La viñeta de hoy del New Yorker da que pensar. Un poco, al menos. Y viene el recuerdo de aquella frase de Machado, don Antonio, bien conocida (quizá menos apreciada y practicada) que dice así: "¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela".
Ahí está el viejo pregrino, dispuesto a emprender la marcha en busca de la verdad, pero dudando si no será en la dirección en que mira, tan iluminada con esas luces de neón que parecen ofrecer seguridad y calor, centelleando con ritmo más o menos acogedor.
Y a propósito de la verdad y la comunicación pública, viene al recuerdo la frase de aquel C. P. Scott, en el Manchester Guardian del 6 de mayo de 1926, según la cual "los hechos son sagrados; las opiniones, libres", que siempre resulta enigmática, sobre todo si se pone junto a aquella otra de Robert Park que asegura (no está claro si lo dice en plan sacro o en plan libre) que "los hechos más importantes son las opiniones".
Ante el vértigo sofista que esa perspectiva levanta, mejor pensar con Machado y salir juntos en busca de la verdad, en plan humilde. Sobre todo, cuando tantos medios y tantos discurseadores -llenos de luces y colorines, como en la viñeta del New Yorker- nos dicen "¿Tu verdad? No, la mía... La tuya, guárdatela".
Mejor salir de "mi verdad" y de "tu verdad", dispuestos a dialogar, buscando la verdad. Aunque el diálogo humilde lleve en sentido opuesto del brillo de las cómodas y "seguras" ofertas de simples certezas (periodísticas, políticas, académicas, científicas...), meras fachadas y apariencias acogedoras de una verdad a la que no se quiere ir, una verdad que no se quiere buscar.
No está de más que alguien -como espero que hará el humilde y barbudo peregrino del New Yorker- deje de lado la escéptica y resignada renuncia a la verdad, una renuncia llena de promesas de luces y colorines, de novedades combinatorias siempre cambiantes (un bonito caleidoscopio) y se disponga, como dice Robert Spaemann, a "entenderse acerca de lo que queremos decir cuando llamamos real a algo y cuando llamamos bueno a algo".
Y de ahí, a saber acerca de la Verdad. A fin de cuentas, más que poseerla, terminaremos felizmente siendo poseídos por ella.
O algo así. Porque el peregrino de la viñeta tampoco parece Anotonio Machado.
honre la verdad de Machado la pondría con Mayúscula, por aquello de que es sólo una
Publicado por: Julio Estalella | 03 noviembre 2010 en 10:02 a.m.