Acerca del primer número del nuevo diario "Público" se han escrito no pocas opiniones. Muchas, de periodistas veteranos, tienden a destacar -digamos- el entusiasmo bisoño de este diario que se autodefine como de "carácter independiente, de izquierdas, riguroso, respetuoso, moderno, joven y entretenido". Rasgos que no siempre terminan siendo compatibles.
Por ejemplo, la descripción valorativa de José Oneto, El nuevo fenómeno de 'El Público'. O la ironía de El Confidencial Digital, que pone de manifiesto que El diario Público se estrenó con una “exclusiva” sobre ETA que ya había publicado la revista Tiempo tres semanas antes.
De todos modos, destaca sin duda el comentario de Ramón Pi, en el diario Negocios, El 'fuego amigo', del que entresaco estos párrafos, un interesante análisis del "spin" lingüístico e ideológico del diario:
La primera noticia llevaba este titular:
“Última junta de accionistas. Pizarro deja Endesa con los bolsillos
llenos. Cobrará más de 13 millones de euros ”. Caramba. Cuando se elige
esto para convertirlo en la noticia número uno de la página número uno
del número uno de un diario nuevo, será que a lo mejor Pizarro ha
robado ese dinero, o lo ha obtenido fraudulentamente, y nos dan la
exclusiva. Pero al leer la información del interior me quedé perplejo.
Nos cuenta la historia de un alto ejecutivo competente, listo y
tozudo, que protegió a sus accionistas (entre los que estaba él mismo)
de la tomadura de pelo de una opa de Gas Natural a 18 euros la acción,
y con parte no en dinero, sino en papelitos, según dicen los del gremio
bursátil, y peleó hasta que la opa del trío Enel, E.On y Acciona ha
pagado más de 40 euros por título en dinero contante y sonante. Además,
las cuentas de lo que se lleva Manuel Pizarro no sólo no les suman más,
sino menos de 13 millones, y para colmo en esas cuentas meten
estrambóticamente el producto de la venta de sus acciones.
La información no se tiene en pie. No es cuestión de opiniones,
sino de que hasta las sumas están mal hechas. Y no hay manera de
descubrir dónde está la noticia, pues la propia información, al
referirse a lo mollar de la indemnización (8,9 millones, equivalentes a
tres años de retribución), dice dos cosas: que este tipo de blindajes
contractuales es común, y que el caso de Pizarro no es el más llamativo
comparado con otros conocidos.
Aun sin querer hacer juicios de intenciones, no tengo más remedio
que pensar lo siguiente: primero, que lo que Público traslada al
público con esta noticia es que Manuel Pizarro es un golfo, pero, eso
sí, muy listo, razón por la que la información más parece escrita por
un abogado cauteloso que por un periodista; segundo, que si yo no
tuviera escrúpulos y quisiera hacer un regalo a quienes vieron
destrozada su opa ventajista y, sobre todo, a quienes políticamente la
auspiciaron, habría hecho una cosa muy parecida; tercero, que este tipo
de obsequios se hacen siempre o agradeciendo un favor, o esperándolo. O
ambas cosas.
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