He tenido la suerte de encontrarme esta tarde, en una calle de Roma, con un amigo que ha formado parte del séquito personal de Benedicto XVI durante todo su viaje a Brasil. Como el silencio de los medios en general acerca de este viaje (con excepción de Italia) ha sido bastante ensordecedor y sesgado, confieso que había pensado dejar estar el asunto.
El caso es que esta tarde he preguntado a este afortunado viajero que -desde su punto de vista- cual era el artículo de prensa, leído a su vuelta a Roma, que le parecía reflejar mejor lo que él ha vivido, visto y oído, estando junto al Papa durante esos días en Brasil.
Sin dudarlo, me ha dicho que leyera el análisis publicado hace dos días por Sandro Magister, el vaticanista del diario L'Espresso. Un medio y un vaticanista que, dicho sea sin exagerar, no son de ordinario considerados como los más afectos a cuanto la Iglesia dice y hace.
Leído el texto de Magister, que arranca con este párrafo:
"Desde Brasil resuena una palabra más cortante que una espada. Una palabra que es una persona: Jesús. El mismo al cual Benedicto XVI ha dedicado el libro de su vida. Para el Papa el futuro de la Iglesia en América Latina y en el mundo está ligado a la obediencia a Él. Y se ha sentido en el deber de recordarlo a los obispos".
hay que reconocer que es muy claro y directo al destacar (sin usar un solo ardid periodístico para distanciarse del asunto), que el Papa se ha centrado en hablar con claridad de la finalidad de la Iglesia. Que es
predicar la verdad, bautizar, “salvar las almas una por una” en nombre de Jesús.
“Esta, y no otra, es la finalidad de la Iglesia”, subraya Benedicto XVI. Por tanto, donde la verdad de la fe cristiana es escondida y donde los sacramentos no son celebrados “falta lo esencial incluso para la solución de los urgentes problemas sociales y políticos”.
Y aclara Sandro Magister que
Para Benedicto XVI, una evangelización fuerte es la verdadera respuesta a los ataques a la familia, a los delitos contra la vida, al abandono del catolicismo a favor de los nuevos cultos “evangélicos” y pentecostales. También el celibato del clero vacila cuando “la estructura de la total consagración a Dios comienza a perder su significado más profundo”. Y también a los pobres se les ofrece “el bálsamo divino de la fe sin descuidar el pan material”.
Evangelizar significa enseñar la verdad cristiana integral, como está sintetizada en el Catecismo. Significa celebrar los sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía: la Confesión no colectiva sino individual porque “el pecado constituye un hecho profundamente personal” y la Eucaristía con fidelidad a las normas porque ella “no es jamás propiedad privada de ninguno, ni del celebrante ni de la comunidad”.
En resumen, este periodista destca que
Benedicto XVI ha centrado toda su prédica en el fundamento del que partió en el discurso a los obispos: Jesús. O sea, ha hecho el mismo trabajo de concentración sobre lo esencial que caracteriza su encíclica “Deus caritas est” y su libro sobre “Jesús de Nazaret”.
Vale la pena leer, como sugiere el mismo periodista, el discurso de Benedicto XVI a los Obispos, en San Pablo, el 11 de mayo, y que figura a renglón seguido de su síntesis de lo dicho por Benedicto XVI en sus 12 homilías, discursos y saludos pronunciados en Brasil. Sandro Magister lo titula así: "Ésta es, y no otra, la finalidad de la Iglesia...".
Veo con satisfacción que la agencia Aciprensa destaca este mismo artículo (Vaticanista: Benedicto XVI quiere recuperar a Jesús como centro de la Iglesia en AL). Buen ojo periodístico.
Comentarios