Desde hace un par de semanas, paso casi todos los días delante del ahora famoso anuncio de la película, que cubre los andamios de los trabajos de restauración de la fachada de la iglesia de San Pantaleón, en Corso Vittorio Emmanuele. Entre Piazza Navona y Campo de Fiori o Piazza Farnese.
Nunca me hizo ninguna gracia. Más bien me sorprendió y molestó verlo ahí, pensando en la paradoja del asunto en sí, y sus posibles soluciones, y también en los posibles escándalos (Drae: "Acción o palabra que es causa de que alguien obre mal o piense mal de otra persona") periodísticos que el asunto pudiera traer consigo.
No pensaba escribir aquí al respecto. He preferido hacer otras cosas. Pero ayer apareció el asunto con aires de escándalo en la prensa italiana y hoy ha dado la vuelta al mundo, bajo el mismo aspecto escandaloso. Antes de que algún lector escriba pidiendome algo al respecto, me he propuesto escribir este "algo".
He hecho la foto que se puede ver al lado. Y me dispongo a explicar dos cosas, ambas de mala gana, porque supone dar más aire a un par de asuntos en sí mismos penosos y complicados. La primera cosa tiene que ver con las probables circunstancias que han llevado este cartel a este sitio. La segunda cosa tiene que ver con la asombrosa unanimidad o mimetismo de agencias de noticias y corresponsales en hablar de "la ira del Vaticano".
1. Las probables circunstancias
En Roma, lo saben hasta los turistas (pero lo ignoran no pocos periodistas al escribir de este asunto), cuando se restauran las fachadas de edificios públicos, los andamios se cubren con una imagen "gigantoscópica", exactamente del mismo tamaño y con la misma apariencia que la fachada en restauración. Y para cubrir parte de los gastos de la restauración, está autorizado ocupar con publicidad una parte de la imagen que tapa los andamios.
Hay normas concretas y criterios prudenciales acerca del tamaño y el tipo de publicidad que puede exhibirse en tales lugares, de modo que -de alguna forma- no se eche de menos el edificio, especialmente en los centros históricos de las ciudades, ni se oculte todo con publicidad o con un simple telón.
Otra cosa es que tales normas y criterios prudenciales se cumplan. Sobre todo, porque la compañía que contrata la publicidad a cambio de disminuir el coste de la obra, es el contructor. Bien es cierto que debe consultar, en el caso de lugares vaticanos o eclesiásticos en Roma, con el servicio correspondiente en el Vaticano o en el Vicariado de Roma. Y también es cierto que debe consultar con el ministerio italiano correspondiente (el de los bienes culturales, o el del interior, o el que sea en cada caso) que corre con los gastos de la restauración.
La iglesia de San Pantaleón está restaurando su fachada. Lo que aparece como publicidad (exagerada en tamaño, como lo era, antes de ésta del DVC, la del semanario "Il Domenicale", que se ocupa de política y cultura), depende al mismo tiempo del párroco, del Vicariado de Roma y sobre todo de quien hace las obras y encarga a una constructora poner los andamios, etc., que en este caso es el FEC (Fondo Edifici di Culto), organismo dentro del coloquialmente llamado Viminale, es decir, del Ministerio del Interior. De hecho, Maurizio Galletti, superintendente de este organismo ministerial, ha dicho que hace tiempo ellos dieron el visto bueno a un boceto del cartel, "pero eso sucedió antes de estas polémicas..."
Con un mínimo de información y sentido de la realidad, podemos hacernos cargo de que, si el cambio de la publicidad de "Il Domenicale" por la del "Da Vinci Code" se hizo el pasado Viernes Santo, hace dos semanas, las idas y vueltas entre responsables, algunos de vacaciones, pueden haber sido lentas y poco sencillas de hacer. La complejidad de la vida real, en el mundo real, en asuntos a la vez artísticos, eclesiásticos, políticos y financieros, juntos, en Roma, no coincide con las simplificaciones de la vida real que de ordinario se cuenta en noticias de agencia, en periódicos, radios y televisiones.
2. La asombrosa unanimidad
Lo que resulta sorprendente es esto. Que ayer, Il Corriere publica un suelto en el faldón de la primera página del suplemento para la ciudad de Roma, titulando "Codice da Vinci sulla chiesa, ira del Vicariato". Il Corriere es muy dueño -en su actual modo de ver las cosas- de titular que en el Vicariato de Roma están iracundos con el asunto.
Y es muy libre de decir en el cuerpo del texto que el mal humor del Vicariato (la "ira" del titular se convierte en "mal humor", quizá solo porque hay más espacio) ha hecho decir a monseñor Frisina que "esto es una provocación...". Una frase que cualquier periodista sabe que es propia de alguien que se siente ofendido por algo, sea un terrorista, un político, un árbitro de fútbol o un monseñor.
Lo que resulta asombroso es el espíritu gregario (o de comodidad) de las agencias y de la prensa internacional, al menos en este caso. Buscando en Google, encuentro ahora mismo 158 artículos bajo el título genérico, ofrecido por el mismo Google, de Da Vinci Code movie ad causes furore.
Como digo, lo que resulta profesionalmente asombroso y a la vez patético (produce dolor, tristeza o melancolía) es la unanimidad mundial en dos "temas" sobre este asunto:
a) "Vatican fury" (ahora la furia ya es directamente del Vaticano, o de la Iglesia, en vez del Vicariato), con matices en torno a "furore", "outrage", "insult", etc.
b) "Italy to remove the ad" (es Italia quien quita el anuncio, no el "Fondo Edifici di Culto" del ministerio del Interior), con sus variantes "Italian governement", "Ministry", "Italy strips", "Italy removing", etc.
Ahorro poner los títulos de los eminentes diarios y de las eminentes agencias de noticias, así como los nombres de los eminentes corresponsales. Eminentes, pero en este caso perezosos o cómodos.
Molesta la publicidad del Da Vinci Code en la fachada de una iglesia católica, como hubiera molestado quizá -al menos- la publicidad de The Passion en la fachada de una sinagoga en Jerusalén, por ejemplo.
Molesta otro tanto el mimetismo simplista y bobalicón del tratamiento escandaloso de la prensa. Pero esto es lo que hay. Lo malo es que los lectores, a su vez, acostumbrados a escandalizarse con lo que se les ofrece (se nos ofrece) como escándalo, una vez más hagan (hagamos) de tontos útiles en esta feria de las vanidades y de los errores. No es verdad aquello que suele decirse: que lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien. Eso es una pena.
Hay muchas declaraciones de principios de equidad y serierad en el trabajo, como la de Associated Press (es la que tengo a mano, y es muy parecida a la de casi todos los medios), que dicen, por ejemplo:
"we must be fair. Whenever we portray someone in a negative light, we must make a real effort to obtain a response from that person. When mistakes are made, they must be corrected – fully, quickly and ungrudgingly."
Son palabras que, demasiadas veces, se quedan en eso: hermosas declaraciones de principios. En palabras. Cuando lo que cuenta, en principio, son las obras.
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Actualización (29 Abril 2006): desde ayer, así queda la imagen que cubre los andamios de la fachada de la iglesia de San Pantaleón. Los funcionarios del ministerio del Interior han dado la vuelta al anuncio de la película. Todo un símbolo, si se piensa en lo dicho por Mons. Angelo Amato, secretario de la "Congregazione per la dottrina della fede" (Facciamoci un regalo: boicottiamo il film), animando a dar activamente la espalda al film: "«In questi casi – avverte monsignor Amato – i cristiani dovrebbero essere più sensibili al rifiuto della menzogna e della diffamazione gratuita». Di qui appunto l’idea di un illuminato boicotaggio, azione civilmente decorosa, che in altri paesi viene usata per dar forza alla cittadinanza e farla pesare nelle operazioni commerciali. Tutto sta a volerlo questo pacifico sabotaggio, sensibilizzando amici e parenti, e promuovendo un passa-parola ironico quanto fatale. Almeno ci riscatteremmo, rispetto all’indolenza scioccamente regalata al libro."
También destaca el IHT lo dicho por Mons. Amato, dándole un sentido más agresivo (Offensive against 'Da Vinci').