He de reconocer que no he sido capaz de pasar más allá de las solapas y las cuatro primeras páginas del libro de Brown, "The Da Vinci Code". Esto me ha pasado en el aeropuerto de Newark, el otro día, al volver de Syracuse.
Había leído ya hace meses algunas reseñas de críticos literarios en distinguidos periódicos, como The Times ("This is without doubt, the silliest, most inaccurate, ill-informed, stereotype- driven, cloth-eared, cardboard-cutout-populated piece of pulp fiction that I have read. And that's saying something") o El Mundo (“'El código Da Vinci' no es una obra de creación, sino un artefacto concebido para transformarse en un fenómeno comercial. Reúne todos los elementos que garantizan el éxito fácil: una trama policíaca, con conexiones políticas y religiosas, unos personajes estereotipados, ciertas dosis de trascendencia filosófica, un erotismo libre de estridencias y una escritura plana"), entre otros.
Había leído el libro del profesor protestante Philip Jenkins, "The New Anti-Catholicism" (citado por el Chicago Sun Times a propósito de este libro: “In our ''correct'' society, a statement seen as racist, anti-Semitic, anti-woman or gay bashing will disqualify a writer for years -- but not insults to Jesus Christ and those who follow his precepts. Far from it: Enlarge shop-worn Catholic-conspiracy tales into book length, and it can make you rich and famous, as it has one Dan Brown, author of The Da Vinci Code.").
El caso es que acabo de volver de un Congreso en Syracuse University, New York, sobre Filosofía y Literatura, en el que no se habló para nada de este fenómeno. Y esto viene a cuento porque en Syracuse tuve ocasión de saludar a Fr. Joseph M. Champlin, Rector de la Catedral. En la conversación surgió pronto el "fenómeno Da Vinci", y me comentó que hacía pocos días habían tenido una mesa redonda sobre el libro en un centro cultural anejo a la Catedral, en la que abordaron varios aspectos del libro. Y que -como no había aún en la ciudad ningún miembro del Opus Dei-, le había pedido a un Cooperador del Opus Dei que participara.
Este lo hizo, hablando muy bien, muy claro, de lo que es y pretende esta Prelatura Personal de la Iglesia Católica, en nada semejante -excepto el nombre- a lo referido en el libro en cuestión. El Opus Dei (como luego he visto que dice la "response to The Da Vinci Code from the Prelature of Opus Dei in the United States"), pretende y trabaja para recordar a la gente que Dios llama a todos a ser santos, procurando cada uno serlo en su vida de cada día, en el seno de la Iglesia Católica. Asunto que no parece excesivamente compatible con las oscuras conspiraciones y los asesinos albinos inventados por Brown.
A los varios centenares de ciudadanos de Syracuse que asistieron al acto, este contraste causó bastante interés, general agrado, notable alegría y en contados casos, auténtica sorpresa. Lo mismo con los otros ponentes sobre los demás asuntos estrafalarios implicados en el mundo inventado por Dan Brown.