Va a dejar huella el discurso de Nicolás Sarkozy en Roma, al tomar posesión, como Presidente francés, del cargo de "canónigo de honor" en el Laterano (San Juan de Letrán). Un título que fue
atribuido por los Papas a los reyes de Francia desde tiempos de Enrique
IV, en 1593.
Lo ha dicho incluso el diario Le Monde (Nicolas Sarkozy veut remettre la religion au cœur de la vie de la cité), en una crónica sin duda pensada, medida y sopesada, pues se ha publicado en el site del periódico hoy a las 09h47. Hora tardía para una crónica del día anterior.
Sarkozy ha dicho algo inusitado y a contra-corriente, no solo de las campañas hostiles a la religión, unidas al integrismo, sino también a contra-corriente del "anticristianismo" denunciado por René Rémond y del nuevo ateismo reividicado por Michel Onfray.
Sarkozy afirma que Francia sólo puede salir ganando de una "laicidad positiva", de un reconocimiento efectivo del lugar de las corrientes espirituales en la vida pública, y de su participación en la definición de una "moral" para el país.
Sarkozy ha aludido a un laicismo "agotado" o acechado por el "fanatismo" que conviene dejar de lado. Y ha dicho que el interés de la República implica tomar en cuenta las gentes que "creen" y "esperan", y que no hay una política buena sin referencia a una "trascendencia".
Como seguramente estas cuestiones levantadas por Sarkozy tendrán consecuencias, porque ya no se pueden silenciar, habrá que estar al tanto de lo que vaya llegando de un sitio y de otro.
Mientras tanto, pueden leerse algunos estractos en castellano ofrecidos por Jesús Colina, en Zenit:
El presidente, después de haber sido recibido por el Papa en el
Vaticano, explicó que «ya nadie contesta que el régimen francés de la
laicidad es hoy una garantía de libertad: libertad de creer o de no
creer, libertad de practicar una religión y libertad de cambiar,
libertad de no ser herido en su conciencia por prácticas ostensibles,
libertad para los padres de dar a los hijos una educación conforme a
sus creencias, libertad de no ser discriminado por la administración en
función de su creencia».
«la laicidad no debería ser la negación del pasado. No tiene el
poder de desgajar a Francia de sus raíces cristianas. Ha tratado de
hacerlo. No hubiera debido».
«Como Benedicto XVI, considero
que una nación que ignora la herencia ética, espiritual, religiosa de
su historia comete un crimen contra su cultura, contra el conjunto de
su historia, de patrimonio, de arte y de tradiciones populares que
impregna tan profunda manera de vivir y pensar».
«Arrancar
la raíz es perder el sentido, es debilitar el cimiento de la identidad
nacional, y secar aún más las relaciones sociales que tanta necesidad
tienen de símbolos de memoria».
«Por este motivo, tenemos
que tener juntos los dos extremos de la cadena: asumir las raíces
cristianas de Francia, es más valorarlas, defendiendo la laicidad
finalmente llegada a madurez. Este es el paso que he querido dar esta
tarde en San Juan de Letrán».
Por este motivo, dijo,
«hago un llamamiento a una laicidad positiva, es decir, una laicidad
que velando por la libertad de pensamiento, de creer o no creer, no
considera las religiones como un peligro, sino como una ventaja».
O sea, que con Sarkozy no todo va a ser patrimonio de la prensa del corazón, por mucho que sus amoríos resulten al menos tan chocantes como este planteamiento de la vida ciudadana en un Estado moderno.
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Actualización (15,30pm): Eh bien, voilà!: empiezan los atambores fraceses en el mismo periódico de esta mañana: Tollé à gauche contre la "confusion entre le religieux et le politique". Ahí comparecen, de entrada, François Hollande, premier secrétaire du PS; Dominique Voynet, sénatrice (Verts); Jean-Pierre Chevènement, président d'honneur du Mouvement républicain et citoyen; Patrick Braouezec, député PCF.
Bajo la acogedora aquiesciencia del diario Le Monde (que quizá deja así de lado su gravísima y propia crisis interna), parece que compiten en un concurso de argumentos / insultos para rechazar lo dicho por el Presidente de la República. Parece que les pone de los nervios que -como ya era sabido- se trata de un conservador, pero un conservador que actúa y habla sin asomo de mala conciencia, algo que hasta ahora se decía ser patrimonio exclusivo de la "gauche", divine, por cierto.
Y el mismo diario Le Monde, en su editorial (L'appel du Latran), que finalmente ha visto la luz a las 13h52, con un tanto más de retraso sobre la información (que deja de encabezar el asunto en el periódico digital) y sobre lo que llama "el clamor (griterío) de la izquierda" ante una audacia que no se atreve a llamar temeridad, aunque sí que dice que se trata de algo reprochable.
Estos son los dos últimos párrafos emanados del magisterio de Le Monde, donde las leyes de tal o cual instancia y año, son la única referencia:
(...) Nul ne conteste que la France ait des racines chrétiennes. Mais la
République dont M. Sarkozy est le président reste, selon les termes de
l'article premier de la Constitution de 1958, "indivisible, laïque, démocratique et sociale".
Elle a, aussi, des racines forgées par la philosophie des Lumières et
la Déclaration des droits de l'homme de 1789. Ce rappel eût été
d'autant plus opportun que Benoît XVI, qui partage avec le président
français une lecture critique de Mai 1968, a pris ses distances avec le
matérialisme et la philosophie des Lumières dans sa dernière encyclique
Spe Salvi (Sauvés par l'espérance) publiée le 30 novembre.
M. Sarkozy a été encore plus audacieux en déclarant : "L'intérêt de la République, c'est qu'il y ait beaucoup d'hommes et de femmes qui espèrent" ; en souhaitant que celle-ci s'enrichisse d'une "réflexion morale inspirée de convictions religieuses" ayant des "liens avec la transcendance". Il rejoint le pape, pour qui "un monde qui doit se créer de lui-même sa justice est un monde sans espérance".
La loi de 1905 garantit au citoyen Sarkozy l'entière liberté de croire
en la transcendance. Mais le chanoine de Saint-Jean-de-Latran, qui a
reçu cette charge en tant que président de la République, se doit
d'être irréprochable dans l'application du principe selon lequel "la neutralité est la loi commune de tous les agents publics dans l'exercice de leur service".
Ah, comme il me manquait, cette mention de la "neutralité"!, tellement républicaine, mais -on le voit- pas trop journalistique! Au moins pour Le Monde...