El tal Mr. Twitters que esta semana ofrece el New Yorker es un tanto pánfilo (o cándido o bobalicón, como el Drae recuerda), al ofrecer en la red casi todo lo que le pasa por la cabeza. Sin duda, así lo ha buscado quien nos ofrece este cartoon. A este propósito viene en mente algún que otro vicio de la situación, dejando supuestas las virtudes y virtualidades de estos magníficos instrumentos de comunicación.
Tengo la impresión de que esta imagen de Mr. Twitters puede ampliarse a la de una parte considerable de Señores/as Red 2.0, pero con un aire quizá menos inocentemente anglosajón y más rogue, rascal, o más latino, incluso más oriental europeo y asiático, que cambia el rasgo de candidez por el de listillo.
Me explico: he encontrado demasiados dichos y comentarios, no sólo en Twitter, sino en blogs, o sobre todo en periódicos, sobre todo anónimos tras un seudónimo, que -sin dejar quizá de ser bobalicones- asumen aires de sabiondos/as (Drae: "que presume de sabio sin serlo") o de creídos/as (Drae: "dicho de una persona: vanidosa, orgullosa o muy pagada de sí misma"), o perfiles similares.
Junto a cientos y miles de personas y personajes admirables, respetables e incluso envidiables, tanto en lo que dicen como en el modo de decirlo ¿no es cierto que también aparece en la red 2.0 un cierto exceso de perdonavidas (Drae: "baladrón, persona que presume de lo que no es y se jacta de valiente")? Al menos, esa es una impresión que no puedo dejar de manifestar, a propósito del pánfilo Mr. Twitter del New Yorker.
Cierto que hay que saber convivir con quienes ofrecen coram populo las ocurrencias sensatas -o no tanto- de la propia vida, sin reparos de ningún tipo. O quizá se trata de gente que las ofrecen a todos, pero escribiéndolas teniendo en mente que esos mensajes -cortos o largos, anónimos y no tanto- van dirigidos sólo a algunos amigos o colegas.
El coram populo, que no olvidemos responde en principio al modo hablar que Horacio distingue para los poetas, y también para los oradores, por extensión, no es por tanto nuevo. Pero a nadie se le escapa que sí lo es hoy el alcance en el espacio y en el tiempo de lo que se deja en la red. Y el saber o la ignorancia, o la sensibilidad estética, ética o política, de quienes acceden a lo que alguien ha dejado ahí tampoco está garantizado, en ningún sentido.
Entiendo que a muchos nos gustaría saber un poco más acerca de quienes somos y quienes parecemos o por quienes somos tomados al presentarnos coram populo en la red, y ser vistos en un modo tan amplio que da un poco de vértigo en su novedad.
Esperemos, de todos modos, que -a pesar de que hoy abundan mogollón en la red- los que aparecen como sabiondillos, listillos y creidillos, además del tipo pánfilo Mr. Twitter, esos personajes vayan disminuyendo.