Ed Koch, el famoso ex-alcalde judío de Nueva York, publicó ayer un artículo en el Jerusalem Post (He that is without sin, let him cast the next stone - enough already), a propósito de la campaña de prensa contra la Iglesia católica y Benedicto XVI. Así la llama, porque se trata -dice- de
"una procesión de artículos sobre los mismos hechos que -en mi opinión- ya no pretenden informar, sino simplemente abroncar y castigar".
(...) Muchos de los que hoy golpean en los medios a la Iglesia y al papa, lo hacen claramente con gusto y algunos incluso con malicia. La razón, me parece, es que hay muchos en los medios, y también algunos católicos y muchos entre el público, a los que no les gustan las posiciones que tiene la Iglesia: su oposición a todo tipo de abortos, oposición al sexo gay y al matrimonio entre personas del mismo sexo, el mantenimiento del celibato para el clero, la exclusión de las mujeres entre el clero, la oposición de las medidas para el control de la natalidad que implican el uso de condones y la prescripción de drogas abortivas, la oposición al divorcio civil.
Mi buen amigo, el cardenal John O'Connor dijo en una ocasión que "la Iglesia no es un "buffet de ensaladas" [salad bar], en el que eliges y tomas lo que te apetece". (...)
Koch insiste en que no es un apologeta católico, e incluso se enfada cuando algunos católicos dicen que la hostilidad de los medios tiene que ver con un "lobby judío de Nueva York". De todos modos, piensa que
la Iglesia católica es una fuerza para el bien del mundo, no para el mal. Por otra parte, la existencia de 1.300 millones de católicos en el mundo es importante para la paz y la prosperidad del planeta.
Desde luego que se han cometido terribles actos por parte de algunos miembros del clero católico. Y la Iglesia ha pagado a las víctimas miles de millones en la Estados Unidos, y pagará otros más a otras tantas víctimas en todo el mundo. Y está intentando expiar por el pasado con sus reconocimientos y cargos en procesos por haber tenido que ver con clérigos pedófilos.
Quisiera terminar con una paráfrasis de las palabras de Jesús que aparecen en Juan 8:7: "el [la] que esté sin pecado entre vosotros, que tire la siguiente piedra".
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