Desde siempre me he sentido afectado, o aludido, por la escritura del albanés Ismaíl Kadaré. Me agrada sobremanera, sin saber dar una razón especial, que haya recibido este premio.
Además, tiene sentido lo que dice la argumentación del jurado, al basar su decisión destacando "la belleza y el hondo compromiso de su creación literaria".
Y tiene sentido el razonamiento, no tanto político como ético y sobre todo literario, que les lleva a premiar la obra de Kadaré:
Bastante bien se ha escrito, con la urgencia del momento (ver El Mundo o El País o La Vanguardia), y a buen seguro más y mejor se escribirá sobre Kadaré.
Además de tener una sensación de déjà vu, al comprobar que su frágil figura le asemeja al actor italiano, gran lector de Dante, Roberto Begnini, he de decir que -hace un tiempo- acudí, por razones académicas, a reproducir un breve texto de Kadaré, para destacar el carácter borroso de la comunicación pública.
Tanto el periodismo como la ficción -decía- en no pocas ocasiones se utilizan con pretensión de emborronar y confundir la ya abundante bruma ambiental, mezclando la verdad con la mentira.
Y añadía, para lograr la adhesión intelectual del lector acerca de esta propensión mediática, sin tener que hacer alusiones explícitas a nuestro entorno, unas palabras de un relato de Ismaíl Kadaré:
No resultaba difícil imaginar que eran portadores de dos especies de relato: el verdadero, que ocultaban celosamente, y el falso, retazos del cual ponían al descubierto supuestamente de forma casual o simulando estar ebrios, durante las veladas en torno al hogar.
Aquella primavera las noticias falsas, tal como era de esperar, perjudicaron con frecuencia al adversario, pero no pocas veces sucedió también que sus propios autores acabaron siendo víctimas de ellas. Las rutas que conducían desde la capital turca hasta Venecia eran largas y llevar consigo la mentira y la verdad a un tiempo no resultaba tarea fácil. A veces la verdad, otras la mentira, goteaban destiñéndose la una a la otra, incrementando así la bruma del ambiente, que no era de por sí escasa aquel mes de marzo" (Tres cantos funebres por Kosovo, 1999, Alianza Ed., pp. 23-24).
Puede considerarse un mínima muestra de "la belleza y el hondo compromiso de su creación literaria", motivos aducidos para concederle el Premio Príncipe de Asturias de Las Letras 2009.
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