Alex Navas envía el siguiente texto acerca de Leroy Hood, empresario de la salud, que aboga por estudiar el ambiente y la salud, y no sólo investigar las enfermedades. Y hacerlo con las herramientas informáticas de nuestros días, en primer lugar, la acumulación de datos...
Leroy Hood, al parecer, se queja de que en Estados Unidos hay muy poco dinero público para estos menesteres. Y también -como destaca Alex Navas- se queja de las regulaciones que en Europa tenemos en torno a la privacidad de datos.
Entiendo que es mejor que siga habiendo motivos para algunas de estas quejas, por muy exitoso que sea el empresario que las hace.
Leroy Hood (1938) es sin duda uno de los científicos más influyentes del mundo. Con una brillante trayectoria a su espalda, dirige desde 1999 el Institute for Systems Biology de la University of Washington (Seattle). Es coautor de más de 750 trabajos científicos, dueño de 36 patentes, poseedor de todas las condecoraciones imaginables, miembro de las tres grandes academias nacionales de su país. Y algo muy valorado en Estados Unidos: fundador de una quincena de empresas –entre ellas, Amgen o Applied Biosystems-- que facturan miles de millones. Si hubiera que condensar en una sola palabra una personalidad tan rica, la elección sería sencilla: biovisionario.
Hood ha estado en Europa, para abrirnos los ojos sobre el futuro. De entrada, critica con dureza la política científica y sanitaria de su gobierno. El presidente Obama formuló en el discurso sobre el estado de la nación de 2015 una decidida apuesta por la medicina de precisión, destinada a curar enfermedades como el cáncer y la diabetes. La Casa Blanca anunció acto seguido que destinaba 215 millones de dólares para financiar esa iniciativa.
Hood no solo critica la escasez del dinero invertido, sino sobre todo el enfoque general: “En los National Institutes of Health (NIH) no hay una idea clara sobre lo que es la medicina de precisión. No basta con atender a los datos genéticos, sino que hay que fijarse en los datos del ambiente. Para mí, la medicina de precisión consiste en lo siguiente: hay que crear alrededor de cada persona una nube, densa y dinámica, que conste de miles de millones de puntos de datos. Esos puntos se podrán luego analizar e integrar, para crear un espacio que permitirá a los hombres vivir de modo sano o conservar la salud… Mientras no consideremos los datos del ambiente, tendremos una medicina unidimensional”.
A modo de experiencia piloto, Hood convenció hace dos años a 108 amigos –entre ellos, los CEO de las 25 mayores empresas tecnológicas de Silicon Valley— para que facilitaran el análisis de sus datos personales. A lo largo de un año se sometieron a tres chequeos, que permitieron controlar casi 15.000 datos, correlaciones entre el genoma y el ambiente. Parece que los resultados –aún no publicados-- han sido satisfactorios y casi todos declaran haber mejorado su calidad de vida. Hood acaba de fundar una nueva empresa, Arivale, que explotará este campo. Dice que ha sido la iniciativa empresarial más fácil de financiar. Ya tiene más de mil voluntarios –incluida la inmensa mayoría de los 108 pioneros— dispuestos a dejarse analizar, y prevé llegar a 10.000 dentro de unos meses.
Hood lamenta que se ha venido dedicando el 90% de la investigación sanitaria al estudio de las diversas enfermedades y tan solo el 10% restante a la investigación de la salud. Considera que en diez o quince años habremos dado la vuelta a esa proporción. Se trata de llevar a cabo una auténtica “democratización de la medicina, que coloca el concepto científico de bienestar en el centro de la clínica”. Y como en todo lo que hace Hood las dimensiones científica y económica parecen inseparables, habla a la vez de una “industria científica del bienestar” (scientific wellness industry). Su objetivo no será ya la lucha contra la enfermedad, sino el mantenimiento de la salud.
La realización de esta especie de sueño americano de la salud implicará la aparición del auténtico hombre de cristal, transparente en medio de su nube de datos. Solo así se podrán controlar sus constantes y parámetros para asegurar su bienestar. “Nuestro objetivo es mantener sana a la gente hasta los cien años. En ese momento, abandonaríamos a las personas a su suerte, pues la mayoría de los seres humanos que llegan sanos a los cien años mueren enseguida”. Y concluye: “Esta es una gran visión”.
En opinión de Hood, el futuro vendrá caracterizado por cuatro grandes tendencias: la digitalización, los análisis de grandes masas de datos (big data), la biología sistémica, y la creación de redes a través de los medios sociales. En resumen: datos, datos y datos.
Ese masivo tratamiento de datos va a cambiar nuestra vida, pero hay que preguntarse si lo hará siempre para mejor. Hood adora el progreso, pero a estas alturas de la historia hemos escarmentado. Nuestra fe en el progreso se ha vuelto más matizada: no hay Progreso, con mayúscula y en singular; hay progresos en determinados ámbitos, y en otros hay también retrocesos. Hood estima que las preocupaciones éticas de los europeos suponen “auténticos obstáculos” para el avance científico. Los norteamericanos se apuntan casi a ciegas y con entusiasmo pragmático a la “minería” de masas de datos.
En Europa, por el contrario, queremos asegurar a la vez tanto la transparencia de la gestión –por ejemplo, de los algoritmos empleados-- como la protección de la intimidad personal. No todo lo factible es por sí mismo deseable. ¿Mejorará de verdad nuestra vida, seremos más libres, cuando nos encontremos en medio de la nube de datos que nos ofrece Hood, aunque vayamos a vivir cien años?
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