Antonio acaba de escribir un texto breve muy interesante e intenso (Investigación: incentivos perversos), provocado por la lectura de un reciente artículo del FT sobre uno de los graves problemas actuales de los profesores e investigadores universitarios y los fraudes que se comenten con las publicaciones científicas.
No dejen de leerlo.
Leer el Financial Times es para mí una fuente de ideas; el contacto con la actualidad internacional me aleja de los debates, a menudo pueblerinos, de nuestros medios de comunicación. Hoy quiero referirme a un artículo del FT del 19 de julio, sobre el fraude académico.
El artículo señala que el fraude en revistas científicas es muy grande. Los autores publican, o intentan publicar, muchos artículos que son copias más o menos descaradas de otros artículos; o se inventan o manipulan los datos de una investigación para aumentar las posibilidades de que les publiquen; o se hacen pasar por revisores de sus propios artículos para darles la aprobación…
Las revistas han tenido que comprar programas de ordenador que escanean los artículos recibidos para detectar posibles copias. Algunos sugieren que el sistema actual de funcionamiento de las revistas científicas de alto nivel está en el camino del fracaso.
- El número de revistas científicas se ha multiplicado exponencialmente, sobre todo a partir de la incorporación al “mercado” de investigación de numerosas universidades y centros académicos de países emergentes, sobre todo de Asia. ES la libre competencia y la globalización.
- Los investigadores necesitan publicar, y mucho, y en muy buenas revistas, para conseguir su promoción académica: son las reglas del juego, que tienen en cuenta solo una variable: solo vale la investigación; la docencia y otras habilidades de los profesores no cuentan; la atención de los alumnos es una molestia que no queda otro remedio que sufrir si uno quiere trabajar en la universidad.
- Las publicaciones se valoran por el prestigio de las revistas en que se publican. El prestigio depende del número de citas a esas revistas. Hay que citar a esos artículos, porque son “los buenos”. Y tu artículo ha de ser citado, si quieres que te valoren.
- La competencia entre revistas es muy dura: como dice el artículo del Financial Times, el negocio mueve miles de millones de libras.
- Por tanto, el número de artículos que se envían a esas revistas es enorme. Para una buena revista, decir que rechaza el 95% de los artículos recibidos es un motivo de orgullo.
- Cada artículo ha de ser aprobado por uno o varios revisores, en una tarea pesada, no remunerada y oscura, que hace años era un motivo de prestigio para el investigador al que proponían actuar como referee, pero que ahora es una carga poco deseable.
La conclusión de todo esto es que el modelo está viciado. La investigación es importante, pero no puede ser lo único importante en una universidad. Y, sin embargo, lo es.
El profesor está atrapado por el sistema: o aceptas el modelo, o te marchas a trabajar en otro sitio.
La universidad está atrapada por el sistema, porque si no destaca en publicaciones en revistas de prestigio no tendrá una buena posición en el ranking y se quedará sin alumnos buenos y sin fondos, públicos o privados. Las revistas deben mantener su prestigio, si quieren seguir vendiendo.
La tentación es la de mentir, engañar, copiar… La revista se defiende con medidas costosas y exigencias cada vez más duras. Los referees son cada vez más los árbitros de todo esto, que pueden imponer sus criterios, aunque el trabajo no les agrade; en todo caso, están interesados en la continuidad de este modelo, porque es el que ellos han vivido siempre, porque ellos ya pasaron por ese proceso, y no están dispuestos a que los que vengan detrás encuentren otros caminos para su carrera; porque los prestigios se han ido configurando de tal manera que no es fácil salir de ese proceso…
Sí, ya sé que este artículo me ha salido negativo. Pero es lo que hay…
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