Uno se pregunta, al ver el panorama (no de la historia universal: el de hoy, el de esta semana) por qué aflora ahora esta especie de rabia o de inquina (aversión, mala voluntad) hacia el cristianismo y los cristianos, y en concreto, con más ahínco hacia la Iglesia católica y los católicos.
Alguien -me parece- se está aprovechando de que los cristianos procuran vivir según el consejo evangélico: "Haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen y calumnian" (Mt 5,44 / Lc 6,27-28).
Entre otras cosas, en los últimos días se ha podido leer con amplitud y extensión -y desde luego con buena dosis de perplejidad- en la prensa, por ejemplo, acerca de los siguientes tres asuntos, que no quiero siquiera discutir en este momento, para no alargar aún más esta anotación:
1-- Sobre israelíes deformando la historia contra la beatificación de Pio XII
-- Es llamativo que el ministro israelí Herzog diga -así, por las buenas- que es inaceptable la beatificación de Pio XII. Quizá puede asegurar que está haciendo eco al rabino de Haifa, que lo dijo antes. Quizá no, dado que -como afirma el jefe de la Comunidad Hebrea romana- "dos hebreos, tres opiniones"...
Aunque si es cierto ese dicho judío, algo hay de extraño en la uniforme tendencia oficial del Estado de Israel por boca de un ministro y del hebraismo oficial por boca de uno de sus rabinos más significativos, mientras calla la ADL (Anti-Defamation League), que parece querer para sí y sus paisanos cosas muy distintas de lo que sus paisanos hacen a los demás.
Hablando en lacista: ¿qué pinta un ministro de un Estado, o un rabí, diciendo a un Jefe de otro Estado, o al Papa, lo que tiene que hacer: si honrar y cómo y hasta qué punto, a uno de sus antecesores?
Cierto que la cosa viene de antiguo: desde la imperturbable y sistemática entronización de la noción de "Shoah" en la opinión pública, si no en el imaginario colectivo universal, a lo largo de los años 60-70 del siglo pasado.
Quizá el detonante y punto de inflexión fué, en 1963, el escándalo mundial que Rolf Hochhuth logró con su "obra de teatro" (es un decir) del "Vicario", un alegato que imputa a Pio XII no haber adoptado medidas ni haber expresado una clara posición contra "el Holocausto". Un alegato infundado que sigue vigente, porque -según su ignorancia culpable o sus intereses, los que sean- hay quienes hoy lo hacen seguir vigente.
Por eso no sé si sorprende que -con excepciones- haya cuando menos pasiva uniformidad en muchos periódicos, periodistas, gentes de radio y televisión, blogs, etc., que difunden más o menos en modo conejil, presuntamente neutral o quizá sutilmente alborozado, que Pio XII no debe ser beatificado en la Iglesia Católica. Habiendo también quienes casi aclaman el asunto como algo que va de suyo: es normal, natural, faltaba más... Lo dijo el ministro israelí, y el rabino judío, punto redondo.
Sorprende el reducido eco que ha tenido otra voz hebrea, la del laico judío Paolo Mieli, que es el director del Corriere della Sera, quien en una larga e interesantísima entrevista contradice precisamente todas las maldades, que a fin de cuenta son necesades o sandeces, pero sandeces (Drae: despropósito, simpleza, necedad) ofensivas sobre Pio XII y su relación con los judíos, relaciones que han sido declaradas "enemigas oficiales" de la intocable "Shoah".
Dice por ejemplo Paolo Mieli, entre otras cosas a cual más ilustrativa:
(...) la tematización de la Shoah, tal como la
recibimos hoy, es producto de muchas décadas sucesivas, desde finales
de la segunda guerra mundial. Recuerdo que en los años ’50 y ’60 se
hablaba todavía en forma imprecisa de los deportados en los campos de
concentración. Se sabía que a los judíos les había tocado la peor
suerte, pero la plena conciencia de la Shoah es algo posterior.
En los
años ’30, muy pocos tenían idea de lo que podía sucederle a los judíos.
Es cierto que en Alemania había tenido lugar la "noche de los
cristales". Pero obviamente, es mucho más fácil leer y comprender los
hechos hoy, con el juicio que se formula después.
Y los judíos que
huyeron de Alemania no fueron acogidos con los brazos abiertos en
ninguna parte del mundo, ni siquiera en Estados Unidos. En síntesis:
fue un problema complejo.
El mundo occidental, el mundo civil, excepto
algunas salvedades, no comprendió ni se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo.
Por eso, cuando hablamos de un Papa en los finales de los
años ’30, podemos comprender que fuese más sensible a las persecuciones
anti-cristianas en la Unión Soviética que a lo que estaba emergiendo en
el mundo nazi. Esto no significa que fuese un nazi camuflado. (...)
(...) durante la ocupación nazi de Roma – como se relata, por ejemplo, en dos
libros, el famoso de Enzo Forcella ("La resistenza in convento” [La
resistencia en el convento], Einaudi) y el otro recién publicado por
Andrea Riccardi ("L'inverno più lungo" [El invierno más largo],
Laterza) – la Iglesia se puso totalmente a disposición: casi todas las
basílicas, todas las iglesias, todos los seminarios y todos los
conventos hospedaron y dieron una mano a los judíos. Tanto es así que
en Roma, frente a los dos mil judíos deportados, dieciocho mil lograron
salvarse. Ahora bien, no quiero decir que la Iglesia de Pío XII salvó a
todos esos dieciocho mil, pero sin duda la Iglesia contribuyó a salvar
a la mayor parte. Y es imposible que el Papa no tuviese conocimiento de
lo que hacían sus sacerdotes y sus religiosas. El resultado fue que
durante años, años y años – hay decenas de citas posibles –
personalidades importantísimas del mundo judío reconocieron este
mérito, atribuyéndolo explícitamente a Pío XII.(...)
No hace falta seguir con este asunto, del que hay -en efecto- decenas de personalidades -judías, en primer lugar- que confirman y rubrican los hechos, ya conocidos y recordados ahora por Paolo Mieli, con ocasión del forzado "vendaval anti-Pio XII" que padecemos en la opinión pública. En demasiados casos, como quien oye llover.
2-- Sobre el miedo disfrazado de respeto en la BBC, a propósito de las religiones
No deja de ser curioso, dicho precisamente en palabras de Mark Thompson, su Director General, que The BBC will tackle Islam differently to Christianity.
Curioso, porque la razón (?) esgrimida es que el Islam es una minoría entre los espectadores de la BBC, y por eso hay que respetarla. A no ser que un programa sea "de calidad", en cuyo caso, podría reírse de la fe islámica.
Curioso, porque "desde los medios se recuerda cómo la corporación británica acaba de
emitir una comedia del presentador estadounidense de programas basura,
Jerry Springer, que mostraba como uno de los personajes a Jesucristo,
caracterizado precisamente como el conductor de un ‘talk show’ que
admite ser “un poco gay”. Thompson justificaba la discriminación
positiva respecto a las “minorías” en, precisamente, lo que no ha
pasado con el espacio de Springer, puesto que, “hasta ahora, no ha
surgido ningún problema político (por ese programa) en términos de
cólera o emoción”. A pesar de que el cristianismo es sometido a todo
tipo de broma y escarnio -sin que aparezca “cólera o emoción” en sus
seguidores-, Thompson se declaraba a sí mismo como un devoto [?] católico."
Curioso, porque con esta actitud “La BBC permitirá ‘gags’ sobre párrocos, pero
no los permitirá sobre imanes. Ellos pueden intentar hacer ver que se
trata, ya sabes, de algo que tiene que ver con las sensibilidades
morales (de los musulmanes), pero no es así. Es porque están asustados. Conozco a esa gente”,
declaraba Ben Elton, el humorista [?] que primero denunció cómo la cadena
televisiva le había sacado de su guión cualquier broma sobre la
comunidad islámica".
Total, que todo es posible en la BBC en asuntos de maltrato a religiones y fieles, pero -y éste es un gran pero- UK broadcasters are 'over-cautious' on Islam.
Así anda la BBC, otrora admirada por su delicadeza, elegancia y objetividad.
y 3-- Sobre la inquina del cine subvencionado en España contra los católicos
Poco queda comentar o decir acerca del malnacido camino trazado hacia el escándalo y la polémica, a ver si se hace algo de taquilla, por parte de una película en parte sustancial financiada por televisiones públicas o privadas, afines o afinadas al gobierno laicista español. La sustancia es poner en berlina (Drae: en ridículo) la santidad personal como asunto que atañe e importa sustancialmente a los católicos.
He leído algunas cosas en la red sobre este asunto (botón de muestra). Me ha parecido interesante la razón aducida por un señor -parecía católico- para hablar críticamente de la película sin necesidad haberla visto, ante la recriminación de otro -se declaraba no-católico- que sí la había visto y le parecía una cosa maravillosa: "no necesito beber el pis de un burro para saber de qué se trata: ya el olor me dice de qué va la cosa".
Lo poco que queda decir sobre este cine subvencionado español es ésto: el que paga manda (sea Zapatero hoy o Franco anteayer: tanto monta). Esa es la realidad más real para muchos. Y en el cine, se dice, hay que ser (económicamente) realistas. Y más en tiempos de crisis financiera. La otra realidad importa menos, porque está en función del que paga. Importa vencer, tener razón; no importa tanto convencer, ni saber.
En tiempos de Gorgias también había gente así. Pensaban que la realidad depende de lo que se diga. Se llamabas a sí mismos, "sofistas". Hoy esa palabra es -en principio- un insulto a la honradez intelectual y vital de quien habla o se expresa bajo la indulgente capa del "arte" (subvencionado, por supuesto), jugando sucio con la historia y la ficción a la vez.
Puesto que el consejo de Jesucristo en el evangelio dice "Haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen y calumnian" (Mt 5,44 / Lc 6,27-28), habrá quizá que dejarles en paz con sus calumnias, persecuciones y embrollos, y empezar a rezar muy en serio por esos perseguidores y calumniadores de quienes quieren seguir a Jesucristo.
No se trata de rezar, pienso, para que lo sigan haciendo más y
mejor, sino para que -en principio- dejen de hacerlo. Para que
desaparezca esa inquina, aversión o mala voluntad. Porque eso, de suyo,
es ya empezar a hacer mucho bien a los que aborrecen a los cristianos.
Y es algo que nadie puede impedir hacer.
Por supuesto, además se pueden y deben hacer otras cosas para ir sembrando paz y alegría alrededor, en vez de la triste inquina, el odio
que siembran algunos, pero parece que lo que recomienda el Evangelio es no olvidar lo primero y principal,
que es dar a Dios lo que es de Dios: de entrada, algo así como su lugar
en el mundo, que es suyo y no sólo nuestro, ni mucho menos "suyo de ellos" (de quienes le niegan hasta la existencia).