Ana Marta González escribe en Aceprensa (€) una larga e importante reseña sobre lo que Eva Illouz razona en su libro "Por qué duele el amor":
Que el amor es fuente de felicidad nadie se atreve a dudarlo. Más difícil resulta reconocer que es también fuente de sufrimiento. Sin embargo, buena parte de los tormentos interiores de muchas personas tienen que ver, precisamente, con los temores, frustraciones y desengaños que rodean la búsqueda y la preservación del amor.
Que esos sufrimientos no tienen únicamente un origen privado, psicológico, sino que derivan en parte de la transformación de las estructuras y las instituciones sociales, es lo que Eva Illouz trata de mostrar en este magnífico libro, Por qué duele el amor (Katz Editores, Buenos Aires, 2012).
La escritora Eva Ilouz lo presenta así:
El estudio escrito por Ana Marta González en Aceprensa comienza así:
A lo largo de las páginas de este libro, Illouz trata de mostrar que el amor romántico tal y como lo viven hombres y mujeres de nuestro tiempo es escenario de un proceso paradójico: por una parte, los individuos modernos se muestran mejor pertrechados que sus predecesores para tolerar repetidas experiencias de abandono, rupturas, engaño o separación, en la medida en que se ven capacitados para reaccionar ante tales experiencias con desapego, autonomía, hedonismo, cinismo e ironía.
Por otra parte, sin embargo, precisamente porque han desarrollado esta clase de estrategias, se han privado a sí mismos de la capacidad de amar con pasión.
Ello tiene mucho que ver con que los individuos, por sí solos, se ven enfrentados a la difícil tarea de conciliar, en el interior mismo de una relación, su deseo de autonomía con el deseo de reconocimiento, que, bajo el influjo del ideal romántico, y en las condiciones modernas de individualización creciente, se espera únicamente del amor de otro y no ya –como sucedía antaño– de la inserción en una clase.
Sin pretender en modo alguno excluir la posibilidad de que haya un amor moderno feliz, el propósito de Illouz en esta obra ha sido mostrar los efectos indeseados que algunos desarrollos modernos –que ella designa como “la Gran Transformación”– han tenido precisamente en el ámbito de las relaciones íntimas. (...)
Evitando la tendencia a individualizar los problemas, presente en el discurso psicológico dominante, y en la literatura de autoayuda, Illouz desea destacar que “las experiencias corrientes del sufrimiento emocional –no sentirse querido o sentirse abandonado, torturarse con la distancia o el desapego de otros– están impregnadas de valores e instituciones centrales para los modernos”.
Así, detrás de fenómenos como la desigual actitud de hombres y mujeres frente al compromiso, las inseguridades derivadas del difícil equilibrio entre autonomía y reconocimiento, la tendencia de las mujeres a autoinculparse cuando fracasan las relaciones, etc., cabe reconocer cambios estructurales y culturales que han alterado profundamente las condiciones en las que hombres y mujeres hacen sus elecciones románticas.
En último término, la “Gran Transformación” en materia romántica residiría en una “transformación de la ecología y la arquitectura de la elección”:
“Una de las transformaciones centrales del amor en la modernidad tiene que ver con las condiciones en las que se toman las decisiones románticas. Estas condiciones son de dos tipos: una se refiere a la ecología de la elección, o el ambiente social que le orienta a uno a decidir en una determinada dirección… pero la elección está marcada también por un segundo elemento, que designo como ‘arquitectura de la elección’… esta se refiere a los criterios por medio de los cuales se juzga un objeto, así como los modos en que una persona examina sus propios sentimientos, su saber y su pensamiento lógico, para tomar una decisión”.
Así, en contraste con épocas precedentes, donde el proceso del cortejo estaba controlado por la familia de la mujer, la desaparición de las barreras culturales y sociales ha tenido un efecto ambivalente: por un lado ha ampliado las posibilidades teóricas de elección; por otra, ha hecho recaer los criterios de elección completamente sobre los individuos.(...)
Frente al lenguaje moral, que servía a los personajes de Austen como código cultural de valores compartidos, la difusión del ideal romántico de afinidad sentimental, reproducido hasta el agotamiento por la cultura popular, ha servido para romper fronteras sociales y económicas en la elección de pareja.
Pero también ha privado a los hombres y mujeres de las seguridades culturales anteriores, para introducirles en un calvario de introspección psicológica –bien explotado por los expertos psicólogos que ofrecen sus consejos en las revistas o Internet.
(...)
El texto citado es bastante más extenso, y conviene respetar los derechos de la justa paywall establecida por el editor.
De todos modos, lo expuesto oralmente por Eva Ilouz y los párrafos recogidos de la reseña de Ana Marta González destacan una parte relevante de la cuestión planteada.
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