Ha ocurrido uno de los peores desastres de la aviación civil. Más de 150 víctimas. Los periódicos, radios y televisiones, así como los blogs españoles han hablado con suerte desigual de esta catástrofe en Barajas.
Precisamente porque comparto el luto y la consternación por el desastre aéreo, quisiera ahora mencionar algo referido al espíritu olímpico que marca estos mismos días. El de los atletas y asistentes a los Juegos, perfecto. El espíritu olímpico de las instituciones y autoridades olímpicas, desastroso.
Los atletas, personas normales, quisieron mostrar públicamente su dolor llevando un crespón negro, izando la bandera a media asta, etc. Las "autoridades olímpicas" del COI no les han dejado, ante la sorpresa de propios y extraños. Cosa que -como puede verse- al 90% de la gente, en España, no le parece bien:
Si el espíritu olímpico dice estar por encima del dolor causado por un desastre; si el espíritu de las "autoridades olímpicas" (algo ya de por sí muy parecido a un grupo mafioso) no se conmueve, por entender sólo de temor político a que otros quieran mostrar su dolor moral por tantas carencias de libertad en otros países; si esas autoridades no saben estar a la altura de la dignidad humana, mejor es olvidarse de los cacareados "ideales olímpicos".
Con este triste detalle, los mandarines olímpicos han demostrado de nuevo estar a la altura de sus bajos intereses. Las reglas que dictan, políticamente correctas "ad hoc", no responden al espíritu de una institución olímpica genuina. Porque cualquier institución que realmente merezca ese nombre -como recuerda Paul Ricoeur- es un modo social y cívico de relacionarse entre personas y llegar allí donde no llega la pura amistad. Por eso hicieron bien en la Casa de España en Pekín, y hace bien la prensa en destacarlo:
Es cierto que cada día hay muchos desastres en el mundo, incluso con más muertes que en Barajas: desde el monzón de hoy en la India, hasta el terrorismo suicida de ayer en Pakistán, o las carreteras en cualquier fin de semana veraniego, o las penas de muerte anuales en China. Y tantas cosas más.
Pero el desastre de Barajas merecía una respuesta mucho menos "olímpica" y mucho más a escala de la persona humana por parte de los mandarines políticos, negociantes del olimpismo. Una simple respuesta pública -no privada- de silencio, recogimiento y oración, como la que quisieron dar los deportistas españoles. Sin buscar (como algunos políticos no dejarán de hacer ahora) "salir en la foto". Pero esta es otra historia.
El caso es que lucir públicamente un simple crespón (una cinta negra) en el uniforme deportivo, en Pekín, es una respuesta humana. Poner la bandera a media asta, al recibir una medalla, también. Ayer, la ética y la estética del uniforme olímpico así lo requería. Mucho más que la inevitable marca de ropa deportiva, tan preciada por el COI.
¡Qué ocasión perdida para el humanismo olímpico!
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