Publica Antonio Argandoña un breve comentario en su blog (Un criterio para dar subvenciones), a propósito de lo que lee en La Vanguardia de Guillermo López Casanovas (Cuidado con las bicis).
Tras leer ambos artículos, he tenido la curiosidad de buscar otros comentarios ciudadanos acerca del servicio municipal de bicis en Barcelona, y la verdad es que hay pocos que digan que es algo estupendo cuando hablan del coste del servicio. Las bicis puede que estén bien, pero -al margen de los accidentes- suponen una carga económica que la ciudadanía que no parece recibir bien.
Publico a continuación el texto de Antonio Argandoña, que razona muy bien sobre este asunto:
Leí una interesante columna de Guillem López Casasnovas, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y experto de gran criterio, en La Vanguardia del día 10 de mayo, criticando la política del Ayuntamiento de Barcelona en apoyo de Bicing, un servicio de bicicletas para uso de los ciudadanos. Ese servicio está ampliamente subvencionado (López Casasnovas menciona un par de cifras: un coste del servicio de 25 millones de euros en 2014, frente a un pago por los ususarios de 5 millones), y añade ahora un seguro que cubre los accidentes de esos vehículos, pero no los de las bicicletas privadas.
El autor da una clase de economía en su breve artículo. La subvención a un servicio se justifica por un fallo del mercado: por ejemplo, porque los vehiculos a motor contaminan y la bicicleta no (pero esto afecta también a la bici privada, que también debería ser subvencionada). O porque el coste de las bicicletas es prohibitivo (que no lo es). O porque no hay competencia en el mercado de bicicletas (que la hay; además, Bicing es un monopolio público). O porque hay información asimétrica sobre los beneficios que la bicicleta tiene (lo que no es el caso, y se extendería también a la bicicleta privada). Además, la bicicleta tiene externalidades privadas negativas, que justificarían un impuesto por su uso, por las incomodidades y los ruesgos contra el peatón (y el conductor de automóvil).
Otra razón para subvencionar la bici sería la redistribución de la renta en favor de los más necesitados, pero el autor del artículo hace notar que la subvención no desvía la demanda del automóvil a la bicicleta, sino del transporte público a la bicicleta.
No se puede decir que los propietarios de bicicletas privadas sean los ricos. Y hay un último argumento: el coste de la subvención supone una transferencia de los que pagan impuestos a los que usan Bicing, en un periodo en que las necesidades son muchas, los recursos son limitados, y falta un análisis coste-beneficio sobre la ventaja de dedicar esos fondos a las bicicletas públicas, y no a otros servicios más necesarios. Quizás deberíamos tener en cuenta los intereses electorales e ideológicos de la medida.
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