Ayer falleció Eric Rohmer, nacido Maurice Henri Joseph Schérer el 21 de Marzo 1920. Muchos han dicho y escrito cosas inteligentes y equilibradas de este viejo cineasta, antes profesor, fundador en los '50 de Cahiers du Cinéma y por tanto de la Nouvelle Vague.
Sinceramente reacio al homenaje público, imagino que el homenaje al cineasta y a la persona (nunca supo distanciar tanto la realidad de la ficción) pasa por decir lo menos posible acerca de su sobria elegancia o de su visión sensual y al tiempo intelectual de la vida o de la elocuencia de sus ricos y cuidados -aparentemente casuales- diálogos, no pocas veces jugando y ganando la partida al borde del abismo verboso.
De Eric Rohmer recuerdo docenas de escenas de decenas de películas a las que renuncio a poner título, aunque sobre todo conservo (en el recuerdo largo) Ma nuit chez Maud, de la que he logrado encontrar la espléndida crítica que Vincent Canby hizo en el NY Times: My Night at Maud's (1969).
No estoy seguro de haber visto a Jean-Louis Trintignant hacer algo mejor, más sincero y elaborado, en la pantalla. Y no estoy tampoco seguro de haber presenciado más sencillo planteamiento y resolución del constante asunto, un tanto pascaliano, de Rohmer (difíciles variaciones, y no sólo en los cuentos morales, ni en las cuatro estaciones, sobre lo que pasa por las mentes de algunos tipos humanos cuando "un hombre encuentra a una mujer justo en el momento en que ha decidido o está a punto de decicir comprometerse con otra mujer").
Por razones bien distintas de los asuntos aparentemente provincianos con los que Rohmer se enfrenta una y otra vez, la memoria corta me sugiere en este momento L'Anglaise et le Duc (2001), todo un reto de concepción y realización tecnológica digital para un Rohmer con 81 años...
Descanse en paz.
Estaba esperando tu nota sobre Rohmer. Y veo que no me he equivocado. Gracias por el comentario, en el que también has cuidado las palabras. Como el mismo Rohmer.
Publicado por: csbrenes | 12 enero 2010 en 10:53 p.m.