Hermann Tertsch ha publicado hoy una tercera página en el diario ABC titulada Negacionismo, probidad e insulto. Es recomendable su lectura, más llana que el título.
Es un artículo que ayuda a airear un poco la cabeza, y salir de los entramados de sofismas y juegos sucios, pueriles pero efectivos ante una opinión pública más o menos rendida al poder dominante. Es decir, dispuesta a comentar hasta el infinito el "escándalo" de la la tonadillera Isabel Pantoja precocinado y estratégicamente puesto en circulación como tapadera, dejando a la opinión pública (puede verse en el elenco adjunto de las noticias hoy más leídas) sin información de las graves cuestiones del (lamentable) estado zapateril de la nación.
Esta mañana, Tertsch se preguntaba en una emisora de radio por qué no se ha esperado a la mañana para detenerla y comentaba: “les viene bien que estemos hablando de esto y no del escándalo mayúsculo que se está produciendo en este país porque va a volver ETA y sus organizaciones a estar en las administraciones locales, van a tener acceso al dinero y van a ser un poco más fuertes”. “Ese es el escándalo mayúsculo y no la detención de una señora”.
Sólo destaco un par de párrafos de la tercera de Tertsch en ABC, en los que el relativismo y la fobia a la excelencia aparecen como una fijación de quienes -como Zapatero y su gobierno y adláteres- han quedado anclados. Y se dedican a añorar y (lo que es peor) pretender remedar mágicamente, hoy, en España y ante el pasmo silencioso de Europa, emociones revolucionarias y desafueros irracionales de un mayo francés del 68 que ya pasó a la historia:
El relativismo es maravilloso para mantener la conciencia en baño maría. Es una más de las nefastas consecuencias de ese Mayo del 68 que con tanta razón denunciaba Nicolás Sarkozy el sábado y que describía magistralmente en su crónica en estas páginas Juan Pedro Quiñonero. El páramo moral y cultural que comenzó a extenderse entonces por las democracias occidentales alcanza tal extensión que sus moradores ni siquiera intuyen la existencia de alturas culturales y morales de referencia y sólo cuentan con orientaciones primarias como la autopromoción, los intereses propios, el narcisismo y el desprecio a toda jerarquía y autoridad que pueda cuestionar lo anterior. (...)
La fobia a la excelencia, el ataque a las formas, a la meritocracia y a la elegancia como condenable «elitismo» -nada tan significativo como la procacidad del feísmo del mundo abertzale y de la subcultura surgida al amparo del nacionalismo catalán-, el desprestigio del esfuerzo, el desprecio al escrúpulo y a la autoridad así como el igualitarismo a la baja de una tiranía cultural obsesiva e hiperactiva son factores culturales sin los cuales nadie podría explicar la incapacidad de las sociedades europeas a reaccionar ante las amenazas que se ciernen sobre ella. Durante todas estas décadas, no han hecho sino aumentar y fortalecerse los mecanismos sectarios que expulsan del paraíso de los bienpensantes a aquellos que cuestionan la validez total y absoluta de un movimiento -Mayo 68- basado fundamentalmente en negar, combatir y despreciar los valores permanentes occidentales desde Atenas (...) que han hecho de la sociedad abierta el sistema de convivencia más próspero, libre y feliz jamás habido. Sin embargo, no hay organización humana, por excelsa que sea, que sobreviva indefinidamente al acecho de enemigos si no sabe generar defensores.
Pásese, por aquello de despertar defensores para una vida cívica a la altura de nuestra dignidad.
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Más sobre la cortina de humo (Isabel Pantoja) que tapa problemas graves (Batasuna-ETA es Acción Nacionalista Vasca):
• Antonio Camacho: El Pantojazo.
• Carlos Herrera: Lo que tapa una bata de cola.
• Federico Quevedo: De Franco a Zapatero: lo de la Pantoja como expresión del desprecio al Estado de Derecho.
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