Es cierto: no tengo nada contra el marketing, pero la viñeta de Bek en el New Yorker de hoy tiene sentido:
La viñeta, en su aparente muestra de cotidiana ingenuidad, resulta de un apocalíptico que pone los pelos de punta: "[El departamento de] Marketing y ventas ha decidido que hemos de destuir toda la civilización".
Es ésta una afirmación brutalmente explícita de lo que implícitamente quedaba sobrentendido, en todo caso, como un efecto colateral indeseado.
Pero en buena lid hay que admitir que -siendo una necesaria exageración artística- responde a la implacable lógica establemente instalada del predominio casi absoluto de las exigencias y prerrogativas mercantiles en nuestro mundo de hoy.
Bek, como tantas veces con su inocencia cáustica, hace parecer razonable una cruel sinrazón.
Así nos van las cosas, aunque ni por asomo debieran haber podido dar pie a esta viñeta. Pregunta del millón: ¿cómo se pone al "marketing y ventas" en su sitio, para evitar que destruyan nuestra civilización y nuestra cultura? ¿O ya es indiscutible que el mercado o la compra-venta es el primer principio inamovible de la dinámica de nuestra sociedad?
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