No termino de entender, y lo siento de veras, que Chávez resulte un aceptable jefe de gobierno o de estado -tanto da-, cuando es un energúmeno que ha puesto y pone de chupa de dómine a cualquiera (desde el Papa o la Iglesia católica hasta los USA en general -excepto Chomski, por ahora- o la Señora Merkel en particular).
Quiero decir, como es lógico, que insulta a cualquiera que no esté dispuesto a ser su seguidor o sumiso o silencioso compañero de viaje y ponerse una camiseta, camisa (y libreta en mano) roja para hacer el socialismo, ya sea de dicto o de facto (en América Latina), o de silencio que otorga (en Europa y resto del mundo).
Por eso no termino tampoco de entender -por la esquizofrenia que supone- el escándalo internacional en la arremetida casi unánime contra Honduras, por quitar de enmedio un presidente que pretendía ilegalmente seguir disfrutando del poder, aunque lo había recibido con la condición de dejarlo...
Quizá, entre otras cosas, es que soy muy inocente, o es que -a diferencia de Honduras- en Venezuela hay petróleo y materias primas, y se puede hacer negocio, business y money- que es lo primero, según algunos, siempre mirando para otro lado si quienes pagan el pato del dictador pseudo-demócrata son otros: ahora, en este caso, los venezolanos y en concreto en su condición de católicos.
Cosa más bien sorprendente, pero cierta, que no es un fenómeno aislado en América Latina. Al parecer, el socialismo del siglo XXI, del que Chávez se siente líder y profeta, y dispuesto a imponerlo por "ley educativa", cerrando si es el caso los centros no oficiales en Venezuela.
En fin, esto es lo que Salvador Bernal dice hoy, muy breve, muy claro y muy bien, en Chávez contra Venezuela:
Tras atacar a periodistas y maestros, los chavistas comienzan a enfrentarse violentamente contra los católicos. Hace una semana, interrumpieron las misas en iglesias y catedrales, gritando frases zafias contra los obispos.
Éstos se han opuesto también a la futura ley educativa que pondría en manos del Gobierno el futuro de la enseñanza en términos totalitarios. Su contenido merece la repulsa hasta de El País, que le dedicó un duro editorial el pasado 17 de agosto [Las trampas de Chávez].
El conflicto viene de lejos. Para el populismo de Chávez, cualquiera que no piense como él está contra el pueblo, también la jerarquía. Pero ésta tiene una visión seria de los derechos humanos, que incluyen en tiempos modernos la separación y equilibrio de poderes, para evitar tiranías y despotismos.
A comienzos de año, antes del a todas luces ilegal plebiscito para perpetuar a Chávez en el poder, manifestaron su inquietud por los problemas sociales, la confrontación interna y la crisis ética de la convivencia. Venezuela es un país muy violento, por el narcotráfico, los secuestros, los ajustes de cuentas “y el aumento vertiginoso del sicariato”.
La actitud de Chávez provoca demasiadas incertidumbres en el plano ideológico y cultural. Basta recordar los cierres de emisoras, con base en un insuficiente derecho administrativo, o el ataque a la sinagoga principal de Caracas, o la agresión violenta a la Nunciatura Apostólica. La guinda es la ley educativa, que encuentra demasiada resistencia en la calle.
Los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, la principal del país, y de la Universidad Simón Bolívar siguen protestando, cortando el tráfico de calles y autopistas.
Veremos el alcance de la represión. Pero, en la historia de Venezuela, revueltas universitarias han precedido a cambios en el poder. Falta por ahora un líder que se ponga al frente de una oposición creciente.
Pero el pueblo venezolano no se merece tan mal Gobierno, ante el que España no debería hacer más la vista gorda.
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