Benedicto XVI, recibiendo el otro día al nuevo embajador de Alemania en el Vaticano, Reinhard Schweppe, ha pronunciado unas palabras claras y rotundas, sobre la dignidad de cada persona humana. En concreto, de la mujer.
No lo hace, a buen seguro, para quedar bien, sino porque entiende -como dice- que está en juego el porvenir de la misma humanidad si se juguetea con determinados valores concretos o se promueven (alguno seguramente hablará de tolerancia) sus correspondientes contravalores.
Esta vez ha mencionado con palabras fuertes la "discriminación sexual de las mujeres", la pornografía y la prostitución, comparándolas con "crímenes contra la humanidad". Son consecuencia, según el Papa, de las "tendencias materialistas y hedonistas" difundidas sobre todo en los países del "llamado mundo occidental".
Y ha planteado un panorama muy puntual y concreto que arranca precisamente hoy en día:
"(...) Ha llegado el momento de detener de modo enérgico la prostitución, además de la amplia difusión de material de contenido erótico y pornográfico, también en Internet".
Sobre este punto, "la Santa Sede vigilará para que el compromiso contra este mal por parte de la Iglesia Católica en Alemania se realice de una manera más decidida y clara".
Explican en Vatican Insider las posibles razones inmediatas de sacar a relucir este grave asunto ante el embajador alemán, relacionando el escándalo publicado por Die Welt sobre la editorial Weltbild, en cuyo accionariado, al parecer, participan algunas diócesis alemanas. Y resulta que algunas de sus publicaciones "no tienen nada de pudorosas".
De todos modos, lo relevante está dicho al relacionar la prostitución y la difusión de materiales eróricos y pornográficos, como contravalores que contrastan con la necesaria promoción social y política de valores humanos fundamentales.
Y en este sentido, Dice Benedicto XVI que
"la Iglesia, mas allá del ámbito de su fe, considera que tiene el deber de defender, en todo el ámbito de nuestra sociedad, las verdades y los valores, en los que se pone en juego la dignidad del hombre en cuanto hombre".
No se trata de algo nuevo para nadie, pero da que pensar que -entre los 70 principales líderes mundiales de la reciente lista de Forbes, en la que Benedicto XVI figura como número 7- ninguno de los que le preceden y le siguen habla con tanta singular energía, precisión y responsabilidad de la dignidad humana, y en este caso concreto de la dignidad de la mujer y de sus abusos más extendidos.
Benedicto XVI, aunque a algunos irremediablemente se lo parezca, no exagera al hablar como lo hace de la dignidad humana y de sus degeneraciones.
Quizá esto ayude a concebir y practicar un modo de vida en sociedad en el que el mercado con sus ofertas y demandas indiscriminadas, y el consiguiente dinero, no sean el criterio básico, último, y por tanto dominante.
Algo que sucede cuando el libertinaje -algo que siempre tuvo que ver con desenfreno y con libertino- se presenta (desde luego en los medios de comunicación y en internet), como simple y alabable muestra de libertad. Cosa que desde luego, no es ni de lejos.
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