Es comprensible -en principio- que el presidente de un gobierno como Zapatero quiera reunir a los empresarios y a los directores de los medios de comunicación, a propósito de la crisis económica mundial.
Es comprensible que los empresarios de comunicación quieran reunirse con Zapatero para ver qué tiene que decirles acerca de la crisis en España.
Imagino que esos empresarios no querrán reunirse con él para discutir o negociar cómo hay que tratar la crisis en sus empresas de comunicación.
Es comprensible que esto mismo suceda con los directores de esos medios de comunicación.
Lo que no es comprensible es que los lectores, oyentes y espectadores de esos medios de comunicación no se enteren de la existencia de esas reuniones y mucho menos de lo que en ellas se ha hablado acerca del "manejo" de lo que nos interesa a todos.
No es comprensible, porque, una vez conocido el hecho, y una vez que éste no se desmiente por parte de los interesados, el hecho huele a conjura, a chantaje, a manipulación, mangoneo, o a todas esas cosas -y otras peores- al tiempo. Al menos, en una democracia o partitocracia que no quiere ser bananera.
Porque incluso se podían haber vendido como un simple e inocente intercambio de puntos de vista, porque ya se ha demostrado lo amplias que son las tragaderas del pueblo soberano.
Pero no: para ser eficaz, la conjura ha de ser secreta, para que sólo se vean sus resultados, como destaca José M. Guardia en Barcepundit:
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