Belén y el pastor), han preferido mirar de tejas abajo, en plan “realista” etnográfico, y destacar, por una parte, la castidad matrimonial en María y José, según declara Catherine Hardwicke, productora y directora del film, y por otra el lado histórico-político de la Redención en el entorno del reinado despótico de Herodes. Pero no han llegado a expresar artísticamente el sentido sobrenatural real de la Encarnación y la Redención en el hogar y familia del Hijo de Dios y su Madre.
El secreto del arte está en los detalles. Pero no son suficientes los logrados decorados y vestuarios. Bastaban -como el secreto del amor, también en los detalles- unas cuantas miradas, unas cuantas sonrisas, unos cuantos silencios significativos: una alegría compatible con los dolores en gestos salidos del alma. Bastaba, por ejemplo, respetar las palabras del ángel Gabriel (de apariencia más bien untuosa y un poco repelente), cuando sabemos que dice "Hail, full of grace, the Lord is with you!". Y en vez de "full of grace" dice "favored one".
Bastaba respetar el “Magníficat” en la visita a Isabel (magnífica Shohreh Aghdashloo). Bastaba quitar los dolores del parto, y poner la maternidad de María como la sustancia de su vida… Bastaba, en fin, no dejar de lado las consecuencias de ser Inmaculada, o la criatura de la que se dice “más que tú, sólo Dios”. Porque hasta José (Oscar Isaac) parece en ocasiones más virtuoso, atento y recto en sus actuaciones que María. Keisha Castle-Hughes no logra hacer ver que María, inmersa en Dios y en su tiempo, “guarda aquellas cosas en su corazón”.
A pesar del realismo etnográfico de esta película, que busca parecerse al de la “Pasión” de Gibson, viene al recuerdo aquel discutido “this is as it was”. Pero en este caso, me temo que “this is not as it was”, y también que la película no sea un hito cinematográfico. Aunque haga bien a mucha gente.
Pero en fin, para no alejarnos del asunto que nos trae aquí, hay que decir que es extremadamente ridículo y cómico el papel “preventivo” desempeñado por el “laicismo de pacotilla” del Ayuntamiento de Chicago ante esta película.
Es posible conjeturar sin gran riesgo que este cómico acto de “prevención” tiene que ver con ese “laicismo de pacotilla” que parece querer instalarse en nuestras sociedades del bienestar.
Cuando el relativismo en boga, que se dice tolerante, anuncia a bombo y platillo que todas las creencias y todas las prácticas religiosas son iguales, al final resulta que Orwell va a seguir teniendo razón: hay unas que son más iguales que otras. Y quizá por eso algunos piensan que hay que ponerse en plan “preventivo” con el cristianismo, que a fin de cuentas resulta que no es tan igual. Ni en sí mismo. Ni en el trato que recibe por parte de algunas autoridades políticas y administrativas.
La medida “preventiva” de la alcaldía de Chicago es, sencillamente, un ponerse en ridículo y en evidencia, que merecería cambiar de puesto de trabajo a quien la sugirió y a quien decidió llevarla a cabo.
La política, como el amor y como el arte, también se nota en detalles aparentemente insignificantes.
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