La fiesta de Pentecostés,
cincuenta días después de la Resurrección, recuerda que el Espíritu
Santo bajó sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego e hizo que se
abrieran sus mentes y sus corazones.
En la homilía, Benedicto
XVI ha establecido un paralelo entre la contaminación del aire en el ambiente
atmosférico de nuestro mundo físico y la contaminación moral de la atmósfera de
nuestro mundo humano.
En pocas palabras, que
selecciono tomando como referencia lo reproducido por el diario Repubblica de hoy y que traduzco libremente del texto italiano completo, cabe sintetizar el mensaje así:
El mundo de hoy está
"contaminado", porque además de la contaminación atmosférica, está la
contaminación moral, que ofusca las mentes y los corazones con imágenes que
hacen espectáculo del placer, de la violencia y del desprecio por el hombre y
la mujer.
Aunque -como puede verse a continuación- hay otros dos
asuntos tratados en estas palabras de la homilía de Benedicto XVI, aún no publicada en
castellano.
1. La contaminación de la atmósfera
moral
"De la misma manera
que no hay que acostumbrarse a envenenar el aire, añadió el pontífice -y este
compromiso representa hoy una prioridad medioambiental- lo mismo debería
hacerse respecto de lo que corrompe el espíritu".
"Parece que muchos
de los productos que circulan en nuestra sociedad y que contaminan la mente y el
corazón, tales como esas imágenes que hacen espectáculo del placer, la
violencia y el desprecio por el hombre y la mujer, y que nos acostumbremos a
esto sin dificultad” lamentó.
"Esto es libertad,
se suele decir, sin reconocer que todo eso contamina, intoxica el ánimo, sobre
todo el de las generaciones más jóvenes en particular, y a fin de cuentas,
termina por condicionar la misma libertad".
2. El hombre no quiere ser imagen de
Dios
Benedicto XVI continuó con una fuerte
advertencia: "El hombre ya no quiere ser imagen de Dios, sino de sí mismo
- dijo dando razón de la imagen del Espíritu Santo - y se declara autónomo,
libre, adulto. Evidentemente, esta actitud revela una relación con Dios que no
es auténtica, a consecuencia de la falsa imagen que el hombre se ha construido
de sí mismo, como el hijo pródigo de la parábola evangélica, que cree que se
realiza a sí mismo alejándose de la casa de su padre”.
"En las manos de un
hombre así - continuó Benedicto XVI, refiriéndose al paralelo del fuego con el
Espíritu Santo - el «fuego» y su enorme potencial se convierte en algo
peligroso: puede ser dirigido contra la vida y la humanidad misma, como por
desgracia demuestra la historia. Como perenne advertencia siguen ahí las
tragedias de Hiroshima y Nagasaki, en donde la energía atómica, utilizada con
fines bélicos, ha terminado por sembrar la muerte en proporciones inauditas”.
3. La Iglesia no es una especie de
organismo humanitario
La iglesia no es "un
gran movimiento histórico, una sólida y compleja institución social" o
"una especie de organismo humanitario", sino que es "un cuerpo
vivo", concluye el Papa: "El Espíritu Santo -dice- es el alma de
iglesia. Sin El, ¿en qué quedaría ésta? Sin duda sería sin duda un gran
movimiento histórico, una sólida y compleja institución social, tal vez una
especie de organismo humanitario. Y de hecho esto es lo que entienden los que
la consideran desde fuera de la perspectiva de la fe.
En realidad, sin embargo
- sigue Benedicto XVI – la Iglesia es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es
precisamente el resultado del invisible Espíritu Divino". “Lo que supone
el aire limpio para la vida biológica, eso mismo es el Espíritu Santo para la
vida espiritual –ha explicado el Papa- y de igual manera que existe la
contaminación atmosférica que envenena el medio ambiente y los seres vivos, así
que hay una contaminación del corazón y el espíritu, que hace daño y envenena
la existencia espiritual".