Es el aula en donde tienen lugar las sesiones plenarias de trabajo del III Master de Guión Audiovisual de la Facultad de Comunicación, en la Universidad de Navarra.
Después de 12 horas de trabajo sobre cuestiones de poética y escritura dramática, en las mañanas de tres días, ahí hemos querido dejar constancia fotográfica de, digamos, la sonriente satisfacción compartida tras las zozobras que supone tensar las historias y los dramas desde la Grecia clásica del siglo V A.C. hasta los canales televisivos y las pantallas cinematográficas de ya (o de mañana) mismo.
Ahí estamos -si no me equivoco, y de izquierda a derecha- Andoni Garrido, Diego Chalela, Jeffrey Salas, Alexandra Márquez, yo mismo, Mauricio D'Avis, Pablo Rojo, Jorge Rodríguez y Juan Rubio Olazábal. Falta -estuvo enfermo- Álvaro Camacho.
Hemos sobrevivido o quizá hemos crecido con el intenso trabajo de razonar, cuestionar, preguntar y responder, pensar, contar historias y poner y quitar ejemplos. Siempre acerca del duro y exigente trabajo poético que acompaña a los escritores de guiones que tienen historias genuinas que ofrecer al público como espectáculo, buscando esquivar caprichos propios y concesiones a intereses ajenos.
Hemos pensado y hablado de lo que dice Orhan Pamuk acerca de ese "centro secreto" de las novelas, hecho de misterio e ideas perspicaces sobre la vida, que hace escribir a los escritores precisamente para descubrirlo. De escritores o momentos de escritura ingenuos o inconscientes, junto a otros analíticos y críticos o sentimentales. Y del "subtexto" que interesa a Linda Seger. Y hemos razonado con David Mamet sobre el propósito del arte dramático, que no es otro que el procurar deleitar a las gentes, no el hacerlas cambiar, aunque todos cambiemos con las historias que de un modo u otro vivimos. Y hemos visto con Kundera que un autor viene a decir a su público que las cosas no son tan simples como tu te piensas.
Y hemos mencionado -no había tiempo para hablarlo: otra vez será- lo que Aristóteles pensaba de las series de televisión, es decir, de "lo episódico" y de la probabilidad y la necesidad y las solicitudes mercantiles ante las posibilidades poéticas.
Y hemos hablado y discurrido largo y tendido sobre el carácter natural y placentrero que Aristóteles descubre y razona en su Poética para el mito poético (26 siglos antes, más que el "centro secreto" de Pamuk, mejor que la complejidad de Kundera), en términos de conocimiento, reconocimiento y aprendizaje. Y hemos tratado del mito como alma de la tragedia, como -perdón para el lector inocente- "mimesis praxeos" y también como "pragmaton systasis". Y de las exigencias de saber mostrar los progresos invisibles de la acción y los personajes hacia su fin a través de cambios visibles. Y desde luego hemos hablado un poco -ya andábamos algo cansados y con ciertas urgencias- de lo mucho que puede tratarse acerca de la catarsis y del manejo correspondiente de las pasiones de temor y piedad.
Y hemos hablado de la importancia de los pitches: porque además del working en las historias, está el networking que hace llevar esas historias a las pantallas.
Y por esto último, luego -sin olvidar aquellas cuestiones centrales, espero- hemos tenido tiempo de hablar barajando posibles soluciones de verosimilitud o credibilidad para los problemas que plantean algunos aspectos de las dos ideas para series televisivas que están trabajando con Carlos Vila en el taller de escritura.
La pena es que no hemos tenido tiempo de ver y hablar de O Brother! de los Coen, película en la que todos hemos coincidido como admiradores. En fin: más en la segunda quincena de febrero. Por el momento, mucho trabajo, pasándonoslo bien, con una buena hornada de guionistas.
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