Este es el daily cartoon del New Yorker, publicado ayer. A un lector con referencias clásicas le puede venir en mente la frase filosófica de Tomás de Aquino: «Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur», que en román paladino dice lo que se recibe, se recibe según la forma del recipiente.
Tal cosa sucede en modo banal con los líquidos en botellas y vasos, por ejemplo. Pero sin duda que el dibujo del New Yorker sugiere algo más. Hace alusión implícita a la misma capacidad de la naturaleza, o la capacidad intelectual y la sensibilidad desarrollada por quien observa y juzga.
Desconozco si al hacer esta viñeta, la mente del dibujante incluye la posibilidad -tan absurda como coherente- de una cadena de televisión especial para canguros. Es decir, una televisión que emitiera cosas coherentes con la naturaleza o la capacidad intelectual y la sensibilidad de estos peculiares mamíferos marsupiales.
El caso es que queda bien claro que las televisiones ya no son "neutrales", entre otras cosas porque nunca lo han sido, ni lo pueden ni quieren ser, por aquello de los ratings y shares. Es lo que pasa a los medios en general, sean ahora más o menos digitales.
En principio sucede que nadie es neutral ante la dignidad humana. Es más, muchas veces los medios se empeñan en desarrollar un papel formador de la ciudadanía en valores más o menos cívicos acordes con la diginidad humana. Y ahí empieza el problema, en el que ahora no entraremos. Entre otras cosas, porque en una sociedad dominada por lo cuantitativo y lo económico, no es fácil hablar de algo tan esencial, cualitativo y sin valor mercantil.
En cualquier caso, hoy los medios ya no pueden seguir considerando a la ciudadanía como receptores pasivos, meros consumidores. De entrada, hoy los medios piden receptores activos. Personas interactivas, que es lo que a fin de cuentas está en juego con los ya viejos nuevos medios.
Los canguros, digamos, son otra cosa, al menos según deja imaginar la viñeta. Felices como couch potatoes con ver a humanos comportarse como si fueran canguros: es lo que da de sí la naturaleza del canguro.
Afortunadamente, las personas no somos canguros. La imagen de nuestra naturaleza y dignidad no es fácil de concretar. Pero bien sabemos que, siendo realmente nativa, es algo que no depende ni de acuerdos políticos ni de ratings, shares o visitas o descargas de la red de lo que alguien diga, sugiera o prometa al respecto.
Es inquietante, por eso, que lo relativo a nuestra identidad y dignidad natural, sea sobre todo tratado al modo ideológico y económico cuantitativo. El bien común es realmente otra cosa, mucho más allá del éxito de audiencias.
A veces da la impresión de que algunos preferirían ser como canguros (los cínicos se referían a los perros), felices como couch potatoes intrascendentes, dejando su dignidad personal al margen de su relación con los medios.
Y eso no es lo previsto por nuestra peculiar forma como recipientes... activos.
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