The Social Network ha despertado suficientes ríos de tinta o de dígitos en la red como para no entrar a alguna de las docenas de discusiones sobre realidad y ficción en el cine, o sobre la historia y la recreación poética. O sobre el ser y el parecer personal, la privacidad, o el peer monitoring. Más adelante veremos.
Lo que sí pienso que resulta de interés es dar una propuesta o razón por la que el guionista Aaron Sorkin nos presenta -diciendo que lo hace al modo de las subjetividades de Rashomon- una imagen explícita del co-fundador de Facebook, Mark Zuckerberg como un asshole (en castellano, diré estúpido bastardo, intentando alcanzar, sin lograrlo, un campo semántico semejante al del epíteto inglés. He visto la original: no sé cómo lo dicen en las versiones doblada al español).
Todo el mundo sabe que en el arranque del film, al final del diálogo entre Mark y una imaginada Erica, ésta lo clasifica explícitamente como un asshole:
Y todo el mundo sabe que las últimas palabras pronunciadas en la película son de una joven abogada que trabaja para Mark, Marylin, que le dice que no es un asshole, pero que simplemente quiere serlo:

A mi modo de entender, hay una razón básica, aunque no sea mencionada en las docenas de entrevistas y declaraciones de Aaron Sorkin. Y es que el Mark Zuckerberg de la pantalla resulta un falso amigo.
Mark es el fundador de una red social que reune presuntos amigos, pero resulta que no tiene amigos. O no sabe tenerlos. O no le conviene. O se atiene a su objeto, Facebook, al margen de amistades.
Buen contraste paradójico para armar el cauce dramático de de la película por parte de Sorkin, quien hace que Zuckerberg "gaste la primera hora cincuenta y cinco minutos como un antihéroe y los últimos cinco como un héroe trágico". Y buen pero frívolo argumento para el marketing de la película: "No te haces 500 millones de amigos sin hacerte unos cuantos enemigos".
Pero el caso es que nadie habla seriamente de la amistad en este contexto (Google ofrece unos 125,000,000 resultados para facebook y amigos) en el que deberíamos nadar en valoraciones, debates y matices. Sin embargo predominan las miradas hacia otros horizones y cuestiones.
Sólo me pregunto si, tomando las viejas referencias de Aristóteles, en los libros VIII y IX de la Ética a Nicómaco, a los tres tipos de amistad que el filósofo advierte, podemos sacar algo en limpio.
De entrada dice que la amistad es una virtud, o viene acompañada de virtud, lo que en principio hace de ella un hábito estable en quien la vive. Los hombres, aun siendo justos, necesitan la amistad; y los hombres justos son los más capaces de amistad:
“Los amigos se necesitan en la prosperidad y en el infortunio, puesto que el desgraciado necesita bienhechores, y el afortunado personas a quienes hacer bien. Es absurdo hacer al hombre dichoso solitario, porque nadie querría poseer todas las cosas a condición de estar sólo. Por tanto, el hombre feliz necesita amigos” (Ética a Nicómaco, IX, 1170 a 13-17).
Un magnífico estudioso de Aristóteles, como es Leonardo Polo, describe muy en breve y en claro los tres tipos de amistad aristotélicos:
La primera clase es la amistad perfecta, que se da entre los hombres buenos e iguales en virtud, ya que éstos quieren el bien el uno del otro encuanto que son buenos, y son buenos en sí mismos (khat-autó). Esta clase de amistad es la más permanente. Con todo, estas amistades son raras porque tales hombres son pocos y, además, requieren trato, pues sin él, no cabe el conocimiento mutuo. El deseo de amistad surge rápidamente, pero la amistad no.
La segunda clase de amistad es la de aquellos que se quieren por interés, o no por sí mismos, sino en la medida en que se benefician en algo los unos de los otros.
La tercera clase de amistad es la de los que se quieren por el placer. Por tanto, en los que se quieren por interés, la amistad obedece al propio bien; y en los que se quieren por el placer, a su propio gusto. En estos casos, la amistad se subordina a los bienes mediales.
En suma, estos dos tipos de amistad son imperfectos, y por eso fáciles de disolver: cuando ya no son útiles o agradables el uno para el otro, la amistad desaparece. Las reclamaciones y reproches son propias de la amistad por interés.
En cambio, en la verdadera amistad no se dan. Por eso, el que aventaja al amigo en el beneficio prestado, no se lo echará en cara, ya que los dos procuran el intercambio de bienes.
De las dos últimas maneras pueden ser amigos entre sí hombres malos, porque los malos no se complacen en sí mismos si no existe la posibilidad de algún provecho o placer.
Si las reclamaciones y reproches nacidos del egoísmo y el propio gusto e interés son la sal de lo escrito por Sorkin para dramatizar The Social Network, se entiende que el calificativo personal que recibe Mark Zuckerberg, es en buena medida ampliable -cierto que no siempre ni a todos sus presuntos amigos iniciales- al menos a una gran mayoría del primer millón de usuarios de Facebook, que sobre todo son jóvenes estudiantes universitarios y pandillas de medio mundo, circunstancia hasta la que nos lleva el trabajo de Sorkin.
Antes de ser considerado un asshole o un estúpido bastardo, como usuario de Facebook, yo preferiría mil veces ser tomado por un simple (mal) conocido, y no "necesariamente" (esa es la regla de la red social) con el equívoco sentido que la palabra amigo toma en este contexto. Aunque he de decir que tengo muchos amigos que también nos seguimos relacionando a través de Facebook, red social en la que hoy, según compruebo, tengo 738 "amigos-tipo-facebook".
En fin, no debería ser muy difícil para Zuckerberg recuperarse del calificativo de asshole puesto por Aaron Sorkin en su imagen pública. Otra cosa será que, en nuestros dias densos de facebookeo, recuperemos el sentido vital de lo que es y supone la amistad genuina.
Sabemos que siempre es mejor no identificar sin más la amistad personal como algo necesario para la vida en sociedad, con la revolución industrial y los contenidos de los llamados Social Media.
Y mejor también es estudiar la relación entre nuestras vidas personales y los datos y opiniones veraces o inventados que configuran nuestras imágenes en los "medios sociales" y que éstos utilizan aún sin la deseable transparencia.