Tiene razón Juan Pedro Quiñonero cuando habla de las tormentas de basura, en este caso referidas sobre todo a la entrevista de la CBS con Sarkozy, y dice en concreto que "la información espectáculo degrada la comunicación en mera mercancía populista."
Aunque es recomendable leer el texto completo, sirva esto como indicio sumario de lo sucedido:
la periodista y el presidente sostuvieron este breve diálogo:
Lesley Stahl. Desde que hemos llegado cada día oímos algo nuevo a propósito de su esposa. ¿Qué está ocurriendo..?
Sarkozy. Si tuviese que decir algo sobre Cecilia no lo diría aquí.
Lesley Stahl. Pero hay un gran misterio. Todo el mundo se hace preguntas. Incluso su portavoz oficial es interrogado.
Sarkozy. Mi portavoz hace muy bien en no responder. Gracias.
Dicho esto, Sarkozy, se levanta, se quita el micrófono y dice: “Adiós, muy buenas”. Y deja escapar un sonoro “¡Imbécil..!” dirigido a su responsable en materia de comunicación. Más adelante, el presidente agregaría: “Todo esto es estúpido. Un error total”.
Y sirvan estos párrafos del comentario de Juan Pedro Quiñonero para ver el acomodo espectacular, en este caso de asuntos familiares, en política y en comunicación pública:
más allá de la trivialidad del choque entre un jefe de Estado y una importante cadena de tv norteamericana, tal “escándalo” si ilustra la inflamable evolución paralela de la política y el periodismo convertidos en interesado espectáculo “informativo”.
Las dificultades del patrimonio de Cecilia y Nicolas Sarkozy se transformaron en un formidable folletón audiovisual porque la pareja decidió hacer política a través de la comunicación. Convertida la acción política en gran espectáculo audiovisual, la gestión “informativa” de los acontecimientos tiene una importancia capital. (...)
Comunicador excepcional, Sarkozy reacciona con amarga decepción. La “cólera”, la “pérdida de nervios” y el “apasionamiento latino” que la periodista de la CBS cree “descubrir” en el presidente francés es un grave error de ignorancia palmaria. Sarkozy tiene la piel curtida en combates mucho más duros e inquietantes, como puso de manifiesto su “mano a mano” televisado con Ségolène Royal, otra comunicadora excepcional.
Ni las preguntas de Lesley Stahl tenían una agudeza ni osadía particular, ni las respuestas de Sarkozy reflejaban mucho más que un profundo aburrimiento irritado ante un desastroso error de comunicación, justamente. De ahí el “¡Imbécil..” dirigido a uno de sus portavoces oficiales, cogido en la trampa de una “gran emisión” norteamericana.
Lo que un personaje público pone en público, no puede escamotearlo sin más cuando le resulta molesto. Incluso cuando quienes le ponen en público no saben hacer bien su parte de este peligroso y dañino juego.
Peligroso para quienes lo juegan desde la política y la comunicación.
Dañino para el público ciudadano, que seguimos siendo y siendo tratados como vulgo espeso y municipal en estas lides.