Hoy publica Esteban Hernández, en la página de "Cultura y Poder" de El Confidencial (Las conspiraciones reales y el 11-M), junto a otras, la cumplida reseña de un libro que llega ahora a su tercera edición (aumentada), y que en su momento titulé "Medios de conspiración social".
El libro es un conjunto de cuatro (ahora cinco) estudios en los que se razona en torno a la necesidad de colaboración cívica, destacando el creciente protagonismo de los medios de comunicación, si es que entre todos pretendemos sacar adelante esta "sociedad del conocimiento" en que vivimos.
Otra cosa sería que -los unos por los otros- pretendiéramos que esa "sociedad" salga adelante por sí sola, o -peor- que "ellos" (otros: cualesquiera) la sacaran adelante.
También por aquí se ve llegar la sombra alargada de aquella denuncia de Miguel de Unamuno ante el nefasto "¡que inventen ellos!", versión hispánica de la cruda y cómoda insolidaridad cívica que tanto pesa sobre la vida democrática.
Esa conspiración cívica, que entiendo como cooperación imprescindible para progresar hacia el bien común, se contrapone diametralmente a las "conjuras" de diverso tipo, que en sustancia buscan distintos tipos de bienes particulares -la ventaja en poder político, económico, etc.- de unos pocos: los conjurados a tal efecto, un grupillo de esos "ellos" antes mencionados. Gentes un tanto desentendidas de ese mismo bien común del que (también en los medios de comunicación) hablan y no cesan en tantas democracias avanzadas.
El libro está publicado, y a la venta, es breve (168 páginas) y no se trata ahora de resumirlo (aunque aquí pueden leerse las páginas del prólogo original). Sí se puede añadir aquí algo sobre lo que ha interesado a Esteban Hernández en su lectura, y le ha llevado a enviarme unas cuantas preguntas, hace un par de días. Y como la rapidez a veces está reñida con la precisión, le he contestado con una extensión imposible para la sección de El Confidencial.
Hemos convenido en publicar aquí preguntas y respuestas, por si alguien quiere mayor información. (Me dice también que excuse las imágenes que acompañan su texto en El Confidencial, que no van con lo que él mismo plantea, con Jordi Rodriguez Virgili y otros, a propósito del 11-M).
Las preguntas y respuestas sobre "Medios de conspiración social":
1. La anécdota de la contraportada, el político que afirma que los informativos, etc., es muy poderosa. De manera que tengo que preguntarle por ella: ¿esa afirmación responde a la realidad o exagera los posibles efectos de los medios?
Ahí cuento que asistía en Milán a un Simposio internacional sobre los medios de comunicación, invitado por una fundación alemana. En un almuerzo informal, tuve una fascinante conversación con un político, por entonces dedicado a trabajar en el gabinete del director de un canal televisivo centroeuropeo. Con una sencillez y convicción aplastantes me dijo que, en este negocio de la televisión, los informativos sirven como táctica para ganar las próximas elecciones, mientras que los dramáticos tienen valor estratégico para cambiar la sociedad, adecuándola a los principios de la ideología de su partido.
Pienso que aquel político ni exageraba, ni quería engañarme respecto de sus intenciones. Eso es algo que todos podemos comprobar: los partidos políticos –especialmente los de centro izquierda, porque en Europa saben más de esto que los de centro derecha, a diferencia de Estados Unidos- plantean así el uso de los medios. Otra cosa es que los políticos logren efectivamente eso que pretenden.
En líneas generales, ese modo de pensar y de actuar de los políticos en el uso que hacen de los medios de comunicación responde a la cruda realidad en que vivimos.
Otra cosa es que, hoy –unos años después de aquella conversación- las cosas han cambiado un poco. Ahora los políticos tienen que negociar mucho con los hombres de negocios, con el dinero, para conseguir esos mismos objetivos. Porque quienes hoy tienen las riendas de los medios son gentes de negocios.
En este sentido, pienso que el panorama ha empeorado. Porque tanto las ideologías políticas de un signo como las de otro han de pasar primero por la gran ideología básica común, que es la del mercado: el dinero, el consumo, el beneficio. Los programas y sus audiencias de las grandes corporaciones multimedia están básicamente orientados por una común ideología mercantil, a la que luego se pueden añadir tientes políticos de uno u otro signo.¿Por qué se ha convertido en noticia y en tema de conversación la audiencia de un programa, los ratings y los shares televisivos, los lectores de prensa, los oyentes de radio, los hits en internet?
Hoy, aquel político de la anécdota, probablemente ya no estaría allí. Sus preocupaciones electorales y de influencia social, a fin de cuentas –aunque fuera de lejos y bajo el prisma exclusivo de su particular ideología- apuntaba al bien común de la sociedad. Al menos quería hacerlo y sabía que tenía que hacerlo.
Aquel político probablemente sabía aquello que dice Aristóteles: que lo que distingue a un verdadero político de aquel que no lo es, es que el primero busca la vida buena de los ciudadanos y el segundo su propio interés. Esa es, de entrada, la distancia que media entre el conspirador y el conjurado, desde los horizontes prácticos de la comunicación.
Por eso el libro habla sobre todo de buscar la conspiración social, y la discusión pública, en torno a la vida buena, y evitar las conjuras que sólo estén pendientes del propio interés. Sobre todo si ese interés se reduce de entrada al interés económico, y deja para un más tarde que nunca llega el bien común.
Hoy, en lugar de aquel político, quizá me hubiera topado con un ejecutivo, un empresario, que hubiera hablado de la audiencia que podía ofrecer a la publicidad y a la propaganda política, según el tramo horario de su programación. Y de que los segmentos de audiencia, clasificados según su poder adquisitivo, no necesariamente coincide con segmentos de mayor o menor nivel cultural o de preocupación cívica por los valores vigentes en la sociedad en que vive.
Dicho así, esto puede parecer peyorativo, o síntoma de que miro el ‘lado oscuro’ de los medios de comunicación. Lo peor del caso es que los demás ‘lados’ de los medios –especialmente la televisión- son hoy muy poco relevantes ante su trabajo prioritario como “fábrica y suministro de audiencia” para la publicidad y la propaganda.
2. En su interesante “Medios de conspiración social” trata de dar una respuesta clara a ese tipo de utilización de los medios. Desde luego, como señala, poseen una potencialidad enorme para alcanzar otro tipo de metas. ¿De qué depende que se pueda activar esa dirección?Como siempre, los medios dependen de las personas que los utilizan, y de las metas o finalidades que pretenden con la utilización de esos medios. Y las profesiones dependen de que puedan y sepan administrar sus propios saberes, ya que vivimos en una “sociedad del conocimiento”. De ahí que sea un asunto urgente salir de la bruma que todo lo mezcla y confunde, y decidirse a distinguir y saber coordinar sin confundir los específicos saberes (temáticos, técnicos, prudenciales, etc.) que administran los profesionales de la política, la economía y la comunicación.
Vaclav Havel, el primer presidente de la república Checa, decía que la buena es la “política apolítica”, cuando se da por supuesto que la política consiste en buscar el propio interés. Y Havel decía que ese ser “apolítica” consiste en “buscar y lograr un sentido en la vida”, ser "moral actuante", ser un "servicio a la verdad" y una constante “preocupación por el prójimo”.
Con idénticas metas, por muy idealistas que parezcan, puede y debe entenderse un renovado discurso comunicativo, que no dependa de entrada de la economía, porque la sociedad es mucho más que un mercado, y los ciudadanos somos mucho más que consumidores. Y que sea prácticamente "apolítico", en el mismo sentido en que habla Havel. Que deje de ser "una tecnología del poder, una manipulación de éste, un arte de la utilidad, el artificio o la intriga".
La política y la economía y la comunicación pública tienen este tipo de horizontes por delante. Otra cosa es que nos atrevamos a ser profesionales de la comunicación, sin concesiones a intereses ajenos.
3. ¿Cree que los medios olvidan a veces que hay valores, como la dignidad humana, que son el horizonte final al que deben tender?
No tengo que creerlo. Basta constatar la evidencia. Desde luego que es mejor no generalizar sin matices, pero hay demasiados medios que viven hoy precisamente del escándalo, forzando sus ofertas al margen de esos valores propios de la dignidad humana. Y esto no sucede –en no pocos casos- como por descuido, sino de modo consciente y sistemático.
Un planteamiento así resquebraja la sociedad, las instituciones cívicas y resquebraja por dentro a las personas. A las que lo hacen en primer lugar y quienes se miran en esas imágenes distorsionadas.
Una circunstancia reciente como la muerte de la hermana de la princesa Leticia puede dar la medida de este asunto y hacer reflexionar. Ha sido llamativo la presencia de una especie de pacto más o menos tácito de “respeto y dignidad” en el tratamiento de la noticia por parte de los medios. La cuestión es ésta: ¿hace falta que se trate de una “personalidad” para actuar con consideración y respeto? ¿No somos todos y cada uno de los ciudadanos, personas acreedoras de un tratamiento acorde con la misma dignidad?
Es cierto que el gossip, el cotilleo, también forma parte –desde siempre- de lo que conforma y de cohesión a cualquier sociedad. Pero si el chismorreo (en asuntos políticos o económicos, o de tipo sentimental o familiares) se convierte de modo sistemático en fundamento de la comunicación pública termina por destrozar esa misma sociedad. Porque el cotilleo lleva enseguida, desde la irrelevancia y la trivialidad, a la maledicencia y la murmuración, cuando en la información –y sin moralismos ridículos- no se mantienen vigentes, cuando no se practican esos mismos valores de los que a veces tanto se habla.
4. ¿Conoce algún medio de comunicación actual que sea también un medio de conspiración social en el sentido que usted otorga al término?El sentido que tiene hablar de “medios de conspiración social” (no de “conjura”) viene de que conspiración significa de entrada “respirar juntos”: tener, compartir un mismo aliento. Es algo muy parecido a lo que hacen los jugadores de baloncesto, por ejemplo, juntándose de cabeza en un círculo íntimo, y exhalando juntos un gesto y sonido característicos, antes de lanzarse al juego en la cancha. Han conspirado. Pienso que los medios tienen su parte en lograr algo semejante en la sociedad en que están.
Por otra parte, pienso que –dentro de los “medios”- no es propio de la dignidad profesional que las tareas de comunicación necesiten que haya “curritos”. Es decir, meros ejecutores de reglas y órdenes técnicas (materiales e intelectuales), o de consignas ideológicas, enajenados por sistema –so capa de eficacia organizativa- de cualquier conexión inmediata con el trabajo directivo.
Todo profesional de la comunicación tiene entre manos –además de asuntos técnicos- muchas tareas que, al no seguir reglas fijas, tener la pretensión de acertar, y ser de resultado incierto, le involucran como persona: y eso es propio del trabajo directivo.
En este sentido, me parece que la creciente floración en la red de “blogs” y de “confidenciales” firmados (sin anonimato ni seudónimos), y de su asimilación por parte de los grandes conglomerados de medios, es una gran muestra de esto mismo. Hay un creciente asumir responsabilidades personales y profesionales por parte de los profesionales de la comunicación, al hablar de lo que sucede en la sociedad.
En medio del economicismo y politicismo tecnocrático de los medios, hay mucha gente buscando –con ensayos, errores y rectificaciones de esos errores- el bien común de un "servicio a la verdad" y una “preocupación por el prójimo”, más que de entrada estar obcecado por el propio beneficio.
Mucho de todo esto se puede resumir diciendo que tiene razón Ryszard Kapuscinski cuando dice que "los cínicos no sirven para este oficio". Y dado hay más de un cínico en puestos claves (directivos, creativos, etc.) de las profesiones de la comunicación, las cosas de este oficio tienen camino de mejora por delante.
Sería estupendo, por ejemplo, que algunos que se dicen empresarios de la comunicación se limitaran a ser profesionales de la comunicación, que es mucho y nada fácil, y no se empeñaran en ser en primer lugar profesionales de los negocios, como si la comunicación fuera un negocio más, uno cualquiera.
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