COMUNICACIÓN Y
MUNDOS POSIBLES
por
Juan José García-Noblejas
Ediciones Eunsa, Pamplona, 1996, 2005
por Juan José García-Noblejas |
PRÓLOGO
Era 1979, y mientras en España se vivían los primeros meses de Constitución democrática, también se emitía la serie Raíces en televisión, acerca de la liberación de la negritud en Norteamérica. El personaje protagonista se llamaba Kunta Kinte. Un buen día pude observar, en las paredes de la Plaza del Conde de Rodezno, en Pamplona, una pintada que decía Kunta Kinte Kalera (Kunta Kinte a la calle). Está claro que por aquellos días el bueno de Kunta Kinte debía estar encarcelado, en su mundo de ficción. Lo sorprendente es que los deseos de algún telespectador hubieran hecho reivindicar en nuestro mundo de todos los días su liberación, algo que aquí no estaba al alcance de nadie. Alex Haley, autor de la novela y Martin Chomsky, guionista de la serie ya habían terminado su trabajo. Y también había terminado el suyo el equipo de producción de la ABC. Quizá aquel telespectador anónimo, acostumbrado a otras pintadas similares, sólo pedía solidaridad con su héroe.
El mundo posible de Kunta Kinte, que ya estaba instalado en nuestro mundo vital a través de sus comparecencias semanales, se materializó así en las paredes de Pamplona. Aquel lejano día comencé a pensar en el libro que hoy tiene el lector en sus manos. ¿Qué hay en el complejo mundo de la comunicación, capaz de suscitar en nosotros, con sus mundos posibles, también periodísticos, esas y otras actuaciones prácticas?
Tratando de responder adecuadamente a tan compleja pregunta, en este libro se incluyen cuatro estudios prácticos y dos teóricos acerca del cariz que toman los fenómenos de comunicación pública cuando se observan desde la perspectiva de la razón práctica.
En la primera parte, los estudios se detienen en un análisis pormenorizado de cuatro cuestiones muy concretas:
1) las circunstancias políticas, sociales y profesionales que han intervenido en el proceso de aparición del llamado "chip anti-violencia" (V-chip) norteamericano, consideradas en el contexto de lo que sea una auténtica sociedad civil democrática;
2) las virtualidades de los informativos de televisión, vistos
como ficciones representativas que ofrecen un panorama poco diferente
al que Alicia encontró al pasar al otro lado del espejo;
3) la comunicación de ideas y las relaciones entre
fantasía y pensamiento, al hilo de un comentario
aristotélico de la poética de Tolkien; y
4) los mecanismos argumentativos que hacen posible convertir las propias convicciones en hechos históricos, si bien dentro de una ficción situada en el siglo XIV, pero ofrecida como relato histórico, tal como hace Umberto Eco.
En la segunda parte se exponen algunos de los fenómenos, factores comunes y estrategias de comunicación que asocian los sistemas periodísticos y los destinados al entretenimiento o disfrute estético en configuraciones que llamamos mundos posibles poéticos.
En concreto, hay dos que merece la pena conocer de cerca y que se corresponden con los capítulos finales. Su lectura precisa un poco más de detenimiento, al menos en el caso del último:
1) los pactos de lectura y los
horizontes de expectativas que figuran en los medios
genéricamente periodísticos, en la medida en que dejan de
ser meros testigos y toman parte activa en la vida social,
protagonizando en ocasiones el pluralismo cultural de nuestro mundo.
Algo que plantea problemas en torno a su carácter veritativo y
su parasitismo cosmológico y antropológico, y
también problemas de identidad y de orientación para las
gentes, en cuanto personas y en cuanto ciudadanos; y
2) el determinante papel desempeñado por la razón
poética, asistiendo a nuestra inteligencia, junto a la
razón lógica, en la configuración y
refiguración de cimientos estables para poder entrar, jugar y
luego salir de las ficciones y los mundos posibles. Son mundos
pequeños, cosmitos, dispuestos a cooperar en la
configuración de la indentidad personal, y en proporcionar un
paisaje de fondo para la orientación de nuestras decisiones en
nuestro mundo de cada día.
A través de estos estudios se observa que hay recursos profesionales y académicos capaces de dar cuenta, sin reduccionismos, de la complejidad práctica de los asuntos libres humanos. Al menos, sin reduccionismos que desfiguren las realidades humanas ni degraden sus pequeños o grandes misterios, cuando los medios de comunicación los toman entre manos, y ponen ante nosotros, con pasmosa naturalidad, lo que tienen de sorprendente, admirable y, desde luego, de intangible.
En este sentido, la comunicación pública, a través de estos mundos posibles poéticos, se entiende como un factor capaz de proporcionar -también ante el panorama de las nuevas ofertas técnicas- elementos de juicio para que, como ciudadanos y como personas, sepamos qué distancias hay en ellos respecto de nuestra identidad.
Son elementos de juicio para la posible adhesión en conciencia, como actores en el escenario público, a lo que Alain Touraine denomina "derechos subjetivos; es decir, a la voluntad de individuos y de grupos a consagrarse libremente a unas actividades que consideran importantes y a las que atribuyen un valor universal". En todo esto cabe, como todos sabemos, la manipulación, pero eso ya es asunto conocido.
Al dividir este libro en dos partes, con aproximaciones prácticas y teóricas, se mantiene un punto de vista cercano al de Hilary Putnam, cuando afirma que en su trabajo "quizá lo más importante que trato de defender es la idea de que los aspectos teóricos y prácticos de la filosofía dependen unos de otros". En el ámbito de los saberes acerca de la comunicación es imprescindible tal interdependencia. Al menos, hay que dejar establecido que el saber práctico no puede deducirse del especulativo.
La acción de comunicar o hacer la verdad práctica (o lo que es igual: el conjunto solidario del bien ético, lo posible político, la belleza estética, lo verosímil retórico y el mito poético), surge constantemente de la superación de una constitutiva posibilidad de error, al tener que ver con aquello que no se comporta necesariamente de la misma manera, al estar en el entorno de la libertad y por tanto de la regularidad.
Hay también en los distintos
capítulos de este libro algunos rasgos estratégicos
comunes, más o menos explícitos, según los casos.
En pocas palabras, son éstos:
1) la razón por la que los medios de comunicación son hoy
día una fuente de autoridad pública, es que hay en ellos
un núcleo común genérico de asuntos dignos de
atención, desde donde surgen las especializaciones
estilísticas y las temáticas secundarias que luego
aparecerán prima facie en los medios. Ese núcleo
está constituido por acciones humanas libres que terminan por
estabilizarse en "cualidades difícilmente mudables", es decir,
en "acciones que son fin por sí mismas", en virtudes, valores
encarnados, que en parte tenemos y en parte echamos en falta para
nuestra vida;
2) ante la creciente complejidad del mundo en que vivimos, una parte sustantiva de la comunicación pública orienta su trabajo hacia los horizontes del sentido, más que los de la precisión, y hacia los horizontes de la comprensión, más que los de la explicación;
3) la noción de mundo posible no viene directamente a estas páginas de la mano metafísica y lógica de Leibniz, ni recibe un tratamiento técnico cercano al de autores próximos a la semántica modal. Tampoco sigue el pensamiento científico objetivo que trata de lo no-actual en términos y grados de lo posible, lo probable y lo virtual.
Mas bien se trata, en primera instancia, de lo posible según la verosimilitud o necesidad, objeto de la poética aristotélica (1451a 36-38), planteada como un oficio de comunicación distinto del propio del historiador. Lo posible, de entrada, se constituye en torno a lo habitual (to eikos), que es lo que "gusta a todo el mundo", pues resulta cautivante.
Tras estas precisiones, se puede razonar lo mismo, más en concreto, con la autoridad que prestan otras voces.
Comunicación y capacidad de
corrección
Como queda dicho, lo que inicialmente está en juego con la
comunicación son asuntos de índole práctica. En
ámbitos prácticos, lo correcto es lo corregido
(Inciarte). Tal es el programa de acción que Aristóteles
plantea cuando dice que "para saber lo que tenemos que hacer, hemos que
hacer lo que queremos saber".
Y si bien estas palabras pueden resultar misteriosas en el contexto de la Ética a Nicómaco, no presentan mayor inconveniente si se ponen, por ejemplo, en boca de cualquier buen director de periódico, de informativos en radio y televisión, ante un joven redactor o productor que pide soluciones perentorias a cuestiones que necesitan tiempo.
Lo mismo sucede si se imaginan en boca de cualquier colega experimentado ante un amigo novelista o guionista que con semejante apremio vela sus primeras armas creativas: "escribe, y así veremos que tenías y qué sigues teniendo que escribir".
No basta la teoría, ni las técnicas dan de sí, cuando lo que está en juego son auténticas decisiones que implican la vida lograda del que las debe tomar, y no sólo el acabado de sus realizaciones exteriores. Hay acciones que van por delante de las capacidades.
Dice Peter Geach que el hombre es el ser con capacidad de adquirir capacidades, y no sólo de actuar. Las acciones prácticas (praxis) nos hacen adquirir e incrementar capacidades: hacen a cada uno capaz de "dar de sí", desde luego cuando lo que está en juego son posibilidades de comunicación con los demás.
Estas acciones (libres, arriesgadas, dispuestas a la corrección, abridoras de horizontes, etc.), así como sus opuestas y contrarias, y los hábitos y sentimientos que generan y crecen con su repetición, constituyen el núcleo noticioso de atención para las profesiones de la comunicación.
Las "buenas acciones que son fines por sí mismas", la praxis personal y social, son el núcleo central del interés comunicativo. Y por tanto del interés social de nuestros días. El éxito editorial del libro de André Comte-Sponville, Petit traité des grandes vertus (Puf, París, 1995), traducido en doce lenguas al año escaso de su aparición, pone de manifiesto que en el entorno de la moral "greco-judeo-cristiana" hay respuestas para el interés y las necesidades sociales. Con todo, pone un dedo en la llaga al decir que
"nos equivocamos hoy al pensar que la moral puede hacer las veces de política, como se equivocaban hace veinte años, al creer que la política podía sustituir a la moral. Sí, la moral nos dice que el integrismo, la limpieza étnica, la miseria, la explotación del hombre por el hombre, son horrores, pero es incapaz de resolverlos. Es la política la que debe hacerlo. Hay que renunciar al angelismo, que desearía utilizar únicamente medios totalmente puros para atreverse a actuar, y a la barbarie, que haría cualquier cosa con la excusa de que el fin justifica los medios. Hoy en día tenemos que navegar entre esos dos extremos. Por eso precisamos tanto de la moral como de la política, y de la diferencia entre ambas".
Tiene razón Comte-Sponville en relacionar así estas dos dimensiones de la vida práctica, pero además hay que tomar en consideración las restantes, pues la estética, y la argumentación o la poética, antes mencionadas, modulan igualmente las singularidades éticas y políticas. No es asunto fácil su articulación, como puede presumirse, pero cuando se logra, lo que aparecen son virtudes. Uno de los horizontes de expectativas sociales en alza es precisamente el promovido con las virtudes, pues con ellas no se trata de dar a nadie lecciones de moral, sino de ver cómo cada cual, como persona y como ciudadano, dueño y señor de sus decisiones, es más auténticamente humano. Las virtudes son "nuestros valores morales, encarnados, vividos, en acto: siempre singulares como cada uno de nosotros, siempre plurales, como las debilidades que combaten o corrigen", apostilla Comte-Sponville. ¿No es éste el denominador común de las noticias periodísticas, luego especializadas según cientos de posibles intereses concretos, y también de los relatos ficticios de referencia?
La comunicación
pública, fuente de autoridad social
Decía Max Scheler que en nuestros días nos hemos
convertido en un enigma para nosotros mismos:
"nuestra época es la primera, en casi diez mil años de historia, en la que el hombre ha llegado a ser, para sí mismo, en sentido pleno y sin reservas, un problema. El hombre ya no sabe quién es y, además, sabe que no lo sabe".
De ahí la relevancia extrema que en el nuevo escenario social de nuestro tiempo toman los medios de comunicación. No parece que Butros Gali se dedique a exagerar cuando constata, desde su atalaya de Secretario General de las Naciones Unidas, que
"durante los últimos dos siglos la ley era la fuente de autoridad de la democracia, pero hoy en día la ley parece haber sido reemplazada por la opinión como fuente de autoridad, en tanto que los medios de comunicación actúan como árbitros de la opinión pública".
Como ciudadanos de democracias mas o menos vigorosas, como personas con una dignidad respetable, y como profesionales o académicos de la comunicación, necesitamos conocer y practicar los pactos de lectura que ofrecen las argumentaciones retóricas y que -aparte de numerosas tropelías- se destinan en principio a hacer verosímil lo que se tiene por verdadero acerca de tales acciones humanas, "fines por sí mismas". De lo contrario, seremos una especie de ciudadanos-objeto (usados para pagar impuestos, votar, etc., en momentos señalados), pero no ciudadanos a tiempo completo. En las democracias atenienses, quienes no eran ciudadanos, no tenían por qué conocer el arte retórica.
En esta misma perspectiva, precisamos conocer los recursos de la razón poética, que es la que -a través de la configuración de mundos posibles- deja constancia pública, más o menos estable y duradera, de acciones social y culturalmente memorables. Son imágenes de nosotros mismos, fragmentarias y deshilvanadas, quizá intencionalmente pervertidas en ocasiones. Pero en todo caso las necesitamos como referencia para hacernos cargo y para recordar algunos rasgos esenciales de nuestra identidad personal.
Complejidad y apuesta por el sentido
Hoy en día está de moda hablar de la complejidad. Se
habla de correlaciones no triviales entre orden y caos o de conjuntos
borrosos, pasando sin excesivos remilgos desde la matemática o
las ciencias físicas, a la geología, la biología y
desde luego a la antropología, y las ciencias sociales.
El conjunto de saberes implicados en las profesiones y en las ciencias de la comunicación (periodismo, publicidad, propaganda, entretenimiento), como es de esperar, no ha quedado al margen. En este caso, de todos modos, con toda la razón, porque si hay sistemas complejos, éstos son los propios de la comunicación pública.
Lofti Zadeh, experto en conjuntos borrosos, mantiene que
"a medida que aumenta la complejidad de un sistema, disminuye nuestra capacidad para dar cuenta de su funcionamiento con precisión y con sentido. Hay un umbral de complejidad a partir del cual la precisión y el sentido se convierten en cualidades mutuamente excluyentes".
De acuerdo con esta bifurcación, en las páginas de este libro se considera que los asuntos propios de las actividades de comunicación superan ese umbral de complejidad, y se toma directamente la senda del sentido.
El periodismo de precisión sigue vigente, y en muchas ocasiones (resultados deportivos, electorales, parlamentarios, bursátiles, "ratings" de audiencia, sorteos de lotería, precios, horarios, etc.) lo relevante es la exactitud de los datos.
Pero esta información no resulta, con todo, espejo fidedigno y neutral de nuestra realidad vital. Puede haber un tanto de oportunismo y otro tanto de esconder cínicamente la mano después de ofrecer datos como si se tiraran piedras, haciendo caso omiso de la responsabilidad moral que todo periodista tiene como agente social.
Para convertir determinados sucesos humanos en acontecimientos, hay que conocerlos con precisión, y también se ha de comprender su sentido. En torno al sentido surgen asuntos que objetivamente tienen que ver con valores, verdades e ideales. Se trata de asuntos que -al estar asociados con la libertad, y por tanto con nuestra capacidad de innovación y de aportación o de "dar de sí"- se alejan de otros aspectos de la realidad humana, menos complejos por ser más rígidos, como sucede con los asuntos teóricos y los técnicos.
Periodismo, explicación y
comprensión
Desde la perspectiva de la filosofía pragmatista del lenguaje,
es relativamente fácil situar una posición que mantenga
en pie lo hasta aquí dicho, referido explícitamente al
periodismo, en términos de mundos plausibles o alternativos al
que empíricamente nos encontramos viviendo.
Por ejemplo, Geoffrey Hawthorn (Mundos plausibles, mundos alternativos, Cambridge Un. Press, 1995) sostiene algo muy semejante a lo dicho por Lofti Zadeh acerca de la complejidad. En efecto, afirma que en lo que respecta a la explicación en historia y en ciencias sociales, y por tanto en lo que respecta al saber que racionalmente esperamos tener de los asuntos humanos efectivamente acontecidos, se da una paradoja, ya que al explicar algo sucedido,
"las posibilidades aumentan a la par que disminuyen (...) Mientras que, por una parte, más causas y razones tomamos para lo que queremos explicar, más difícil es ver cómo aquello pudo haber sido distinto de lo que fue. Resulta natural que tras haber bosquejado una explicación, tratemos de hacerla parecer irresistible". Pero por otra parte, "bajo la explicación, las posibilidades aumentan" .
"La fuerza de una explicación gira en torno al condicional contrafáctico que implica. La implicación es tal que si tal y tal combinación de causas no hubiera estado presente, o que si tal y tal acción o serie de acciones no hubieran sido llevadas a cabo, las cosas habrían sido distintas. Conforme nuestra explicación imputa las llamadas causas, resulta aún más claro cuán contingentes son tales causas y sus condiciones".
Si, por ejemplo, queremos saber por qué el Partido Laborista logró apenas un 28% de los votos en las generales de 1983, habría que plantear algunos hechos generales de la situación internacional como hipótesis y tomar en cuenta acontecimientos específicos que la confirman en el caso que se está explicando. Pero, aun dando por sentado la decadencia de la inversión industrial, por ejemplo, como causa que hubiera disminuido la clase obrera, sucede que siempre podemos argumentar que quizá si el Partido Laborista no se hubiera plegado a los planteamientos de los sindicatos, la derrota no hubiera sido tan severa...
"Una explicación -añade Hawthorn- en resumidas cuentas, localiza algo en la realidad mostrando sus conexiones con otras cosas reales". Pero no termina de dar plena respuesta a la pregunta referida al ¿por qué?, en la medida en que al aumentar la indefectibilidad de la explicación, aumentan también las posibilidades de que las cosas hubieran podido ser de otro modo. Al explicar, en efecto, adquirimos mayor conocimiento, pero si de lo que se trata es de encontrar razón para asuntos humanos rodeados por otros asuntos humanos, pronto descubrimos que también hay que tratar de comprenderlos. Y entonces hay que saber que
"comprender es considerar lo que también ha podido ser posible (...) Si lo que hubiera sido posible puede a lo sumo ser evaluado, pero no conocido, puesto que nunca ocurrió, entonces la dialéctica de la investigación y de la reflexión mediante la cual llegamos a comprender es tal que reduce nuestra certeza, y en este sentido nuestro conocimiento, conforme lo aumenta. De esta forma y hasta este punto, un buen resultado en la historia y en las ciencias sociales, como quizá en la vida misma, consiste en comprender más y en saber menos".
Hay que rendirse a la evidencia de que los medios periodísticos no sólo tratan con hechos y opiniones, con datos objetivos y con apreciaciones subjetivas. También están constantemente manejando dimensiones plausibles, capaces de contextualizar los sucesos para ver en qué medida merecen ser tratados como auténticos acontecimientos. No se trata sólo de prever el tiempo que hará dentro de unos días, o de saber lo que hubiera pasado si tal jugador de fútbol no hubiera resbalado, o si tal político hubiera estado en plena forma en aquel debate televisado...
Winston Churchill solía comentar que pasó el 90% de su vida pensando en cosas que jamás ocurrieron. Otro tanto sucede -quizá en una proporción menor- con los contenidos periodísticos de los medios de comunicación, cuando se les observa desde este horizonte de expectativas. Los lectores, oyentes y espectadores quieren saber lo que pasa. Pero desde luego que no quieren saber todo lo que pasa. Hay un cierto "derecho a la ignorancia", que se suele ejercer en pro de la comprensión del sentido que tienen o que se puede dar a las cosas relevantes que pasan.
Y para esto hay que recurrir a incorporar progresivamente en la comunicación periodística aspectos plausibles o alternativos de los hechos efectivos, pero mostrencos, si se quiere que dejen de serlo. Lo que equivale a considerar estos medios, con sus peculiares principios editoriales, y sus preferencias por unas u otras alternativas plausibles de referencia, como auténticos "mundos posibles", no tal alejados en algunos aspectos de las ficciones poéticas a la hora de hacer más comprensible la realidad en que vivimos.
Comunicación conceptual y
narración de historias
En Estados Unidos existe una fuerte polémica, a este respecto,
en torno al "Conceptual Scoop". La publicación de James Fallows,
Breaking The News, proponiendo el desarrollo de un periodismo
"público", en el que los asuntos tratados (los "qués")
tengan suficiente amplitud de miras al considerar los problemas
políticos de la nación, sin por eso entrar en las
páginas o secciones de opinión, y desde luego prevalezcan
tales asuntos sobre la creciente actuación personal (los
"cómos") de los presentadores y su peculiar sesgo
ideológico.
Los periodistas, en cualquier caso, no tienen predeterminado el modo en que han de servir al público, y ni su papel se reduce al asunto de la objetividad en los hechos, ni está claro en qué consiste lograr que los ciudadanos comprendan mejor y se involucren más en los asuntos políticos de su comunidad. Son cuestiones, una vez más, de índole práctica, en las que Fallows apuesta directamente por la responsabilidad profesional del servicio al público.
Paul Starobin describe así el interesante y complejo fenómeno, en el que está en juego, por ejemplo, la posibilidad de dar cuenta de qué es y cómo funciona la "meritocracia" política, o inventar etiquetas acerca de personas o instituciones que permiten empaquetar las noticias bajo nociones generales que terminan siendo otros tantos "mundos posibles":
"los periodistas conceptuales están más interesados por mostrar cosas que por encontrarlas. Su impulso se orienta hacia la explicación, la interpretación, pasando del hecho particular a una proposición general. Lo que hacen no suple a los reportajes acerca de lo que pasó ayer, pero puede ayudar a encontrar sentido en el torrente de hechos brutos que nos llega en "un mundo tipo Internet". La atención de los periodistas conceptuales en ideas políticas y culturales es muy apropiado para una época en la que se fragmentan los paradigmas".
"Los conceptualistas son periodistas postmodernos, más interesados por el subtexto que por el texto. Pero, como dice E.J. Dionne [periodista del Washington Post y autor de Why Americans Hate Politics, uno de los best sellers de 1991], hay necesidad de un "periodismo de investigación de ideas" en la vida política. Y éstos pueden ser de gran ayuda para un público empantanado con la información y hambriento de explicación."
Ficciones y sentido de la vida
Esto que así sucede en el periodismo, tiene su contrapartida en
los medios de comunicación orientados hacia el entretenimiento.
Es David Mamet quien argumentaba con sentido común, ante los
alumnos de la Escuela de Cine de la Universidad de Columbia, en 1987:
"fijaos en la diferencia entre la forma en que la gente habla de las películas de Werner Herzog y la forma en que habla de las películas de Frank Capra. El uno puede que entienda o no de esto o de lo de más allá, pero el otro sabe lo que es contar una historia y está deseando contar una historia, que es la naturaleza misma del arte dramático. Para eso sirve el arte dramático: para contar una historia. Durante siglos, se ha intentado utilizar el drama para cambiar la vida de la gente, para influir, para comentar, para que el artista se exprese. Nada de eso funciona. Estaría muy bien que sirviera para esas cosas, pero no sirve. Para lo único que sirve la forma dramática es para contar una historia".
Nuestras acciones prácticas no "son" primero de alguna manera abstracta (como en ocasiones se tiende a pensar, tanto desde el periodismo como desde los restantes tipos de profesiones de la comunicación), y luego ya se las puede calificar vitalmente como buenas, o bellas o convenientes: lo serán o dejarán de serlo, pero tal cosa "es de suyo", de inmediato.
Pensaba David Mamet, al reflexionar sobre su oficio de dramaturgo y cineasta, algo muy en consonancia con este particular, cuando recordaba que "un proverbio que suele atribuirse a los chinos dice que el tiempo que uno pasa pescando no se descuenta de la duración asignada a su vida. Puede que esto sea cierto, aplicado a la pesca, pero desde luego no se aplica al teatro. El tiempo que uno pasa en un teatro -como espectador o como trabajador- se deduce del total asignado a su vida (...) El teatro no es un sitio al que se va para olvidar, sino más bien un sitio al que se va para recordar".
El tiempo que en nuestros días dedicamos, como profesionales y como ciudadanos, a los medios de comunicación -a todos: desde el teatro, el cine o la novela a la radio, la televisión o la prensa, y también a Internet o los juegos interactivos- forma parte sustancial de nuestra vida. No son tiempos muertos, marginales al cómputo de nuestra historia personal, como sugiere el proverbio chino para el tiempo dedicado a la pesca.
Parece que las ficciones tienen hoy día cierto privilegio a la hora de presentar referencias asequibles en extensión e intensidad semántica, para encontrar refrendos de nuestros horizontes vitales de expectativas. Así, Umberto Eco, en la última de las Norton Lectures de Harvard, en 1993 (Sei passeggiate nei boschi narrativi, Bompiani, 1995), y tras analizar algunos mecanismos de irrupción de la ficción en la vida, expuso su versión del "dar de sí" en términos de dilatación vital, y el papel que en esa operación desempeñan las ficciones:
"nadie vive en el inmediato presente: todos unimos cosas y eventos mediante el ligamento de la memoria, personal o colectiva (ya sea historia o mito) (...) Esta maraña de memoria individual y colectiva dilata nuestra vida, desde luego hacia atrás, pero también hace brillar ante los ojos de la mente una promesa de inmortalidad."
"La ficción tiene la misma función que el juego. Jugando, el niño aprende a vivir, porque simula situaciones en las que podría encontrarse cuando sea adulto. Los adultos, con la ficción narrativa, ejercitamos nuestra capacidad de dar un orden, tanto a nuestra experiencia del presente, como a la del pasado (...) Buscamos una fórmula que dé sentido a nuestra vida. En el fondo buscamos, a lo largo de nuestra existencia, una historia originaria, que nos diga por qué hemos nacido y vivido. A veces buscamos una historia cósmica, la historia del universo, a veces nuestra historia personal (la que contamos al confesor, al psicoanalista, la que escribimos en las páginas de un diario). A veces esperamos que nuestra historia personal coincida con la del universo".
Es cierto que los dramas y las historias incluidos en los mundos posibles y destinados al goce estético no sirven, como insiste Mamet, para cambiar, para influir en la vida de la gente. Lo curioso del caso es que, precisamente cuando esas historias son tan gratuitas como genuinas, cuando "tienen sentido por sí mismas", al menos como sucede con las acciones que llamamos virtudes y que están en su mismo núcleo temático, entonces pasan dos cosas. Una, que los lectores o espectadores las convierten en punto de referencia y por tanto, influyen por sí mismas. Otra, que quiérase o no, cuando un artista cuenta una historia genuina, está contando su historia, y no la del vecino.
Por eso un artista es responsable de que su obra sea germen de fecundidad social y cultural, y no simple herramienta eficaz en empresas sólo ideológicas o económicas. De todos modos, también algunos vicios, y no sólo las virtudes cívicas y morales, parece que, siendo carencias, pretenden "tener sentido por sí mismos". Al menos, cuando toman cuerpo en determinados mundos posibles.
Como decía Aristóteles al inicio del capítulo cuarto de su Poética, todos disfrutamos con las obras de imitación. Y prueba de esto es que hay seres cuyo aspecto real nos molesta, pero nos gusta ver su imagen. Aprender agrada muchísimo, no sólo a los filósofos, sino también a todos los demás.
Los contenidos de los capítulos de este libro provienen de un interés, prolongado en el tiempo, por la articulación de los fenómenos de comunicación pública con los mundos posibles, y han tenido diversas disposiciones iniciales, antes de ser parcialmente refundidos o reescritos, modificados y completados para llegar a la forma que aquí presentan. En aras de la claridad y sencillez de exposición, han desaparecido todas las anotaciones y referencias bibliográficas detalladas en la primera parte, y han sido notablemente reducidas en la segunda.
El primer capítulo, "Democracia y control social de la televisión", se inició en una conferencia pronunciada en la Escuela de Periodismo de la Universidad de los Andes, en Santiago de Chile, en septiembre de 1993, y se ha incrementado con razones presentadas en el 5th European Television and Film Forum, en Estambul, en noviembre de 1993, antes de llegar a su forma actual.
El segundo, "Alicia en el país de los mundos posibles", comenzó a tomar cuerpo como ponencia para el XXX Convegno di Universitari d'Europa, en Castello di Urio, en julio de 1988, y ha recibido aportaciones de otra Ponencia distinta, "Ficciones informativas en televisión", presentada en las VI Sesiones Universidad-Información, de la Universidad de Sevilla y el C.M. Almonte, en mayo de 1988.
El tercero, "El mundo posible de Tolkien", fue objeto inicial de exposición en un Seminario de profesores de la Facultad Filosofía y Letras en la Universidad de Navarra, en diciembre de 1986.
El cuarto, "El mundo posible de Eco" fue inicialmente un ensayo escrito a vuelapluma y publicado a instancias de la revista Nuestro Tiempo, en 1982, con ocasión de la edición española de El nombre de la rosa.
El quinto capítulo, "Pactos de lectura y horizontes de expectativas..." responde de entrada a la Ponencia presentada en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Austral de Buenos Aires, con ocasión del Simposio "El nuevo discurso de los medios", en septiembre de 1994.
El sexto y último capítulo comenzó a tomar cuerpo como Ponencia en las XXX Reuniones Filosóficas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, en marzo de 1992, que versaron sobre "Filosofía y literatura".
Debo manifestar profundo y sincero agradecimiento a cuantos tuvieron que ver con mi participación en los eventos académicos mencionados, así como en la publicación de las versiones iniciales de algunos de estos escritos, en Documenti di Lavoro, Nuestro Tiempo y Comunicación y Sociedad. Debo también dejar constancia del empuje y la ayuda recibida para llegar a este libro, por parte de José Luis Orihuela, José Martínez Echalar y Teresa Nozal. Sin la amable pertinacia de todos y cada uno de ellos, no hubiera comenzado a escribir ni una sola línea de estas páginas. El resto ha sido remar a favor del viento.
Pamplona, 20 de abril, 1996
* * *
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
- Comunicación y capacidad de
corrección
- La comunicación pública, fuente de autoridad social
- Complejidad y apuesta por el sentido
- Periodismo, explicación y comprensión
- Comunicación conceptual y narración de historias
- Ficciones y sentido de la vida
PRIMERA PARTE: CUESTIONES PRÁCTICAS
I.
DEMOCRACIA Y CONTROL SOCIAL DE LA TELEVISIÓN
1. Sociedad civil y violencia
televisiva
- Entre el cinismo y la desesperación
- Algunos datos estadísticos
- Programas bajo mínimos aceptables de racionalidad
- Imágenes superficiales, instituciones sociales confusas
- Intervencionismo estatal y economicismo empresarial
- Evitar el zapping a cualquier precio
- Estamos fascinados por la violencia
2. Algunas medidas en la Unión Europea
- Irresponsable indefensión del ciudadano
- La política de cuotas
- Propuestas para marginar la violencia
- Necesidad de un contexto moral para la violencia
- La denuncia de un niña canadiense
3. El peculiar caso de Estados Unidos (1993-1996)
- Viejos y nuevos paisajes baldíos
- Cumbre en Los Angeles
- Los planes del senador Paul Simon
- ¿Cómo controlar el plan del "V-chip"?
- El "V-chip": el "Gran Hermano" o los "buenos padres"
El "V-chip" es mucho más que un asunto técnico
- ¿Se necesita la intervención del poder político?
4. Autocontrol profesional a regañadientes
- Control profesional de calidad para mercancías comprometidas
- Por una razón práctica de la violencia
II.
ALICIA EN EL PAÍS DE LOS MUNDOS POSIBLES
(Los telediarios como espejos opacos)
- Las noticias periodisticas son
ficciones
- El síndrome de Scherezade
- El síndome Jabberwocky
- El síndrome de Humpty-Dumpty
- El síndrome de la Reina Blanca
- El síndrome del Rey Rojo
- El síndrome de Werther
- El síndrome del Leviathán
- Una prospectiva profesional
III.
EL MUNDO POSIBLE DE TOLKIEN
(Fantasía y comunicación de ideas)
- Delibes, Desantes y Tolkien
- Los mundos posibles poéticos, producto y energía
- ¿Para qué escribir?
- Escribir para saber
- Escribir por admiración
- Escribir para reconocer
- Razón filosófica y fantasía poética
- El mito poético no es utópico
- Entrar en un mundo posible es asumir (provisionalmente) su sentido
- Tolkien y la evasión del miedo a la muerte
- El punto de vista mágico en "El señor de los Anillos"
- El espejo de la piedad y la cara mística en Tolkien
IV.
EL MUNDO POSIBLE DE ECO
(Contrabando ideológico hacia el siglo XIV)
- Paseo con Umberto Eco por el bosque de la novela
- Presentación social de una novela
- Los Best Seller, ¿nacen o se hacen?
- Un teórico descubre que también es autor
- Ni apocalíptico, ni integrado: "in medio, semiótica"
- El texto como máquina científica perezosa
- ¿Qué hacer con una máquina tan perezosa?.
- Mundo posible medieval con remite desde el siglo XX
- "Fiat lux, pereat mundum"
- La verdad nominal: rosas desnudas, muertas y congeladas
- Espejo de epicuros, amuleto para apocalípticos
SEGUNDA PARTE: CUESTIONES TEÓRICAS
V.
PACTOS DE LECTURA Y HORIZONTES DE EXPECTATIVAS
EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
1. Claves vitales perdidas
1.1. Medios de comunicación acogedores, fronteras difusas
1.2. Medios de comunicación, escenarios posibles y proyectos
vitales
2. Problemas con los viejos pactos de lectura de los medios
3. Nuevos horizontes de expectativas ante los medios
3.1. Sospecha social ante los medios
3.2. ¿Son ya los medios el primer poder?
3.3. Gregarismo y connivencia entre los medios
3.4. Crece una sociedad de mirones fascinados y perplejos
3.5. Pasividad social y cibernáutica en la aldea global
4. Nuestro mundo: ¿caverna totalitaria o sociedad pluralista?
5. Cualidades del pluralismo cultural
5.1. Pluralismo no es relativismo
5.2. Pluralismo, verdad y poder
6. Rasgos racionales del diálogo público
6.1. Conciencia personal y sentido de la realidad
6.2. Criterios públicos y expresión de absolutos morales
7. Posibilidades reales y posibilidades veritativas
7.1. Problemas con el racionalismo
7.2. Lo incondicional y lo necesario
8. Los medios de comunicación como mundos posibles
8.1. Los medios de comunicación como actores sociales
8.2. Características peculiares
8.2.1. Equívocos en las identificaciones
8.2.2. Razones antropológicas de la pluralidad efectiva
8.2.3. Parasitismo antropológico y cosmológico
8.2.4. Solicitación creciente de actitudes cooperativas
9. Nuevas estrategias de acceso a los medios
9.1. Patologías del estrés ontológico
9.2. Posibles criterios de orientación
VI. RAZÓN POÉTICA DE LOS PRIMEROS PRINCIPIOS
1. Introducción
1.1. Algunas precisiones preliminares
1.2. Argumentación ad hominem
1.3. Cuestiones de interdisciplinariedad
1.4. La obra poética como microcosmos
2. Trabajos de configuración de mundos posibles
poéticos
2.1. Identificación y reconocimiento de realidades vitales
2.2. Articulación poética de asuntos paradójicos
3. Estrategias de configuración y refiguración
poética
3.1. Una finalidad esquiva
3.1.1. Previsión de los destinatarios
3.1.2. Asimetría entre configuraciones y refiguraciones
3.2. Supuestos ontológicos en los mundos posibles
3.2.1. Naturalidad y artificialidad
3.2.2. Creación artística y amor racional
3.2.3. Palabra y mundo
3.2.4. La garantía de las presencias reales
3.3. Supuestos gnoseológicos en los mundos posibles
3.3.1. Estética y retórica, destrezas vitales
3.3.2. Antígona, lugar común genuino
3.3.3. Configuración antropológica y cosmológica
del sentido común
4. Trabajos de refiguración
4.1. Proporcionalidad estética
4.2. Verdad poética
5. Estrategias de juego
5.1. Jugar juegos poéticos
5.2. Problemas y soluciones de los juegos
5.3. Catarsis y lugares comunes poéticos
6. Lugares comunes y certezas universales
6.1. Lo posible nos interesa sobremanera
6.2. Mundos posibles estipulados
6.3. Pluralismo y límites de lo posible
6.4. El lecho rocoso de la verdad
6.5. Las cinco certezas del sentido común
6.6. Para no concluir
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