Ayer vi el video de 60 minutos de la rueda de prensa con parte del equipo de Encontrarás dragones, y hubo momentos en que sentí pena al ver el carácter timorato de algunas preguntas, planteando una especie de reproche a los allí presentes por haber hecho esta película.
Timorato–dice el Drae- es alguien “que se escandaliza con exageración de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional”. Y la moral convencional para los que hicieron algunas preguntas parecía ser la que considera inmoral y por tanto reprochable, que haya profesionales que se atrevan a hacer una película que no sigue el “guión previsto” respecto de la guerra civil española, la Iglesia católica, el Opus Dei o san Josemaría Escrivá. Lo “políticamente correcto” puesto en su sitio, en plan Sinde: por supuesto, la ideología por encima del cine.
Y al tiempo resultaba divertido observar que esos timoratos moralizantes parecían por esto mismo escandalizados de que Roland Joffé -quien vive en el extremo opuesto de rigideces ideológicas maniqueas como éstas y abomina de la “industrialización de la política” que entrevé en España- y escandalizados de que también los demás profesionales allí presentes, se atrevieran a pensar cada uno por su cuenta y dijeran en voz alta y en público, no lo “políticamente correcto” en plan Sinde o similares, sino lo que les dictaba la conciencia o les daba la real gana: que están contentos porque han hecho una gran película, con una producción muy cuidada e interesante y un guión y dirección muy poco convencionales. Una película que –por encima, precisamente, de maniqueísmos ideológicos- explora de frente grandes y complejas cuestiones humanas (entre el amor y el perdón) todas universales y muy cercanas a la sensibilidad de cualquier persona. En definitiva, que han hecho un gran espectáculo de emociones, sentimientos y valores que pocas veces circulan por las pantallas.
Y allí quedaron aquellos como acoquinados por el qué dirán de colegas y jefes maniqueos. Dando pena y una impresión menos grata, que desde luego fueron generosamente compensadas, con creces, por la inteligencia, el sentido común y la profesionalidad de las respuestas, empezando por las de Roland Joffé y siguiendo por las de cada uno de los demás presentes en el panel.
Críticas en algunos diarios nacionales
Quizá a esos timoratos les habrá sentado mal lo dicho hoy (Al cine con Boyero) por el intocable crítico del diario El País, Carlos Boyero, con su habitual bonhomía que a alguno puede parecer displicencia. Ha dicho que se imagina “que es una película que ha pagado el Opus Dei para hacer un biopic exaltante de su máximo líder; yo por el Opus Dei, como puedes imaginar –Boyero habla al presunto o real entrevistador de su video-, no siento la menor empatía, sino todo lo contrario. Aclarado esto -sigue diciendo Boyero- creo que Roland Joffé ha hecho un trabajo muy bueno: el director de La Misión, Los gritos del silencio, creo que ha hecho una ambientación modélica de la España de la guerra y de la postguerra; que los actores están muy bien dirigidos: esos actores ingleses que parecen españoles; que la historia está bien contada y tiene la habilidad de recoger una época concreta de Escrivá de Balaguer, precisamente lo que le ocurrió en su infancia y en la guerra civil”.
Se entiende muy bien que Boyero pida a su interlocutor que imagine que no tiene empatía (capacidad de participación afectiva de alguien en lo que afecta a otro) ante algo que no debe conocer muy bien, ni parece interesado en remediar su ignorancia, ya que prefiere imaginar que “la película la ha pagado el Opus Dei”, con esta o aquella finalidad, antes que enterarse de la realidad del asunto, que no es tan complicada.
En todo caso, es honroso plantear de entrada la propia premisa mayor para luego seguir hablando.
En fin, no estoy muy seguro pero pudiera darse que si–a pesar de su premisa mayor, que nada tiene que ver con el cine, que en principio es de lo que sabe- Boyero dice que Joffé ha “hecho un trabajo muy bueno” en la película Encontrarás dragones, es de imaginar que un tropel de críticos timoratos y voluntariosos ya tiene dado el tono para que cada cual haga sus propias variaciones sobre el tema, incluidas sus propias premisas mayores.
Por supuesto que hay muchos otros críticos de casta, autónomos, concienzudos, a quienes les gusta el cine por encima del qué dirán los colegas, y que sin duda dirán, más o menos razonado, lo que les parezca oportuno decir.
Por el momento, hablando sólo de lo que encuentro en diarios nacionales, veo que alguno ha asomado la pluma cometiendo sin darse cuenta el mismo “delito” catequético que adjudica, gratis total, a la película (es curioso observar cómo se impregna lo escrito por alguno -o algún otro y alguno más- de lo mismo que reprocha en lo que otros hacen). Otro destaca -al fin, con patente sentido común- que más allá de todo, esta película habla del perdón y la redención, tan necesarios antes, ahora y siempre... El diario de más allá, tras decir -buscando lectores en la red- que el cine está al servicio del Opus Dei, descubre con un crítico perplejo que Joffé por un lado humaniza a su santo y por otro le resta protagonismo con otra trama paralela, sin caer en la cuenta, bien de la relevancia temática de las tramas secundarias, bien del lema vital de ese santo que pretendió “no lucirse” con protagonismos. No falta el que, diario de progreso y por tanto en principio idealista, resulta que sólo habla de los dineros, la mercadotecnia y demás ingredientes que propician un “taquillazo cristiano”, justo ante una película que tiene mucho más de long slow runner que de pelotazo y olvídate como Torrente4, con la que coincide con menos de la mitad de copias en los cines de España. Como éstas, es probable que aparezcan otras variantes de moralismo timorato.
Y se entiende todo esto, porque cuando se va a hablar o escribir de esta película sucede –aunque parezca extraño, curioso, y al tiempo muy real- que lo primero que viene a la boca o la pluma, es la necesidad de plantear una premisa mayor, o declaración de principios, o confesión inicial ante los lectores, como la de Boyero. Por eso, porque ha visto la necesidad de dar sus explicaciones previas, me he detenido a transcribir sus palabras. Los prejuicios, primero. Sin mezclarlos en batiburrillo y hacer de ellos el lugar desde donde se deducen los posibles juicios subsiguientes.
Mi premisa mayor
He escrito un texto largo sobre Encontrarás dragones que –por razones técnicas que no son del caso- verá la luz pública dentro de 15 o 20 días. Pero he pedido permiso a los editores para poner aquí algunos entresaques no desdeñables de lo escrito.
Sobre todo, porque también me encuentro poniendo por delante mi propia premisa mayor, al escribir después de haber podido ver y pensar el film en cuatro pases diversos, en los dos últimos meses, en España e Italia. Siguen algunos párrafos.
He de decir paladinamente que Encontrarás dragones me ha resultado –de entrada- una película inabarcable, difícil de objetivar y hacer mía, sin más, al primer golpe de vista.
Esta situación es síntoma, de ordinario, de que se trata de una película de entrada muy interesante. Tanto por las cosas de la historia que cuenta, como por el sentido de esas cosas en el mundo que crea. Algo de este tipo suele suceder a casi todo el mundo con unas cuantas películas, que en mi caso van desde Cantando bajo la lluvia, Casablanca o El Padrino, hasta otras quizá menos esperables, como El espíritu de la colmena, O Brother! o El dilema (The insider), dejando un largo etcétera en el tintero. Son películas de las que se puede decir aquello que Joseph Pieper considera que es lo mejor que puede decirse a una persona: ¡qué bueno que existas!
Encontrarás dragones ofrece en sus tramas y desde luego en el sentido global del mundo creado por Roland Joffé, un fuerte sentido artístico de coherencia interna, abierto a la exploración de los horizontes del corazón humano. Y quisiera decir algo –aludido explícitamente por Eugenio Zanetti en la rueda de prensa- que tiene que ver con la mayor o menor dimensión “poética” (y no sólo “retórica” o “crematística”, asuntos donde suelen enfangarse tantas críticas) de las películas. Hay películas especialmente “poéticas” o catárticas, enriquecedoras, cada una a su modo, listas para ser vistas –con agrado- al menos un par de veces. Es el caso de Encontrarás dragones.
Cine-cine
No hablaré aquí de los logros del envidiable equipo artístico y técnico reunido por Joffé. Prefiero ir al grano, diciendo que Encontrarás dragones es cine-cine.
Es decir, tiene el mismo aroma y gusto –para quienes gustan del cine- que el aroma y el gusto del café-café para quienes gustan del café. No hay edulcorantes, aun y cuando la trama incluye ingredientes de los llamados comprometidos por algunas mentalidades más bien maniqueas: la violencia del capitalismo feroz, el anarquismo o la participación nazi en la guerra civil española, la figura de Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Nada se endulza que pudiera tener sabor desagradable o amargo, nada se embellece o mejora falsamente, no se mitigan aspectos hirientes o desagradables de la realidad histórica.
Roland Joffé conduce las tramas de su película por los laberintos de enfrentamientos ideológicos, de un modo que resulta al tiempo sorprendente y ejemplar: sin equilibrismos irenistas, mostrando las cosas en contexto, con autenticidad y búsqueda de la verdad histórica genuina.
Película sin teorías
Dice un personaje de Marcel Proust en A la búsqueda del tiempo perdido que “una obra de arte que encierre teorías es como un objeto sobre el que se ha dejado la etiqueta con el precio”.
Encontrarás dragones es una película sin teorías filosóficas, sin ideologías políticas, sin propaganda de nada. Cierto que se enfrenta con un mundo –como dice al comienzo- en el que “o bien uno juraba sobre la Biblia… o bien escupía sobre ella”. No escurre el bulto al ofrecer el panorama de enfrentamientos ideológicos, pero su peculiar aproximación hace que sólo algún espectador con menguadas dotes racionales pueda entender la película como una historia ideológica de buenos y malos.
El cine -por desgracia- se alimenta, y nos alimenta, en principio, con historias de buenos y malos. A veces ganan los malos, o ganan los buenos haciendo cosas malas, tanto da, desde cualquier punto de vista. Roland Joffé se aleja de esos territorios y dedica su trabajo a explorar la naturaleza y condición humana, de modo que lo que está en juego son asuntos como la familia, el amor y la amistad, la fidelidad o la envidia y la traición.
Joffé explora y destapa, sobre todo, los vericuetos vitales, no sólo psicológicos, por los que nace, crece y circula la capacidad humana de perdonar y desde luego la necesidad de ser perdonado. El amor concreto y genuino.
Película con punto de vista
Joffé adopta la perspectiva de Josemaría, precisamente situado en la trama secundaria, y que es –dicho sin doublespeak- precisamente la relación de familiaridad filial con Dios. Una perspectiva que no es etiqueta proustiana con un precio puesto sobre el regalo de esta obra artística. Es un punto de vista que supone tomarse la trascendencia sobrenatural de la religión en serio, y que Joffé adopta sin vivirla personalmente –es, como suele comentar, un “wobbly agnostic”- cosa que le permite introducir algunos interesantes detalles de estética autoirónica y también de misterio genuino en la película.
André Malraux dijo en algún sitio que “el siglo XXI será espiritual, o no será”. No se refería a los fundamentalismos religiosos, sino, sobre todo, a quitar la ciencia, o el poder o el dinero del puesto de dioses usurpadores: “la tarea será la de volver a poner los dioses en su sitio”. Me parece que, en lo que respecta a poner a Dios en su sitio, Joffé lo ha hecho con claridad en esta película. Entre otras cosas, haciendo compartir su admiración por el mensaje y por quien primero lo proclama con su vida, de la llamada divina a la santidad, para todo el mundo. Algo real e infinitamente lejano de las etiquetas con precios ideológicos.
Manolo, protagonista trágico
La trama principal de Encontrarás dragones presenta a Manolo (personaje ficticio en el que todos cabemos, vida paralela de Josemaría), viviendo como un héroe trágico clásico, pero poéticamente (catárticamente) abierto a la trascendencia última de un Dios y también de un hijo que perdonan, en vez de ser como un Edipo o un Creonte condenados a vivir en el horror causado por sus imprudencias teóricas y prácticas.
La película puede resultar un tanto enigmática para quien desconozca qué es una tragedia. Porque si bien todo el mundo queda prendado de la figura de Josemaría, que circula –con sus abismos circunstanciales de oscuridad consciente- por caminos básicos de relato épico (perfecta la escena con el Obispo), sucede que la contrafigura del protagonista Manolo puede resultar incomprendida, dado que es una figura trágica.
Manolo vive fiado en sus propias fuerzas, egoísta, envidioso, cínico (perfecta la escena del piano), pagano pero con un leve rescoldo de admiración y no sólo envidia por Josemaría, algo que le lleva a descubrir la esperanza y a vivir la donación personal, sabiendo razonar el perdón que pide a su hijo, para que éste –no sólo él- pueda ser feliz.
Una gran película
Una gran película, con grandes actuaciones y grandes logros de grandes profesionales. Y con defectos, que la hacen mucho más parecida a nosotros. El riesgo de Encontrarás dragones está en el tamaño que quiera asumir el espectador, y también el crítico.
La solución: ver esta gran película una segunda vez, que es cuando y como mejor se aprecia, y -si queremos- nos podemos poner a su estricta altura, en vez de mirarla desde arriba o desde abajo, o desde los lados zquierdos o derechos, o incluso mirar hacia otro lado -nos guste o no hacerlo- en vez de mirar hacia la realidad donde apunta Joffé y el sentido de su película- para poder hablar de ella.
Con un segundo visionado, los dragones personales quedan algo más domesticados, y entonces quizá resulta más fácil -como viene a decir el proverbio chino- mirar dónde apunta el dedo, en vez que quedarnos discerniendo las peculiaridades del mismo dedo.
--
[PS__ Por si interesa, unas 40 Opiniones antes del estreno de "Encontrarás dragones" ("There Be Dragons") [+]]
Ayer fui a verla por segunda vez y efectivamente mejoró mi percepción de la primera vez. Las expectativas también cuentan y creo que las mías eran desmesuradas.
Dicho esto, los que sois especialistas en cine le encontraréis matices y valores que los que no lo somos no vemos.
Creo que el espectador medio -o sea, yo- disfruta de llorar unos minutos, quiere ser bueno como Josemaría, Oriol e Ildiko y poco más. No creo que repita, no hay nada en la película que te arrastre a verla una segunda vez. Yo lo he hecho porque me interesa San Josemaría, no por la película en sí.
Los anglosajones son especialistas en banalizarlo todo, decía Madariaga, y creo que Joffé es muy anglosajón en esta película.
Publicado por: Montse | 26 marzo 2011 en 10:16 a.m.
Claro que cuentan, y mucho, las expectativas. Quizá porque las mías, a priori, no eran tantas ni tan buenas, el efecto sorpresa de lo finalmente hecho por Joffé ha sido mucho más fuerte. Y el hecho mismo de la existencia de la película -con todas sus virtudes y sus vicios, como cada cual- es desde luego un hito y un punto de inflexión en una especie de cambio de tercio en lo que el cine ha ofrecido hasta ahora sobre los asuntos que están en juego en esta película. Que el asunto "básico" que a mi modo de ver Joffé presenta como en sordina, que tiene que ver con que la igualdad de las personas, todas, proviene de ser todos hijos de Dios; esto en manos de alguien que no sabe si Dios existe es muy difícil. Pero me parece que se empeña y llega hasta donde puede: humor autoirónico -entre otros- con una gotas de agua resbalando por una estatua, o con un tipo limpiando con jabón un cristal de ventana, cuando 've' la Obra, por ejemplo, para dejar al espectador ante el misterio que para Joffé vive Josemaría. Por eso yo entiendo que de algún modo los 'dragones' también son como los guardianes con los que te topas a la puerta del misterio de lo sobrenatural y de la relación personal con Dios. Esto lo sabe Joffé de sobra: llega hasta ahí, mira y ve con respeto lo que ve su personaje histórico... En fin, perdona por esta perorata que quizá no tiene sentido para mucha gente. Muchas gracias de nuevo y un cordial saludo.
Publicado por: JJG Noblejas | 26 marzo 2011 en 12:13 p.m.
¿Le cuesta mucho escribir solo con la mano izquierda? Porque está claro que la derecha la tiene bien levantada.
Publicado por: ¿Encontraré? ¿Seguro? | 26 marzo 2011 en 01:58 p.m.
Estimado largo y complicado anónimo "¿Encontraré? ¿Seguro?" con esa pequeña manía bipolar alternativa y excluyente de manos zurdas / diestras, arriba / abajo: el caso es que escribo (conste que a los anónimos suelo dejarlos despotricar en este blog, una vez, tan gratuita y ricamente desde su anonimato), pero el caso es que he de decirle, para su tranquilidad, que escribo con ambas manos, aunque la verdad es que con pocos dedos de cada una en el teclado. Puesto a seguir respondiendo, le diré que sobre todo procuro escribir pensando -si es que me concede la posibilidad de tener y usar esta facultad, mi querido/a anónimo/a- con ambas partes del cerebro, sin distingos diestros y zurdos, y la correspondiente sensibilidad, inteligencia y voluntad, y espero también encontrarme escribiendo con buena parte de mi alma o espíritu, como usted prefiera, señor/a "¿Encontraré? ¿Seguro?".
Espero que no sea usted uno/a de aquellas/os estudiantes que -en un curso de doctorado barcelonés, en que me había invitado un colega a hablar a principios de los '80 sobre el mito en la Poética de Aristóteles- me preguntó airado, reclamando consenso entre los demás presentes: "¿pero cómo se atreve usted a hablar aquí nada menos que "del alma" (dijo con gran énfasis), cuando hace tiempo que Franco ha muerto?" Citar a Aristóteles en sus acostumbradas metáforas respecto de los seres vivos que "el mito es el alma de la tragedia" era mentar para aquel aspirante a doctor científico (más bien un timorato moralizante) algo prohibido por su credo ideológico supremo, por encima de su capacidad racional y de un mínimo de acribia y autoironía académica... Perdón por traer aquí esta confusión estudiantil -en un curso de doctorado- entre churras y merinas, sólo como triste memoria de algo que quiero pensar es muy puntual y ya pasado (anecdótico, espero), y que viene a cuento de mencionar el alma y la mente y el espíritu, más allá del cerebro y sus neuronas y sus corrientes eléctricas...
A lo que iba: no sé (ni siquiera sé si me importa) con cuantas manos o dedos escribe la gente, incuído usted, o si lo hace con algún puño -derecho o izquierdo, tanto da- o con los dos cerrados y en alto (gimnasia desde luego ejemplar y recomendable para todo escritor que se precie de serlo), mio caro amico, sobre todo porque es muy meritorio que escribiendo con los puños en alto -"En pie y con el puño en alto", que se hacía llamar la novia de Kevin Kosner en aquella película de militares conquistadores buenos, que querían dejar de exterminar los pocos indios que habían dejado vivos; o sea, escribiendo con los puños en alto pero quizá posándolos, de vez en cuando, delicada y levemente sobre el teclado- salgan tantos interrogantes, porque para lograrlos hace falta usar, en principio, un dedo de cada mano en el teclado. Imagino que éste es el que sufre mientras alguien se desfoga con sus puños en alto o así, a lo Kevin Kosner.
En fin, si su presciencia acerca de lo que hacen mi manos, izquierda y derecha, pudiera tener alguna quiebra, si admitiera la más mínima duda quizá, aunque sólo fuera por un instante, le sugiero -es sólo una sugerencia, ni de lejos proponerle que me escriba de nuevo con o sin anónimo- piense sólo en que me estoy, pura y simplemente, rascando la cabeza con esa mano, que es lo que a veces hago mientras pienso qué escribo a continuación... La verdad es que no se me había ocurrido levantar (¿era la derecha, no?) una mano para encontrar inspiración, como parece usted aconsejar, quizá por experiencia.Y perdone si algo de lo escrito le resulta mínimamente molesto o incómodo, pero comprenderá que algo debía responder a las preguntas que incluye su firma, además de rezar -ya de paso, mientras escribo con ambas manos en el teclado- un poco por usted mismo, cosa que -le guste o no- no puede impedir que haga. Ya ve que no siempre salen las cosas a nuestra (buena) voluntad. Quede por tanto usted con Dios, y procure no pensar que no practico suficientemente bien lo que usted quizá abomina o ama, no sé, apreciado anónimo interrogante. Ya ve que me ha pillado con un ratillo por delante, que en este instante acaba de evaporarse. Suyo, JJ
Publicado por: JJG Noblejas | 26 marzo 2011 en 04:11 p.m.
Lo primero, y para ser breve al contrario que usted que menuda brasa que me ha metido con lo mal que escribe, es Costner no Kosner (que igual es algún amigo suyo alemán de esos que tan bien caían a su compa Franco). En segundo lugar, me alaga que se haya tomado la molestia de meterme semejante brasa ( bastante mal escrita por cierto, lo había comentado ya?). Y en tercero y último lugar, le he llamado facha con todas las letras, así que no se enrolle con tonterías. Y por favor, no me diga eso de suyo, aunque sea muy cordial, que viniendo de alguien de la iglesia me da un poco de miedo, entiendame...
Publicado por: Y sigo sin encontrar | 27 marzo 2011 en 05:55 a.m.
Uno de los mitos de la "izkierda" es que ellos son los únicos que usan las dos manos... Je, je...
Madre mía, cuándo se desenmascarará la gente... Piensan que están libres de prejuicios, y han llenado el mundo de ellos. Piensan que son los adalides de la libertad y amordazan a todos los que no piensan como ellos. Cómo no se da cuenta el mundo que los lugares de la izkierda son habitaciones cerradas y oscuras...
Publicado por: mrojjar | 27 marzo 2011 en 01:02 p.m.
Agradezco su precisión en el lenguaje y en el cambio de seudónimo. Entiendo se alague (Drae: "llenar de lagos o de charcos"): con eso puede chapotear a gusto, sin salpicar hacia fuera. Entienda, alma dormida, que no ofende quien quiere, sino quien puede.
Publicado por: JJG Noblejas | 27 marzo 2011 en 01:48 p.m.
Mrojjar: mejor, cuando se puede, y se puede prácticamente siempre, conviene tomar algunos pretendidos insultos y ofensas a beneficio de inventario, sin por eso inclinarse por mirar hacia otro lado y decir que llueve. Porque se puede procurar, ante el mal (o su pretensión) recibido, que casi siempre termina siendo en buena parte mera ignorancia (a veces culpable, qué le vamos a hacer), se puede procurar -decía- no quedarse bloqueado, ni responder con un veterotestamentario ojo por ojo. Es mejor intentar ahogarlo en sobreabundancia de bien, que en tantas ocasiones consiste en intentar razonar y dialogar e incluso ironizar sin tomarse uno mismo excesivamente en serio, e intentar encontrar terrenos comunes -al menos de coexistencia, si no de convivencia- para que vaya desapareciendo poco a poco aquella ignorancia. No creo, sin embargo que eso suponga dar la impresión de que uno es más bien imbécil, o timorato, o que se siente más o menos acomplejado o aconejado ante las presiones de lo políticamente correcto, que es lo que tantas veces buscan quenes ejercen esas presiones sobre los demás, pretendiendo como efecto inmediato la sumisión o el silencio...
El caso es que hay gentes que piensan que navegan empujados por presuntos vientos imparables de la historia, o algo así de determinista, y sin embargo terminan siendo -más que gente de progreso- una especie de pobres retrógrados, que no saben vivir sin desprenderse de sus prejuicios victimarios (como diría René Girard) y que por tanto necesitan constantemente encontrar chivos expiatorios a los que cargar con las culpas de todos los males sociales, pensando que sacrificándolos o expulsándolos de la ciudadanía, volverá sin más la paz y armonía social, al menos por un tiempo...
Para algunos de esos ciudadanos anclados en ese tipo de progresismo retrógrado, que no son pocos, resulta hoy que el chivo expiatorio que hay que lapidar públicamente y quitar de en medio de la cultura y civilización vigente tiene que ver sobre todo con la doctrina de la religión católica y por tanto con quienes la viven y practican como parte consistente de su vida. Hasta el punto que este progresismo retrógrado, esta ideología (hoy beligerante en el entorno político del materialismo socialista y quizá un poco menos activa en el materialismo liberal), se convierte en una especie de superstición e incluso religión organizada, dogmática exclusiva y excluyente, que incluso debe imponerse por la fuerza, con las legislaciones, los planes de estudio escolares y con la propaganda de estilos de vida que prohíban o desdigan -en la práctica- cualquier práctica realmente religiosa ajena a tales ideologías...
En fin, en estas andamos, precisamente cuando alguien (algunos católicos y otros no, y con guión y dirección convencidos y brillantes de un “wobbly agnostic” como Roland Joffé) se atreve a poner en las pantallas "Encontrarás dragones", es decir, una visión de la vida, de la historia, y de las personas y su dignidad, esforzada en crear paz, amor y alegría alrededor sin excusar rebajas en esa dignidad humana, que tiene fundamento en Dios, algo que no coincide precisamente con lo que figura en algunos catecismos materialistas, que además de exiguos y pseudo-racionales son más bien pro-negativos en vez de amplios, razonables y propositivos. Y es por tanto aquí y ahora, en este contexto,donde estamos, y donde se da la expresión y el contraste más o menos conflictivo con visiones interesadamente ideológicas de la realidad humana. Por tanto, es bueno saber que no vivimos ni en ninguna presunta arcadia feliz, políticamente correcta, en donde todo el mundo es bueno o buenecito (pero no libre, como pasa en las utopías) ni afortunadamente tampoco vivimos en ningún gueto, como más de uno quisiera. Los dragones -en principio- son los que cada uno personalmente tiene y en algunos casos los justifica y alimenta, mientras en otros casos los intenta quitar de en medio, quizá haciéndo-se violencia a sí mismo.
El caso es que no está de más dar la bienvenida a una gran película, "Encontrarás dragones" -de eso estamos tratando en principio, no lo olvidemos- que tiene el increíble valor de ofrecer (en un momento histórico concreto, en una cultura y civilización más bien pobre y quizá forzadamente acoquinada por diversos poderes ideologizantes que excluyen cualquier trascendencia sobrenatural humana), tiene tal increíble valor de ofrecer tanta sobreabundancia de bien y de belleza y de calidad profesional, en torno a aquellos asuntos básicos que tienen que ver con el amor y el perdón y la comprensión entre seres humanos, iguales todos y todos destinados a la felicidad, contando con sus decisiones libres, que es comprensible que algunos se desconcierten, y denigren de quienes aprecian la hechura artística con lo hecho, que en último término tiene que ver (como dice Joffé) con el perdón cristiano, porque es el que nace junto al ser perdonado porque todos somos iguales, no porque lo diga la Onu, sino porque todos somos hermanos, siendo todos hijos de Dios.
Como puede verse, “mrojjar”, tomo pie de lo que comenta para explayar un poco algunas cuestiones, aunque sea a vuelapluma, cuestiones que de ordinario -con las prisas y brevedades de un blog- quedan más o menos presupuestas, marginadas o ignoradas, por no decir -a veces, como cuando sale algo a la vista de todos, como esta película que trata del perdón- públicamente escarnecidas por gentes que no quieren ni perdonar ni ser perdonadas. Como a veces pasa con los locos, se diría que algunos sólo quieren demostrar que "tienen razón". Paciencia.
Publicado por: JJG Noblejas | 27 marzo 2011 en 05:37 p.m.
Siempre hay gente a la que si no le divides el mundo en buenos (los míos) y malos (los otros) no entiende nada. Por eso no entenderán esta película.
Fui a verla el sábado con mi familia, lo que, para algunos, seguramente me colocará en la ultraderecha. Pero puedo asegurar que las manos las tenía ocupadas con el bol de palomitas.
Me dejó una sensación extraña. De momento lo achaco a que conozco demasiado al personaje, y a que mi relación con él no es la que se tiene con un "personaje". No sé, todavía no me aclaro.
Saludos cordiales.
(¿Podemos saber dónde verá la luz pública su largo texto sobre esta película? Me gustaría leerlo)
Publicado por: Samuel | 28 marzo 2011 en 12:02 a.m.
Estimado Samuel, dando por sentado que ninguno de los dos congeniamos con planteamientos maniqueos, entiendo que quienes te coloquen donde sea (en lo opuesto a donde estén quienes se dedican a decir a los demás lo que tienen que hacer si quieren salir en su foto) lo seguirán haciendo por puro principio de supervivencia. Aunque lleves un notario explicando lo de las palomitas. Así que -además de soportar su actitud reaccionaria (suelen actuar por reacción contra alguien que tiene libre iniciativa) con paciencia- mejor es seguir haciendo las cosas a conciencia y con los riesgos de la libertad.
Pienso que entiendo bien el extrañamiento al ver en pantalla a Cox haciendo lo cavilado y escrito por Joffé. Yo también tuve la suerte de conocer y tratar a san Josemaría, en esta vida, antes de ser proclamado santo... Y cada uno tiene su Josemaría, de modo parecido -por ejemplo- a que cada uno tiene su Jesús o su Pedro o Pablo o Juan si está familiarizado con los evangelios, y le resulta extraño cómo aparece y lo que hace uno u otro en las pantallas, por supuesto con buenas intenciones de fidelidad.
Puestos a contar reacciones personales, te puedo decir que yo me he aclarado bastante bien con dos cosas. Primero,con el simple hecho de ver la película más de una vez (asunto que colabora muy bien en poner las cosas en su sitio: la persona conocida y el personaje en pantalla). Viene muy, pero que muy bien, verla al menos dos veces, porque hay mucho detalle que merece tener oportunidad de ser apreciado: y no hay peligro de perder interés por "cómo acaba", porque hay mucha sustancia en las tramas secundarias, no todo queda en la trama principal de Manolo.
Lo que en segundo lugar me ha ayudado a hacerme más y mejor cargo de lo hecho por el equipo que ha tenido la audacia de hacer esta película, es algo que resulta muy personal, y desde luego no pensado por Joffé, al menos así de explícito: me parece que Joffé se ha preocupado tanto por entender qué pasa con la religión en serio y a fondo, a pesar o precisamente a causa de su agnosticismo declarado y real, que le ha salido una cosa increíblemente única. Le ha salido una película que -en su misma textura artística y argumental- tiende a tener semejanza con el mismo espíritu que Dios entregó a Josemaría: la película entera es la que se parece a Josemaría, y por eso aparece la santificación como tarea para todas las personas, en todos los trabajos y situaciones dignas de la naturaleza humana de hijos de Dios, el ciudado del detalle, la cualidad de no exhibirse ostentosamente ante los demás en todo, porque eso se hace cara a Dios, etc., que son premisas a la vez artísticas. Yo creo entender o "aclararme" artística y racionalmente -ya digo, siendo esto muy personal- ante esta película viéndola como un espectáculo de genuino "entertainment", pero visto bien en su conjunto, más que en la suma de sus secuencias, personajes, momentos, etc. Y verlo como un regalo hecho al espectador en la medida en que -no sé my bien cómo, siendo "cine de autor" y siendo Joffé un agnóstico- es como una especie de broma de humor tan británico como Joffé, que dice no tener religión, pero se trata de una broma hecha de cara a Dios. Humor inglés, autoirónico. Quiero pensar que a Joffé le encantaría que lo que ha hecho le guste a ese Dios que piensa que no conoce ni puede conocer, pero de quien ama sus obras: los seres humanos como Josemaría, su libertad y su esforzada y alegre entrega, en este caso. Pensando en esto, me parece que soy capaz de ponerme en los zapatos de Joffé y en los puntos de apoyo de la película.
Ya sé que no todos ni tienen por qué verlo así, ni que necesariamente "sea" así: hay mil modos de ser un buen espectador activo -de ahí la conveniencia de ver la película más de una vez- porque cada cual es como es, y una película como esta interpela la propia sensibilidad, tanto como la inteligencia y la voluntad. Cualquier respuesta realmente personal vale millones de veces más -por decirlo así- que la mera respuesta precocinada según los prejuicios, la comodidad de un espectador pasivo, que ve cine como si se tratara de una teleserie. Algo parecido al que lee -digamos, exagerando mucho para entendernos- Shakespeare con la actitud de leer a Corín Tellado...
Sobre lo último que comentas, acerca de dónde publicaré lo escrito que aún no ha salido, te diré que no demasiadas cosas nuevas quedan ya por salir allí ("Perspectivas", n. 61, que aparecerá sólo en digital, destinado a los más de 6.500 antiguos alumnos de la Facultad de Comunicación de Navarra) dado que es un artículo de mil quinientas palabras, y en lo aquí publicado -con su permiso- ya va mucho de aquello.
Un cordial saludo, JJ
Publicado por: JJG Noblejas | 28 marzo 2011 en 10:17 a.m.
Juanjo, me ha gustado este post.
Me ha recordado algunos de los mejores ratos de las clases de epistemología sobre hacer verosimil lo verdadero! Aunque la realidad es que lo que nos explicabas lo he entendido mucho mejor con el paso del tiempo. Y después de haberte leído mucho-bastante.
Lo único es que es un poco largo :-)
De acuerdo con que la película mejor verla dos veces; en mi caso, la primera vez, el drama me dificultó ver el fondo.
Publicado por: MJDiaz | 29 marzo 2011 en 01:03 p.m.
MJ (¿María José?), mil gracias por el gusto que encuentras en este -efectivamente- larguísimo post, con -además- sus largos comentarios por mi parte... Puedo aducir como excusa la velocidad con que he tenido que escribir, que siempre alarga los textos. Muchas gracias por la paciencia. Y muchas gracias por dejarte caer por aquí, tan llena de recuerdos y de esperanzas epistemológicas que -como dices- llegan con el tiempo.
Cierto que lo que comentas de aquella epistemología está vigente, y que sigue siendo difícil. Tanto, que -sin ponerse trágicos- hay que saber que moriremos en el intento y con las botas puestas.
Ánimo con ver la película una segunda vez: estamos tan acostumbrados a la achicoria audiovisual, que no es nada extraño que a veces se nos atragante una simple tacita de buen café... Al que no estaría de más volver a encontrar el gusto y el placer de tomarlo.
Al margen de metáforas, tienes razón en pensar que el drama (trágico) del protagonista Manolo es complejo y mucho más rico en matices de lo que la mayoría de la crítica ha dejado caer más o menos superficial y displicentemente. Y su engarce con el tratamiento más narrativo y sencillo de la contrafigura de Josemaría, que sin embargo soporta el peso de las luces que son respuesta a las oscuridades trágicas de Manolo.
Quizá te interese ver, en el "Making of" de la película, lo que Wes Bentley dice de Manolo, su personaje: me parece bastante ajustado (lo tienes aquí: http://is.gd/6aofid ) y digno de tener en cuenta.
En fin, para no alargarme esta vez, después de agradecerte de nuevo el comentario, espero que en tu segunda visión encuentres muchos de los encantos de esta batalla por hacer verosímil lo que (mejor: "quienes") de verdad somos los seres humanos. Eso que tanto le intriga a Joffé en su exploración de las pasiones humanas, y que está más alla de la pura inmanencia ideológica con que ha sido vista por no pocos de los espectadores y críticos que han escrito sobre ella. Se ve que la película en este sentido -además de ser todo un espectáculo emocionante- plantea una visión trascendente que quizá intranquiliza los límites de tolerancia de tantas seguridades o comodidades, afincadas en eternas contraposiciones.
¿Recuerdas aquello machadiano de epistemología: "Tu verdad no; la verdad / y ven conmigo a buscarla. /La tuya, guárdatela." A esto invita la película, aunque encuentre menos candidatos de los que fuera de desear, abiertos -aceptando el reto de ese "ven conmigo a buscarla"- a dar nuestros brazos a torcer, si es el caso, al dialogar abiertamente con la película.
Un cordial saludo, JJ
Publicado por: JJG Noblejas | 29 marzo 2011 en 05:05 p.m.
"La realidad supera la ficción"! gracias por tu respuesta clarividente, y por el enlace al making of (muy aprovechable)
Falta tiempo para comentar sobre tantas cuestiones interesantes! Pienso que Encontraras dragones ya vale la pena si nos sirve para "crear experiencias compartidas sin que en esto haya una utilidad aparente"
Hoy les he hablado de esto a mis alumnos.., ya ves.
Publicado por: MJDiaz | 30 marzo 2011 en 02:00 p.m.
MJ, tienes razón, y espero que haya sido interesante lo que han dicho los alumnos. Un saludo cordial, JJ
Publicado por: JJG Noblejas | 31 marzo 2011 en 11:49 a.m.