Un presidente que se dedicaba a pasear por las calles de la capital de su país en una Harley Davidson, diciendo que "él sí recibe bastante seguridad personal, hasta para cuidarlo cuando anda en moto" (ver El Heraldo), no está en sus cabales.
O tiene unos cabales populistas peculiares, que lo asemejan -por ejemplo- al señor Chavez, ideólogo y financiero promotor de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA.
Lo cuenta muy bien Nacho Uría en ¿Quién es Mel Zelaya?
Ahora resulta que -tras el vodevil de entrada y salida por la frontera, de cara a las televisiones de todo el mundo- le empiezan llover las críticas, y a la censura de Hillary Clinton se sumó el secretario general de la
OEA, el presidente de Costa Rica y la comisaria de Exteriores de la UE.
Micheletti afirma que el Ejército hondureño no detuvo a Zelaya para no provocar un conflicto internacional, y Óscar Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa dice que 'En Honduras estaba en marcha una dictadura'. Y puede leerse sin aspavientos que La Iglesia hondureña, en defensa de la legalidad y de la democracia.
Honduras tiene miedo de convertirse en una nueva Venezuela ideológica, con un pelele de dos metros de altura, que parece simpático, siempre de uniforme: sombrero vaquero y limpia camisa blanca. Pero que sin los recursos financieros de Chavez, ni siquiera podría salir a pasear en su Harley revolucionaria bolivariana de $ 60.000.
El vodevil de los nuevos bananeros autóctonos, ahora unos de camisa roja como Chavez, otros de camisa blanca como Mel.
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Actualización 270709: interesante crónica de Jacobo García en El Mundo, El campamento que nunca fue. Manuel Zelaya no aguanta en su tienda de campaña y pasa la noche en un hotel:
Unos 112.000 kilómetros cuadrados -la quinta parte de España- y más de siete millones de habitantes reducidos a 10 metros cuadrados y un puñado de simpatizantes. A eso se limita la patria sobre la que hoy gobierna el depuesto presidente Manuel Zelaya. Un espacio donde se levantan las garitas de la aduana y donde diariamente decenas de camiones hacen sus trámites para cruzar la frontera, pero que ahora se ha convertido en un surrealista limbo entre Nicaragua y Honduras. Aquí se levantó un campamento en el que ni siquiera Zelaya pasó la primera noche. La lluvia, apenas 10 seguidores y un presidente depuesto que ya no sorprende a nadie han terminado por diluir un movimiento y una amenaza que nunca fueron tales.
Llamada a desestabilizar el Gobierno de facto de Roberto Micheletti, la presencia de Zelaya en las montañas de la frontera ya no inquieta a nadie, a pesar de los 7.000 policías y militares hondureños desplazados hasta aquí.(...)
Llegaban para recibir a Zelaya, que decidió cambiar el caballo por un jeep y el campamento por un hotel en Ocotal. Apenas aguantó unas horas entre los suyos y los 400 camiones varados en el puesto fronterizo. A recibirlo sólo acudió una nube de decenas de periodistas y 20 individuos llegados desde Olancho, su tierra natal. Ni siquiera el sandinismo logró movilizar a sus huestes para darle una bienvenida más digna a quien hasta la madrugada del 28 de junio era un jefe de Estado.
Una anciana realizaba una limpia espiritual, un pastor evangélico repetía que tuviéramos «fe en Cristo», un funcionario perseguía a los periodistas para que rellenasen la documentación, un campesino vendía queso, unos camioneros estaban cada vez más cabreados. A su lado, hablaba un ex presidente. «Voy acompañado por Dios y con la bandera de la paz», repetía. «No vamos a permitir que 10 familias dirijan Honduras», insistía, pidiendo a Estados Unidos que se enfrente «con fuerza» a Micheletti. Sólo así, según el depuesto mandatario, se sabrá «realmente» cuál es la posición de Washington en el conflicto. «Que [la Casa Blanca] deje de evadir el tema», dijo una y otra vez Mel.
Al final, la lluvia terminó de disolver un campamento que nunca fue. Pero, cuando Manuel Zelaya huyó del lugar, otro mandatario tomó su relevo: la cara y el cuerpo de un gigantesco cartel de Daniel Ortega dando la bienvenida al país.
Escribe también hoy Alberto Sotillo en ABC: La izquierda de Macondo:
(...) Se ha apuntado a un marxismo que durante decenios intentó arruinar a todo el planeta. A un indigenismo de pensamiento mágico y poco práctico. A la guerrilla que quiso convertir el continente en un Vietnam a lo bestia. A un peronismo charlatán y mafioso. A todas las variantes del populismo, al caudillismo, al redentorismo carismático, al castrismo bananero...
El resto del mundo siguió progresando con la ayuda de una izquierda compatible con el pensamiento cartesiano, a la vez que en el Macondo iberoamericano se preguntaban por qué siguen ahí estancados en su inopia, como si el tiempo no fuera con ellos. Y hoy, en busca de nuevo de una respuesta, en vez de mirar hacia la miseria que les rodea y a sus soluciones racionales, se apuntan al fantástico «show» de Chávez, Zelaya, Ortega y compañía. La emprenden contra partidos políticos e instituciones con desdén propio de todos esos caudillos carismáticos que arruinaron al continente. E imaginan que la solución infalible está en derribar la tradición de la no reelección que instauró la revolución de México. «Por el sufragio electivo y la no reelección», gritaban los hartos de caudillos. Pero la pregunta sigue en pie: ¿Qué tiene que ver tanto «show», espectáculo de magia, alarde de machotes y caudillo jaquetón con la lucha contra la miseria?
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